El navegante elegido

Jorge Silva Luján reflexiona a propósito del asesino de la Universidad de Virginia, sobre la manera como las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones impactan en la comunidad.

Semana
21 de abril de 2007

Cho Seung–Hui dejó espantado a medio mundo. La trágica historia del estudiante de la Universidad Politécnica de Virginia, que asesinó a 32 personas, invita a reflexionar sobre la manera como el nuevo mundo digital impacta en la vida de las personas. A pesar de que Cho no usó medios digitales para comunicar su descontento con la vida, sí envió fotos, videos y mensajes a los medios de comunicación, que, luego de la tragedia, publicaron por todos los canales, incluidos los virtuales, este material.

Si bien la sociedad tiene el derecho a estar informada, la forma en que los medios abordaron esta problemática puede tener un impacto negativo. La visibilidad otorgada al protagonista de este hecho, a su vida y a su angustia, si no es bien manejada puede inclusive llegar a inspirar repeticiones. Y lo preocupante, los jóvenes son las víctimas y, al mismo tiempo, los victimarios.

La idea es que la tecnología esté al servicio de la gente para que se desarrolle, adquiera conocimientos, se informe y se acerque cada vez más, pero de manera responsable. La internet es una herramienta que permite tener el universo a la mano. Y para los jóvenes se ha convertido en un instrumento fundamental de su desarrollo. Con ella investigan sus tareas, pues en su computador se esconde la biblioteca más grande de la historia. Entran y salen del mundo en un segundo con sólo hacer clic. Visitan otros países, descubren culturas. Experimentan ciencias, juegan, se divierten, se actualizan sobre música, moda, cine, libros. Hacen citas virtuales.

Se ha creado, entonces, un comportamiento y una cultura que identifica a esta generación. Estos niños son capaces de mantener comunicaciones simultáneas en el chat con cinco personas o más, tratando temas distintos y con otros que, incluso, pueden estar a kilómetros de distancia. Son rápidos y demandan rapidez; son inmediatos, pueden atender varias actividades al tiempo; son anónimos y prácticos. Es decir, navegan, se conectan. Como dicen los expertos, socializan en la red. La red es su nuevo parque, su nueva escuela, su espacio.

Esta es la realidad. Los niños y los jóvenes son los que más contacto tienen con la tecnología y a los que más impacta: el celular, Internet, el chat, los juegos de video, el Messenger (Mensajería Instantánea), el MP3 y la televisión son herramientas que están en su día a día.

Algunos estudios revelan lo que está pasando con estas poblaciones y el uso de estas tecnologías. En reciente encuesta sobre uso de Internet, el 57 por ciento de los niños manifestó que fue agredido en la net y el 53 por ciento que fue autor de –por lo menos– una agresión; el 35 por ciento dijo que recibió amenazas en línea y el 42 por ciento fue objeto de insinuaciones; el 28 por ciento aseguró haber visitado páginas de pornografía y el 26 por ciento salas de chat sobre sexo. Y el 58 por ciento reveló que nunca ha hablado con sus padres sobre estas situaciones. (1)

Entonces ¿cómo hacer para que todo lo que pasa por la red afecte positivamente a estas poblaciones? Esa es una tarea en la que hay que trabajar porque hoy por hoy es imposible pensar un mundo sin Internet o sin tecnología. Ni hablar los jóvenes.

Estas facilidades, herramientas y dispositivos están acá para quedarse, hacen parte de la vida digital del siglo XXI. Entonces, padres, profesores, autoridades, empresas de tecnología y organizaciones sin ánimo de lucro deben asumir la responsabilidad de entender cómo influenciar para que su uso sea tal que se convierta en una ventaja y no en un problema.

Para que no se genere un desborde informativo, como en el caso de Cho, a través de estos medios que cada vez son más inmediatos y a los que cualquiera puede acceder. Muchos niños y jóvenes, por ejemplo. Las páginas de este medio internacional han sido las más visitadas sólo para ver al niño asesino y sus mensajes. Cho es, pues, victimario y víctima.

Por eso como padres o como maestros no se puede, de manera simplista, asumir que con intentar (es imposible implementar exitosamente un régimen) prohibir o restringir el acceso al celular o el chat se va a solucionar el problema. Entonces la primera lección sería ver el uso adecuado del celular, la Internet y toda la parafernalia asociada como una obligación más que se debe enseñar a los niños. Es como enseñarles a manejar, y enseñarles a que adopten, por ejemplo, el esquema del conductor elegido. Un vehículo es una gran comodidad en todo sentido pero puede tener una connotación dramática si se mezcla con beber alcohol.

¿Pero si no se les puede prohibir el uso de estas herramientas porque se corre el riesgo de volverlos menos competitivos y menos conectados en un mundo donde eso es ya una exigencia, y, al mismo tiempo, se les debe enseñar su uso adecuado, cómo hacer para formarlos en algo que ellos dominan mejor que cualquiera de nosotros?

Esa es la gran pregunta. Y la respuesta es no tratar de dominar esas tecnologías sino entenderlas, conocer sus beneficios, sus riesgos y sus limitaciones. Es indispensable también usarlas para poder experimentarlas en primera persona y tener más autoridad con los hijos cuando hablamos con ellos del tema. A partir de la experiencia propia y de estar bien informados sobre lo que puede hacerse en la red, entonces se hace fácil compartir con ellos los beneficios y, también, los riesgos.

Por eso la responsabilidad de padres y maestros implica acompañamiento y guía en el uso de Internet, así ellos tengan las destrezas y el conocimiento de la tecnología. Es deber orientarlos, supervisarlos y proporcionarles herramientas para su protección.

Para ello, los adultos deben aprender sobre el manejo de Internet; hacer acuerdos con los hijos sobre el uso del computador, vigilar la administración de sus contactos, fijar horarios para chatear y revisar los sitios que visita, tal como se hace en otros aspectos de la formación.

Es importante que los menores conozcan los riesgos y la forma de protegerse, que exista una comunicación continua y activa entre padres, maestros y niños para que expongan sus temores y situaciones de riesgo, y apoyarlos.

Por eso empresas privadas líderes en tecnología, fundaciones –como Red papaz–, autoridades como la Dijín y el Ministerio de Comunicaciones (con Internet sano) desarrollan el programa de distinta índole para controlar la navegación, prevenir riesgos y castigar a los que abusan de los menores a través de la red. Esfuerzos como la Semana de la Seguridad promovida por la empresa privada o la campaña ‘Padres Educadores de la Generación Net- hacia un mejor uso de la tecnología en la familia’ están diseñados para capacitar a padres, profesores y niños en el manejo seguro de la red.

En la actualidad más de 1.000 millones de personas usan Internet diariamente en el mundo (la mayoría niños y jóvenes). Por eso aprender a utilizar las distintas herramientas tecnológicas mediante cursos o con la paciente instrucción de un amigo o la impaciente de los hijos es más que una responsabilidad, es un deber. Porque una cosa es cierta; estas herramientas llegaron para quedarse y son tan indispensables como lo fue el fuego para el hombre hace millones y millones de años.

Todas las “comodidades” que trae el mundo digital tiene como principio de diseño el proporcionar a la sociedad opciones que de ser aprovechadas adecuadamente deben impactar a la humanidad en productividad, entretenimiento, comunicación y acceso oportuno a la información en cualquier formato. Pero como sucede casi con cualquier invención del hombre, independientemente de las intenciones en el momento de desarrollar cualquier tecnología, la aplicación que se de posteriormente a la misma, oscilará entre el uso adecuado y el abuso; y de esa correcta utilización dependerá la naturaleza del beneficio o el impacto que tendrán en el individuo, la sociedad o la humanidad.

Entonces la historia del joven Cho deja mucho para el análisis. No sólo por la decisión del muchacho de darse visibilidad al enviar a los medios de comunicación sus fotos y videos, sino por las reacciones de los padres de las víctimas que asumieron una actitud de rechazo y ofensa frente al desborde informativo de los medios a través de la web. En cuestión de segundos y en cualquier momento todo el mundo ha podido seguir esta historia.

Como lo argumenta Thomas Friedman en su libro El mundo es plano, Internet es una de las fuerzas impulsoras más importantes en ese proceso de romper fronteras, de permitir el acceso a la información, al conocimiento, a los negocios y al potencial, en general a cualquier nación (y por lo tanto a cualquier individuo). El resultado es un mundo plano con igualdad de oportunidad para todos; lo que suena muy bien en el papel, pero que en definitiva lo que hace es subir la barra en términos de las exigencias para competir adecuadamente con estas nuevas reglas.

Estudio ‘Computer and Internet Use by Children and Adolescents in 2001-2003’, por U.S. Department of Education, Institute of Education Sciences, niños 5- 17 años.

*Gerente de Negocios y Mercado de Microsoft, región andina.

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