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El Plateado oscuro

El Plateado aparece enclavado en medio de un mar de cultivos de coca, más de diez mil hectáreas, dicen los que estudian el fenómeno del narcotráfico.

Brigadier general (r) Pablo Federico Przychodny Jaramillo
16 de octubre de 2024

El Plateado es un corregimiento del municipio de Argelia, en el departamento del Cauca. Está situado sobre la cordillera Occidental, en medio del cañón del Micay, siendo esto su valor estratégico, pues conecta al resto del departamento del Cauca con el Pacífico, ofreciendo la mejor y principal ruta del narcotráfico. Pese a que el poblado nace en los inicios de la década de los cincuenta, fue en la del setenta cuando comenzó a desarrollarse gracias a la migración de colombianos que llegaron desde muchos rincones de la patria para trabajar como raspachines, atraídos por la bonanza de la marihuana y luego de la coca. Este corregimiento, a diferencia de la mayoría de los del país, presenta un particular desarrollo y concentración de viviendas, en donde conviven al menos unas ocho mil personas. Para ese tiempo, los setenta, aún los grupos armados no ejercían un control material y real de la zona, y su participación en la cadena ilícita se limitaba al cobro del impuesto al “gramaje”.

En los años ochenta, los grupos guerrilleros comenzaron a manejar los laboratorios de producción de pasta de coca; luego, finalizando los noventa, ya se habían apropiado de los cultivos, los laboratorios y las rutas del narcotráfico, hasta hoy, cuando ya operan como verdaderos carteles, asociados con los mexicanos de Sinaloa y Nueva Generación. El Plateado aparece enclavado en medio de un mar de cultivos de coca, más de 10 mil hectáreas; dicen los que estudian el fenómeno del narcotráfico que no debe ser extraño, pues la zona del municipio de Argelia concentra el 75 % de los cultivos de coca del departamento. Este sui géneris corregimiento, tiene más de dos docenas de hoteles, estación de servicio de combustible, colegio, un amplio comercio, sitios de diversión y una población confinada que ofrece mano de obra disponible a todo momento. No es un tema menor el hecho que muy cerca de allí, en lo alto de la cordillera, en López de Micay, exista una pista de aterrizaje.

Los colombianos nos acostumbramos a ver por los medios de comunicación cómo, durante muchos años, se ha venido desarrollando el conflicto del Cauca, especialmente en el sector del municipio de Argelia. Los enfrentamientos armados entre estructuras ilegales, y de estas con la Fuerza Pública, son frecuentes, especialmente, a partir del momento en que el Comando Específico del Cauca inició, en septiembre de 2023, una ofensiva militar para controlar el corredor del cañón del Micay. El pasado fin de semana, pudimos atestiguar el desarrollo de la Operación Perseo, adelantada por la Fuerza Pública contra el “desobediente” Estado Mayor Central, concretamente contra el frente Carlos Patiño, que se había posicionado abiertamente en el corregimiento El Plateado.

Perseo pudo haber sido una operación más de las tantas que ha adelantado el Ejército Nacional en ese sector, pero la maniobra inusual —por la cantidad de efectivos (1.400 hombres, según el Gobierno), el empleo de vehículos blindados de la caballería, con el poder de fuego que ellos aportan a la acción militar, y varios helicópteros (ninguno de los rusos, pues estos siguen en tierra)— dio un toque de espectacularidad al ingreso de las tropas al poblado. Hasta hoy, no se conocen los resultados concretos de tan costoso despliegue de fuerza, salvo la aparente captura de dos disidentes y la incautación de material explosivo guardado en una vivienda. Como es tradicional, los delincuentes salieron en desbandada, algunos huyeron cordillera arriba y otros se sumergieron entre la comunidad en la que viven.

Ese mismo día, aún sin consolidar el objetivo, el Gobierno anunció la visita al corregimiento de parte del gabinete para llevar el portafolio de la oferta institucional. La llegada de los funcionarios fue tan espectacular como la misma operación militar. Las redes sociales, por acción de los seguidores y bodegas afectas al mandatario, se saturaron dando a conocer el “histórico” evento. No hubo reunión con las comunidades, no se desarrolló ningún consejo de seguridad y, durante dos horas, la delegación gubernamental se paseó por las polvorientas calles del pueblo, luciendo cascos y chalecos blindados, posando y saludando, saludando y posando, prometiendo, además, que el gobierno del cambio no los iba a dejar solos, iba a construir un establecimiento de salud, llevaría internet a las casas y al colegio, y se trabajaría para sustituir las centenares de hectáreas de coca que rodea a tan sufrida comunidad. Pronto los helicópteros levantaron el vuelo con tan ilustres visitantes y mientras que toda Colombia aplaudía, según los activistas de las redes, por la osada decisión presidencial, en El Plateado, quedaron los soldados vigilantes, y en sus habitantes quedó el sinsabor de haber sido instrumentalizados, nuevamente, esta vez por el Estado.

De todo este show político militar queda la necesidad de entender la realidad generada por la ausencia del Estado, el cual —por décadas— ha pretendido ignorar el abandono social y dejar la acción de la Fuerza Pública como su única presencia, mientras los delincuentes construyen hospitales, puentes, carreteras, escuelas..., son los que solucionan conflictos y los que ofrecen las alternativas para la supervivencia de quienes viven en estas zonas. Llama la atención, y despierta mucha suspicacia, que en esta oportunidad no se pronunciaron, oponiéndose a Perseo, las ONG ni las guardias indígenas y campesinas, ni los personajes ni los funcionarios estatales que lo hicieron durante años, cuando en otros gobiernos se hacían operaciones con inferior poder militar.

Los delegados del Gobierno se hicieron presentes en el pueblo y los residentes esperan que el presidente los visite, como lo prometió desde la casa de Nariño, y muy seguramente después de que cumpla, sí es que lo hace, los delincuentes presionarán a las comunidades para que expulsen a las tropas, como acostumbran hacer, o sencillamente esperarán a que estas sean retiradas autónomamente, pues para ingresarlas a esta área, se dejaron otras zonas desprotegidas, sin unidades disponibles, dada la difícil situación del pie de fuerza del Ejército, que no permite mantener el control territorial de un lugar por largos periodos de tiempo. Todos los colombianos quedamos con la expectativa sobre la oportunidad, seriedad y efectividad de la oferta institucional que se va a llevar a El Plateado y si esta se hará de manera integral, contemplando la cabecera municipal y los otros corregimientos de Argelia, pues de no ser así, el remedio podría ser peor que la enfermedad.

De manera personal, celebro que quienes durante gobiernos anteriores fueron firmes opositores y críticos de la acción militar en los territorios hoy la aplaudan, así sea de manera tardía y solo por conveniencia política y mediática. El Plateado nos debe hacer entender que los desaciertos en la toma de decisiones dentro de la llamada paz total genera costos enormes, no solo en lo económico, sino en lo social, especialmente en vidas. El costo de la paz no puede ser a cualquier precio, pues cuando el Estado se somete a los delincuentes esperando que estos se conviertan en buenas personas, en virtud de la generosidad estatal, es pegarse un tiro en el pie. En un país tan descompuesto como el nuestro, la paz se debe construir con ejercicio pleno de la autoridad, con aplicación real de la justicia y mucha inversión social. Que el caso de El Plateado no termine en un panorama gris para las miles de personas que habitan en él, pues gris es el verdadero color de El Plateado oscuro.

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