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JORGE HUMBERTO BOTERO

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El rosario semanal

Han pasado tantas cosas importantes en los últimos días, que he decidido tratar en conjunto algunas de ellas.

Jorge Humberto Botero
27 de agosto de 2024

En uno de sus recientes discursos, Petro se refirió a un episodio trágico de la historia nacional: el asesinato de millares de militantes de la Unión Patriótica, un grupo político de izquierda surgido a comienzos de los años ochenta bajo los auspicios del presidente Betancur. Ese genocidio se extendió hasta comienzos de este siglo. La hipótesis dominante sobre la causa de estos crímenes consiste en la “combinación de las formas de lucha”, que la izquierda revolucionaria de entonces practicaba. Se entiende por tal el juego simultáneo de la política civil y la acción armada.

Esa postura concitó contra sus integrantes la acción homicida, de ordinario indiscriminada, por eso se la califica como “genocidio” de militares, paramilitares y de las propias Farc, que veían con malos ojos esa estrategia por resultar contraria a la toma del poder por las armas.

Para el presidente, la explicación verdadera es sencilla: a esos compatriotas los mataron “los ricos”. Su objetivo, al igual que en otras ocasiones, es manipular la historia nacional en función de su visión maniquea: en Colombia hay pobres, que son producto de la explotación y la esclavitud, y ricos a los que hay que repudiar por su generalizada condición de criminales. Para él, anticapitalista acérrimo, tener éxito económico no es legítimo.

El decreto que prohíbe las exportaciones de carbón a Israel obedece a un acto de clarividencia suma de quien nos gobierna: nuestro carbón es insumo para la producción de artefactos explosivos usados para matar niños en la Franja de Gaza. Colombia, como parte de la comunidad internacional, debería haber participado en la promoción de una tregua, paso previo para que, más adelante, se puedan adelantar negociaciones de paz entre Israel y Palestina. Otro fue el camino elegido por Petro, que sólo ve víctimas y victimarios, posición que comparte con gobiernos totalitarios, amigos suyos.

Desde esa posición extremista, que el país pierda unos ingresos significativos, que son tanto privados como estatales, carece de importancia. Tampoco que, como ya debe haber sucedido, Israel suspenda la provisión de repuestos -que nadie más puede proveer- a la Fuerza Aérea; y los cañones para los fusiles de dotación del Ejército y la Policía. Tiene su lógica: está convencido de que la paz total está a la vuelta de la esquina. No necesitamos armamento. El diálogo con los violentos surtirá efectos.

Traigo a colación este tema para advertir la gravedad del precedente. Ocurre que uno de los pilares de nuestra Constitución (art. 333) consiste en que “La actividad económica y la iniciativa privada son libres”. A lo que añade que “nadie podrá exigir permisos previos ni requisitos, sin autorización de la ley”. Por supuesto, si esas restricciones no son posibles, menos lo será, por ser mucho más intrusiva, la prohibición de exportar.

Estuve buscando en el decreto la indispensable habilitación legal para que pase el examen judicial. Encontré vagas consideraciones sobre la paz mundial y el respeto de los derechos humanos que no son suficientes para sustentar la decisión. Es indispensable una regla legal, clara y precisa, que habilite la intervención gubernamental. Si lo que se hizo en este caso es válido, sería el gobierno, y no la ley, el que defina el ámbito de la libertad empresarial. Terrible, incluso si nos gobernara sor Teresa de Calcuta…

Esta ausencia de fundamentación no sorprende. Mientras la politica jurídica de los distintos gobiernos ha consistido en procurar que las normas que dicte se ajusten a las reglas superiores, el actual no escatima riesgos. Sí pasan el escrutinio, “santo y bueno”. En caso contrario, esos reveses servirán para señalar que las élites tradicionales, que controlan el aparato judicial, le impiden gobernar.

El gobierno ha presentado al Congreso, para 2025, un presupuesto deficitario; descartó, por lo tanto, la posibilidad de que el necesario equilibro se obtenga por la vía de reducción del gasto. Prefiere pasarle la ‘papa caliente’ al Congreso: la adopción de nuevas fuentes de ingreso. Para ocultar su carácter tributario, ha dicho que propondrá inversiones forzosas a los bancos, las cuales, por supuesto, afectarán a ahorradores y tomadores de crédito.

Una opción interesante para el Parlamento consistiría en aprobar el monto total del presupuesto, luego de revisada la estructura del gasto, pero no aprobar la ley de financiamiento. Así obligaría al gobierno a ‘darse la pela’ y recortarlo el año entrante, tal como tuvo que hacerlo en la actual vigencia.

Cabe también la posibilidad de dejar vencer la fecha para su aprobación (20 de octubre), lo cual implicaría que regiría el presupuesto desfinanciado presentado por el gobierno. La consecuencia, en tal caso, es la misma: forzar al gobierno a ser austero. Y, de paso, indicarle que su manejo financiero no es creíble, que carece de autoridad moral para administrar recursos, y que es sospechoso el uso que de ellos haga ahora que está en campaña electoral.

Petro le tiene pavor a la pérdida de investidura por violación de topes en la campaña electoral. Tanto que a pesar de que la Constitución la contempla, la llama “golpe blando”. Para lograr la parálisis plena de ese proceso se requieren dos cosas: (i) que el petrismo y sus aliados controlen la Cámara de Representantes, (ii) y que se logre evitar que el Consejo Nacional Electoral establezca que los topes fueron violados y proceda a imponer sanciones pecuniarias al presidente y al gerente de la campaña. Sería este un durísimo golpe, incluso si el proceso de destitución en el Congreso no avanza.

El primer objetivo parece estar asegurado. No el segundo. El Consejo de Estado ha confirmado, en fallo inapelable, que el Consejo Nacional Electoral (en donde no es claro que Petro tenga mayorías) debe decidir sobre la ponencia que ya presentó la comisión investigadora, en la que se documentó con suficiencia la gravedad de lo ocurrido. “De malas”, presidente.

Briznas poéticas. Ana Blandiana nos enseña a mirar la muerte de otra manera: “Mueren los insectos en el aire, / Sonriendo, / Caen, segados suavemente, sin dolor, / Caen sobre los hombros y los cabellos, / La luz, / Los envuelve en una mortaja, / Como hermanos, a todos”.

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