OPINIÓN
El paro nacional, la campaña electoral más costosa en la historia de Colombia
La primera semana de junio fue testigo de cómo se desinfló totalmente el paro nacional. Solo en Bogotá, donde se anunció una gran “toma” que prometía colapsar con fuerza a la capital, la convocatoria no congregó a más de 3.000 manifestantes. Entonces deberíamos cuestionar el adjetivo “nacional” al hablar de este paro: es expresión de una parte importante de la población, pero no de un país unido en torno a un propósito.
Y es que deberíamos empezar a desmontar tanta retórica que ha circulado para definir el mes de manifestaciones que sacudieron al país.
Por ejemplo, con algo de horror todos presenciamos la filtración de unas polémicas declaraciones. No reproduzco el nombre del responsable ni de la federación a la que pertenece, pues eso buscan: en dichas declaraciones, tal dirigente confesaba que el paro tenía un claro propósito electoral de cara a las elecciones del año 2022. Así que todas las acciones, manifestaciones, tomas, bloqueos y activismo desplegado en el último mes, no tendrían otro propósito que poner en el foco de la opinión pública ciertas candidaturas.
Imaginen la situación: estamos ante las campañas más costosas de la historia de Colombia, pues se ha alimentado con muerte de inocentes, quiebra de sectores económicos, miles de heridos y, por si fuera poco, millones de niños afectados de manera directa.
Jamás una campaña política ha utilizado tan bajos recursos para posicionarse.
Por ejemplo, más de cuatro millones de niños se han visto afectados en términos alimentarios por el paro, ya que los bloqueos han impedido que el Programa de Alimentación Escolar llegue a muchos puntos del país.
Dimensionemos lo anterior: hay candidaturas que prometen llegar al poder para cambiar al país; el “módico” precio que la nación debe pagar para tan loable propósito es el hambre de cuatro millones de niños. Insostenible.
Como también lo es la situación de 10 millones de niños y niñas que no han podido retornar a clases presenciales en el país por la sistemática negativa de los maestros públicos. Esto también involucra un alto costo para los menores, con todas las implicaciones en su salud mental, alimentación y deficiencias pedagógicas documentadas por la Unicef.
Nadie que sea capaz de manipular con tanta maldad la condición de la niñez de Colombia con ánimos electorales debería recibir un solo voto. Es inmoral, insuperablemente inmoral.
Pero, por desgracia, la retórica se impone por momentos: justifican todo diciendo que “luchan” con este paro por los “derechos de todos”. En un alarde de sinceridad, deberían aclarar que no “luchan” sino que “violentan”, y que es por “votos” y no por “derechos”.
Además de las decenas de vidas perdidas, los miles de heridos y los millones de niños afectados, ¿cuánto más podría costar esta campaña electoral? Las estimaciones económicas hablan de pérdidas de más de 400.000 millones de pesos al día y de un consolidado de 6 billones en el mes de mayo.
Esto, dicho sin ironía, sobrepasa el tope permitido por los organismos electorales para cualquier campaña electoral.
Por fortuna, y como decía al inicio, el autodenominado paro nacional se está desinflando a una velocidad impresionante. Las convocatorias son cada vez menos concurridas y la opinión pública está sintiendo un honesto malestar por más de un mes de caos.
Queda una salida: el diálogo ofrecido por el Gobierno. Sobre las mesas de conversación solo queda destapar las cartas con total honestidad. ¿Lo harán los promotores del paro?