Mario Posada García Peña

Opinión

El rol de la academia en el desarrollo sostenible

Si queremos que la consolidación de la paz sea mucho más que el silencio de las armas, debemos comprender que el desarrollo sostenible va más allá de ser un concepto inclusivo o ambicioso.

3 de noviembre de 2022

La construcción de un mundo donde haya igualdad de oportunidades real y accesible es uno de los temas que encabeza la agenda global. Pero dar respuestas efectivas a las necesidades actuales no ha sido una tarea sencilla, aun cuando se cuente con una ruta común que tiene como objetivo principal conseguir una mejor calidad de vida para todos.

En otras palabras, no son suficientes los buenos propósitos que tengamos para proteger el planeta y para acabar con la pobreza en todas sus formas, con el fin de garantizar una vida sana y promover la seguridad, la industrialización inclusiva y el acceso a una energía asequible y segura.

Tampoco basta con aspirar a un crecimiento económico que permita reducir la desigualdad, mediante la generación de trabajos dignos y productivos, de modalidades de producción y de consumo sostenibles. Es momento de poner en marcha nuevas estrategias para trabajar con más fuerza por la seguridad y el bienestar común a nivel global.

No es desconocido que las metas de desarrollo sostenible del milenio no se alcanzaron de la forma que se esperaba. Por eso es importante superar los obstáculos que han retrasado su cumplimiento ¿cuáles han sido los mayores impedimentos?

Principalmente las sobre exigencias a los recursos naturales, causadas por el actual sistema de consumo y distribución, sumadas al surgimiento de una serie de crisis y conflictos mundiales interconectados, como la pandemia derivada del covid-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania, los cuales han exacerbado la crisis económica, sanitaria, energética, social y ambiental, poniendo en riesgo el cumplimiento de los ODS y la agenda 2030.

De acuerdo con el informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible del año 2022, el mundo está viviendo el mayor número de conflictos desde la creación de Naciones Unidas.

Las consecuencias han sido atroces: 2 mil millones de personas –aproximadamente- viven en países afectados por conflictos, el número de refugiados y de desplazamientos forzosos es el más alto registrado y continúa incrementándose.

Adicionalmente, cerca de 15 millones de personas han perdido la vida, más de 147 millones de niños no pudieron educarse de manera presencial, lo cual afectó significativamente su aprendizaje y bienestar, sin dejar de lado que el índice de personas que viven en la pobreza extrema es aún mayor que en el año 2020.

Si bien el panorama mundial es bastante complejo, no es momento de preocuparnos sino de ocuparnos; de buscar soluciones viables y prontas.

Debemos empezar por planificar y gestionar, para luego fomentar alianzas estratégicas que nos permitan alcanzar las metas propuestas a nivel local y, posteriormente, global. Es momento de apoyar(nos) y complementar(nos) desde las diferencias.

Ahora bien, con una economía tan frágil y una humanidad que ha sido duramente golpeada por la creciente desigualdad, el riesgo para la paz y la crisis ambiental y sanitaria, entre otros aspectos, no ha sido posible alcanzar un ritmo de mejora que permita cambiar los hábitos de consumo y garantizar la transición hacia un mundo más sostenible, especialmente en los países que, por encontrarse en vía de desarrollo, tardan más en reaccionar.

Por eso, resulta indispensable que se planteen líneas de acción efectivas entre los gobiernos, la academia y los ciudadanos como un camino seguro para alcanzar una recuperación transformadora.

Hoy más que nunca las instituciones educativas cumplen un papel fundamental en la construcción de un desarrollo sostenible que perdure en el tiempo. Su compromiso es fundamental, pues son las encargadas de formar y madurar líderes capaces de enfrentarse con este desafío, tanto en la actualidad como en el futuro.

Por eso, es indispensable hacer una adecuada integración de los ODS en los diferentes programas académicos, así se garantiza una educación integral y de calidad, además del aporte de nuevas estrategias e ideas innovadoras que nos permitan superar los grandes retos que han quedado postergados a raíz de las crisis y conflictos que la humanidad ha tenido que enfrentar durante los últimos años.

Esto nos permitirá tomar mayor conciencia acerca de la importancia que tiene la sostenibilidad en los diferentes aspectos de la vida cotidiana, con el fin de integrar las dimensiones económicas, sociales y ambientales del desarrollo sostenible para mejorar los indicadores en los diferentes sectores.

Evidentemente estamos ante una importante coyuntura donde los constantes cambios nos generan mucha incertidumbre.

Por eso, como rector de la Universidad de América he aceptado el llamado a trabajar en pro del cumplimiento de los ODS en todos los contextos, comprendiendo que nuestro aporte es fundamental si queremos alcanzar una sostenibilidad integral a nivel social, ambiental y económica.

Con la creación de programas que tengan la sostenibilidad como eje transversal, hemos venido aportando herramientas que consolidan la implementación de un enfoque integrado para el desarrollo del país (y del mundo); que nos permitan avanzar hacia una economía circular y hacia un cambio cultural que den como resultado una mejor calidad de vida.

Si queremos que la consolidación de la paz sea mucho más que el silencio de las armas, debemos comprender que el desarrollo sostenible va más allá de ser un concepto inclusivo o ambicioso.

Es relevante fortalecer las líneas de investigación desde dos frentes: el formativo y la investigación formal.

Esto nos permitirá encontrar soluciones a las necesidades concretas de la población, consolidando alternativas que consigan mitigar las múltiples consecuencias que han dejado las crisis a las cuales hemos tenido que enfrentarnos, para avanzar de manera igualitaria mediante la cooperación activa de toda la sociedad en su conjunto.

Es momento de fomentar la participación informada, de satisfacer las necesidades presentes sin poner en riesgo las generaciones futuras; es tiempo de llevar a cabo el cambio que el planeta está reclamándonos.

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