OPINIÓN

El procurador candidato

Cuando le preguntaron sobre su impedimento en el caso Odebrecht, el funcionario respondió indignado, tartamudo y con evasivas.

Vicky Dávila, Vicky Dávila
7 de diciembre de 2019

Es vergonzoso y muy grave que en Colombia el procurador general de la nación parezca más un candidato presidencial que el jefe del ministerio público: en el mundo político se comenta en voz baja y con preocupación que Fernando Carrillo está en campaña. Lo que hace, cómo lo hace y lo que dice lo delatan. Pero su candidatura política es bastante precoz y dañina. El país necesita un disciplinador ejemplar. A mi juicio, Carrillo no lo es.

Sus resultados son pobres: ¿dónde están las grandes investigaciones que ha liderado el procurador? Eso sí, ha recorrido el territorio nacional, entre besos, abrazos, aplausos, camisetas y discursos populistas. Su estilo es más el de un funcionario oportunista que, solapadamente, se atreve a darle órdenes incluso al presidente de la república, como ocurrió durante el inicio del paro. En una carta de diez puntos, prácticamente le dijo a Iván Duque todo lo que tenía que hacer y lo conminó: “Es imprescindible su participación directa”, dejando al presidente sin salida.

Con tantos escándalos de corrupción, Carrillo solo se dedicó a perseguir a Rodolfo Hernández, quien desesperado por una y otra suspensión terminó renunciando a la Alcaldía de Bucaramanga. ¿Querían sacarlo del camino? Hernández tiene aspiraciones presidenciales.

¿Qué hizo el procurador con los escandalosos audios, revelados en la pasada campaña, en los que se evidenciaba la podredumbre de la política en Cartagena? Nada.

No quiero pensar mal, pero por esos días a Fernando Carrillo lo vieron en el Congreso con el presidente del Senado, Lidio García, quien salía salpicado en el escándalo. Por pura coincidencia, García debía tramitar la discusión del impedimento del procurador para conocer sobre las investigaciones de Odebrecht que tuvieran que ver con los intereses de Luis Carlos Sarmiento, su exjefe, a quien ocultó cuando lo eligieron procurador. Hasta hoy, Lidio no ha dado luz verde para la discusión. Curiosamente, la Procuraduría tampoco ha avanzado en las investigaciones para descubrir por qué en las grabaciones mencionan al presidente del Senado y a su primo Dumek Turbay, gobernador de Bolívar. ¿Ayúdame que yo te ayudaré? A propósito, varios de los más altos funcionarios de las instituciones del Estado se sorprendieron al escuchar el nombre de Turbay en los escandalosos audios, porque solo días antes habían sido convocados al despacho del procurador, quien los esperaba con el mencionado gobernador.

Hace pocos días escuché a la periodista Laura Palomino en La W preguntándole a Carrillo sobre su impedimento en el caso Odebrecht; el funcionario respondió indignado, tartamudo y con evasivas. Paradójicamente, habiéndole marcado tarjeta a Sarmiento, el procurador fue el más incisivo a la hora de exigirle al entonces fiscal Néstor Humberto Martínez que se declarara impedido en el mismo caso. ¡La autoridad moral a la medida de los protagonistas!

La verdad es que para hacer esta columna conversé con muchos funcionarios y políticos preocupados con el papel del procurador Fernando Carrillo. Pero, no nos digamos mentiras, a Carrillo le tienen terror.

Mientras tanto, seguimos esperando, entre otras, las decisiones de la Procuraduría en el caso de los parlamentarios involucrados en el escándalo de la Ruta del Sol que hacían parte del grupo Bulldozer y que estaban fletados por la multinacional. Los expedientes le llegaron en 2017; mucho tiempo.

En su lista de “logros”, Carrillo cuenta con la versión de algunos magistrados y exmagistrados del Consejo Nacional Electoral que aseguran que él fue el verdadero cerebro detrás de la prescripción de las investigaciones por la financiación de Odebrecht a las campañas de Juan Manuel Santos. La verdad es que para hacer esta columna conversé con muchos funcionarios y políticos preocupados con el papel del procurador Fernando Carrillo. Pero, no nos digamos mentiras, a Carrillo le tienen terror. En la Fiscalía lo miran con reserva porque dicen que se ha querido tomar atribuciones que no le corresponden, mientras en el Congreso se sienten permanentemente amenazados por quien los puede investigar.

El que no quiere ni verlo es su mentor político, el expresidente César Gaviria, quien ya copó su rosario de motivos con el procurador. Aunque Carrillo ha hecho de todo para acercarse, Gaviria está indignado porque considera que se ha dedicado a perseguir a quienes no le rinden pleitesía o se convierten en un obstáculo para sus aspiraciones presidenciales. Incluso se lo ha dicho personalmente y quiere promover una ley que prohíba al procurador, al fiscal y al contralor tener aspiraciones políticas inmediatas. Recordemos que Carrillo fue su ministro de Justicia y, a pesar de que salió del Gobierno antes de la fuga de Pablo Escobar de La Catedral, terminaron investigándolo. Aunque logró que le revocaran la sanción en su contra, la polémica por estos hechos no ha terminado.

Quisiera dejarle algunas preguntas al señor procurador en esta columna: ¿ha sacado partido de la Procuraduría como fortín democrático para pavimentar su campaña presidencial? ¿Cuánto dinero ha gastado en pauta publicitaria en medios de comunicación? ¿Es cierto que tiene o ha tenido gente a su servicio para manejarle y proyectarle la imagen, especialmente en tiempos de crisis, cuando denunciamos en esta columna su relación laboral formal con Luis Carlos Sarmiento? ¿Es cierto que toma decisiones como una retaliación contra sus críticos? ¿Todo esto será una calumnia de sus temerosos opositores políticos, o simplemente se trata de verdades, duras, pero al fin y al cabo, verdades?

Doctor Fernando Carrillo, si quiere ser presidente, lo primero que tiene que hacer es renunciar y hacer campaña por fuera de la Procuraduría. En Colombia no necesitamos un procurador candidato. Y recuerde: todos los procuradores y fiscales que han sido candidatos presidenciales han padecido el fracaso electoral, porque la gente no es boba.

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