OpiNión
El pedófilo Daniel Ortega y su cleptómana familia (*)
Si hubieran condenado a la pareja cuando cometió su primer crimen, Nicaragua seguiría siendo una democracia.
La familia de sátrapas bananeros, empeñada en convertir a Anastasio Somoza en un dictadorzuelo de quinta a su lado, celebra este 7 de noviembre unos esperpénticos comicios. Pero salvo la Venezuela de Maduro y la Cuba del lacayo de Castro, ningún país libre avalará la pantomima de los tiranos.
Lo triste es que, si hubieran condenado a la pareja cuando cometió su primer crimen, Nicaragua seguiría siendo una democracia. Porque en 1988 el mundo supo que Daniel era un pedófilo, y Rosario, una deleznable madre encubridora, papel tan repudiable como el del perpetrador.
Para quienes lo hayan olvidado, ese año Zoilamérica Narváez Murillo, fruto de una relación anterior de Rosario, denunció a su padrastro por abuso sexual continuado, desde que tenía 10 años, y de violación. Debía creer que la ambición de poder de su progenitora no llegaría al extremo de negar su martirio. Pero Rosario Murillo, la Chayo, sobrina nieta del héroe nacional nica Augusto Sandino, educada en Gran Bretaña y Suiza, compañera de Daniel Ortega durante 42 años, no quiso truncar el futuro reinado y propinó a su retoño una sonora bofetada. La tildó de mentirosa, aseguró que era falso que su esposo la hubiese desvirgado.
La Justicia nicaragüense, sumisa y abyecta, ayudó a despejarles el camino y en 2003 decretó prescrito el caso. Lo más frustrante, sin embargo, llegaría tres años después, en las últimas elecciones libres que celebró Nicaragua: el 38 por ciento votó y dio la victoria al pedófilo Daniel.
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Para entonces, el supuesto revolucionario, junto con su inseparable Rosario, empezaba a tejer una telaraña de intereses tanto para perpetuarse en el trono como beneficiar a su numerosa e insaciable prole.
Al primogénito, Rafael o Paio, le entregaron la gerencia de un conglomerado de empresas de diferentes sectores en las que los Ortega Murillo son accionistas.
Laureano, el segundo, se hizo comisionista. Con la fachada de ProNicaragua, cobraba coimas por sentar a cualquier empresario con el funcionario que necesitara. Ávido de dinero y escaso de neuronas, fue un entusiasta impulsor del faraónico canal interoceánico del chino Wang Jing, que, por fortuna para la naturaleza, resultó un fiasco.
A su esposa, Yadira Leets, igual de ambiciosa, le entregaron la Distribuidora Nicaragüense de Petróleo (DNP).Pero Laureano no solo es avaro, también suspiraba por convertirse en un gran tenor. De ahí que su mami lo mandara a Italia a estudiar canto. Al regreso cumplió su sueño de interpretar Tosca y Cavalleria Rusticana. Le regalaron el Festival Pucciniano y cantó en el Teatro Nacional de Managua ante un público de esbirros y con la televisión nacional transmitiendo sus gallos.
Su hermano Juan Carlos se inclina por el rock y la cinematografía. Guitarrista de una banda, mete los videos del grupo en la Cadena 8 de televisión, de la que es director. Y en cuanto al cine, mami sacó de la caja estatal 400.000 dólares para que realizara con la Paramount Pictures el vulgar y ruinoso Drunk Wedding, que solo recaudó 3.000 dólares. Pero, al igual que sus hermanos, le fascina la plata y jugar a empresario. Fundó la productora audiovisual Difuso, una máquina para ganar contratos públicos.
El resto de los varones, Carlos Enrique, Daniel Edmundo y Maurice Facundo, prefirieron concentrarse en dirigir los canales de televisión 4, 6, 8 y 13. Son conscientes de que manipular la información resulta clave para un régimen despótico que, además de haber matado a 400 manifestantes en 2018, encarcela a críticos y opositores, y condena al desempleo, la pobreza y el exilio a miles de nicaragüenses, que solo luchan por recuperar la libertad que les arrebataron los Ortega Murillo.
En cuanto a Camilita, calmó su pasión por la moda organizando Nicaragua Diseña, en los tiempos en que el clan no figuraba en la lista de mandatarios parias. Y ahora que no puede codearse con modistos de postín, con su hermana Luciana, la más pequeña, ejerce de asesora de Rosario en los actos públicos. No la acompañan en el programa de radio en el que la mamá apela al amor y la solidaridad mientras ordena apresar y torturar a quien considere molesto.
La vicepresidenta también dio rienda suelta a sus ensoñaciones artísticas y creó los “árboles de la vida”, enormes piezas multicolores, con miles de luces. Cada uno costó 23.000 dólares, mandó a hacer 150 y los instalaron en calles céntricas de la capital, alrededor del monumento de Hugo Chávez y lejos de la residencia del clan de sátrapas.
Los Ortega Murillo viven en el interior de una especie de Ciudad Prohibida: varias cuadras cerradas y vigiladas por la policía, en cuyo corazón se encuentra el conjunto de casas Reparto El Carmen. En su día lo expropiaron los sandinistas y los Ortega Murillo se la adueñaron. Lo mismo pretenden hacer con Nicaragua. Aislarla del mundo libre, que rechaza su satrapía, y convertirla en una mezcla de sala de torturas y finca privada de la tiranía sandinista. ¿Y el mundo no hará nada? (*Cleptomanía según la RAE: propensión morbosa al hurto).