OPINIÓN

Envenenar los espíritus ¿Un propósito político?

No hay que incendiar al país sino apaciguarlo, no hay que intentar colmarlo de miedos sino ofrecerle tranquilidad con base en la verdad.

Jesús Pérez González-Rubio , Jesús Pérez González-Rubio
14 de febrero de 2018

Sobre el “sentimiento constitucional” dice Karl Loewenstein: “Se podría describir como aquella conciencia de la comunidad que, trascendiendo a todos los antagonismos y tensiones existentes político-partidistas, económico-sociales, religiosos o de otro tipo, integra a detentadores y destinatarios del poder”… (Teoría de la Constitución, Ariel, 1.970, p.200) El sentimiento constitucional en el caso colombiano implica una interiorización de los valores constitucionales, una conducta psicológicamente condicionada por principios de civilización democrática como aquel de “Respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios”, o el de “Propender al logro y mantenimiento de la paz”, todo lo cual debe estar por encima de los antagonismos políticos y tensiones del momento. Debemos sentirnos integrados, solidarios en los valores y principios democráticos que la Constitución consagra.

Pero desafortunadamente son muchos los colombianos que no conocen la moderación, envenenada como tienen el alma con el virus del odio inoculado desde ciertos liderazgos que torpedean las posibilidades de convivencia pacífica mediante el uso agresivo de insultos y agravios que están llegando a las vías de hecho. En el año 50 el Partido Liberal no pudo ir a las elecciones presidenciales por falta de garantías. La situación llegó a tal extremo que se intentó asesinar a su candidato, el doctor Darío Echandía, habiendo sido abatido su hermano, con quien fue confundido. El Partido Liberal decretó la abstención, que fue, como casi todas las abstenciones,  una forma de protesta pacífica y silenciosa.

Los actos de violencia física contra Farc como el encabezado por el señor Juan Malvehy García, candidato a la Cámara por el Centro Democrático impidiéndole a Rodrigo Londoño expresarse en Cali, donde pretendía hacerlo en el marco de la Constitución y de la ley, recuerda por su intemperancia y radicalismo las peores épocas de la historia nacional, incluyendo aquel 2010 cuando por razón de las amenazas de muerte lanzadas contra él, el candidato liberal disidente, doctor Álvaro Uribe Vélez, tuvo necesidad de terminar su campaña prácticamente encerrado, comunicándose con la ciudadanía solo por radio y televisión ante las amenazas de muerte provenientes de las Farc y el ELN .

Que haya columnistas que justifiquen la agresión física y den su apoyo a los atentados contra la libertad de expresión, muestra, como ya lo señalé anteriormente, cuán envenenada de odio está el alma de algunos extremistas. No precisamente de las víctimas. Se ha escrito recientemente: “Hay algunas voces que, para explicar los hechos, no dudan en afirmar que lo que está pasando no es otra cosa que ´la Jurisdicción Especial de Paz actuante´…´la que es de verdad´…´La que funciona en la calle y con la gente´… ´La que va a condenar a aquellos que cometieron los peores delitos, que todavía el Estado no ha condenado´. Y no les falta razón” (Pedro Medellín, SEMANA, edición no.1867,p.35). Es el apoyo a los “juicios populares”, sin respaldo constitucional ninguno, propios quizá del “Estado de opinión” pero no del Estado de derecho, juicios que recuerdan las Ordalías de la Edad Media, en oposición a los juicios institucionales de la administración de justicia. Es el apoyo a las vías de hecho por oposición a las vías de derecho. Es la barbarie política frente a la civilización.

Es, así mismo,  el intento de sacar a las Farc de la vida política para participar en la cual ellos dejaron “las botas” en el monte y vinieron a buscar votos en pueblos y ciudades. Y no lo hacen de manera ilegal pues el A.L. n°.3 de mayo de 2017 señala, entre otras cosas, que “podrá presentar lista propia o en coalición para la circunscripción ordinaria del Senado de la República, la cual competirá en igualdad de condiciones de conformidad con las reglas ordinarias”, es decir, conforme a lo establecido en el a.263 de la C.P. También podrán aspirar a cualquier cargo de elección popular, incluida la Presidencia de la República, sin violar ni la Constitución ni las leyes.

La aspiración del Centro Democrático de eliminar la elegibilidad de los integrantes del partido Farc, creíamos que sería por las vías del derecho cuando conquistaran el poder, si lo conquistaban, y no sospechábamos que se proponían impedirla por las vías de hecho. Ello es tanto más reprobable cuanto que el propio expresidente Uribe ha condenado estos hechos así: “El Centro Democrático pidió siempre que responsables de delitos atroces no tuvieran elegibilidad política, o que previamente cumplieran una condena razonable, pidieran perdón y reparan las víctimas. Y rechazamos incidentes violentos de los cuales también hemos sido víctimas”. (@AlvaroUribeVel) (Negrillas, mías)

Víctima Farc, víctima el Centro Democrático y víctima el doctor Vargas Lleras, según él mismo lo ha denunciado, puede ser el comienzo de una nueva violencia como la que vivimos después del 9 de abril del 48 principalmente entre Liberales y Conservadores. Creo que nadie quiere eso salvo los incansables apóstoles de la violencia.

No hay que incendiar al país sino apaciguarlo, no hay que intentar colmarlo de miedos sino ofrecerle tranquilidad con base en la verdad. Es por esto que lamento que una persona tan lúcida como el doctor Guillermo Botero, presidente de Fenalco, haya escrito lo siguiente: “Sí las Farc, por decir, logran 362.000 votos, con lo cual superan el umbral, obtendrían tres curules adicionales, es decir ocho senadores”...(Portafolio, 4 de febrero 2018) (Negrillas, mías) No es cierto. Si obtienen tres (3) curules por razón de superar el umbral y conforme a la cifra repartidora, solo tendrían dos más, en total cinco (5) curules y no ocho (8). La norma dice respecto de Farc que si “no alcanzare a obtener cinco (5) curules, el Consejo Nacional Electoral o quien haga sus veces le asignará las que hiciera (sic) falta para completar un mínimo de 5 miembros”. (A.L.n°3/17 art. Transitorio 2 numeral 1)  La redacción no parece muy confusa.

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Añadido: Quizá sea pertinente en medio de la crispación creciente en el país recordar estos versos de Francisco de Asís:

“Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:

Donde haya odio, ponga yo amor,

donde haya ofensa, ponga yo perdón,

donde haya discordia, ponga yo unión,

donde haya error, ponga yo verdad”…

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