OpiNión
El presidente de Netflix
No son los pretextos, presidente, son su significado. Usted prometió cambiar a Colombia. Quizás sea el momento de empezar por usted.
Colombia tiene a un mandatario que llega tarde a todo o simplemente no llega. Con una actitud de adolescente rebelde, al presidente se le agotan los pretextos, luego de más de 90 incumplimientos e inasistencias en tan solo un año de “cambio”.
El jueves de esta semana, por ejemplo, dejó metido al Consejo Gremial, después de que se conociera la paupérrima cifra de crecimiento del PIB de tan solo el 0,3 por ciento en el segundo trimestre del año. Esa misma tarde, plantó a los gobernadores de la costa Pacífica que habían pedido una reunión para abordar la terrible situación de inseguridad en la región. La gobernadora del Valle del Cauca, Clara Luz Roldán, confirmó que el mandatario no se había presentado aduciendo “quebrantos de salud”.
La semana pasada canceló su presencia en el cierre del Congreso de la Andi y dejó metidos a los empresarios e industriales de Colombia. Su pretexto, varios días después, fue que le tenían preparada una “grosera encerrona”.
Con los retrasos e inasistencias de esta semana, Petro ya completa cerca de 90 sucesos en los que falta al trabajo. ¿No son muchas faltas y ausencias para un trabajo al que el presidente dedicó casi toda su vida preparándose? ¿Cuál es el mensaje que quiere dejar cuando deja esperando a tantas personas? ¿No rayan sus pretextos en lo ridículo, como cuando su equipo señaló que al mandatario “no le gusta madrugar”?
Petro también deja plantados a los que él llama “su pueblo”: en Cartagena, además del congreso de la Andi, dejó metidos a los ciudadanos en el evento del “Diálogo Social por la Seguridad, la Paz y la Vida”, en el Coliseo Bernardo Caraballo. ¿Sería que esa humilde comunidad también le tenía preparada una grosera encerrona?
En materia de relaciones internacionales, el presidente también ha dejado esperando a sus homólogos. En la cena que ofreció en septiembre de 2022 Joe Biden, presidente de Estados Unidos, en el marco del encuentro de la Asamblea de las Naciones Unidas, no llegó. Tampoco se apareció para participar en la foto oficial de la COP27, en Egipto, en noviembre del año pasado, y al ser preguntado por la tardanza, dijo despectivamente que la foto era lo de menos, que lo importante era la conferencia que iba a dar. En agosto de este año tampoco llegó a la foto oficial de la Cumbre Amazónica en Brasil y dejó esperando a su anfitrión Lula da Silva.
¿Sería que los presidentes de esas naciones también le iban a hacer una grosera encerrona? Además, si la foto es lo de menos, ¿por qué con Nicolás Maduro siempre hay retrato oficial? O es que, con el dictador de Venezuela, ¿no hay peligro de encerronas?
Ante tantos incumplimientos es difícil no preguntarse ¿qué hace Petro cuando se desaparece en medio del ejercicio de sus funciones? ¿En manos de quién queda el país en sus constantes ausencias?
Como lo mencioné al comienzo los pretextos se acabaron y hasta colmaron la paciencia de los colombianos. En París se desapareció por largas horas a tal punto que los periodistas terminaron durmiendo en el piso de la embajada. Y en Brasil, hace pocas semanas, la excusa que dieron fue que había mal tiempo y no se podía despegar para regresar a Colombia.
Tantas faltas del mandatario han llevado a especular sobre su estado de salud mental y física para ejercer la presidencia. Por ello, los congresistas de la oposición radicaron una solicitud para que sea evaluado por un cuerpo médico. Ojalá ahora la narrativa del régimen no sea que el presidente es víctima de una oposición que no lo deja gobernar, porque esta situación tan particular es creada y ejecutada por el propio Gustavo Petro. ¿No sería más sencillo asistir a todos los compromisos? Es que desde que empezó su mandato ha dejado plantado al gabinete de ministros, a las fuerzas armadas, los alcaldes, los gobernadores, las comunidades, los empresarios, campesinos, periodistas, líderes mundiales, presidentes y hasta a la isla de San Andrés y Providencia cuando se iba a leer el fallo histórico de La Haya, a donde llegó una semana después.
La lista de pretextos es de no acabar: que se siente enfermo, que está viendo Netflix, que tiene jet lag, que está en reuniones de seguridad nacional, que hay mal clima, que le van a hacer encerronas. El presidente desempeña un cargo en el que representa a todos los colombianos, por eso dejar esperando al presidente de Suiza, como sucedió por haberse quedado en Brasil por un supuesto mal tiempo, arrastra por el suelo la enorme dignidad como primer mandatario de la nación.
Las desapariciones anteceden a una agenda intensa en donde el presidente Petro tiene la costumbre de tratar de ponerse al día de forma frenética, poco institucional, técnica y ordenada, dando anuncios por doquier. Esta semana, desde Ciénaga de Oro, le comunicó al país de un proyecto de ley para perdonar a los narcos, al tiempo que exigía que los empresarios del país, ahogados por la reforma tributaria del “cambio”, pagaran más impuestos.
En las ausencias, y ante la desidia y el desprecio del Gobierno por los ciudadanos honrados, el país sigue derrumbándose. Más de 500 municipios están en alerta por la violencia y en un alto riesgo de ver en peligro las elecciones regionales. Entre tanto, Gustavo Petro se dedica a contar en sus redes sociales los pormenores de las series de televisión que ve los domingos, mientras que las carreteras del país se ven azotadas por la acción de esos violentos que Petro está obsesionado en perdonar.
No son los pretextos, presidente, son su significado. Usted prometió cambiar a Colombia. Quizás sea el momento de empezar por usted.