OPINIÓN

El salto de la rana

Si el país quiere consolidar una senda de desarrollo verde, ésta debe incluir un uso eficiente de los recursos, lo que implica un mayor nivel de circularidad que resulta en una menor intensidad en el uso de materiales en la economía.

Sostenibilidad.Semana.com
14 de diciembre de 2017

El Renacuajo Paseador es una de las poesías que mi generación se aprendió de memoria. Para los que no la recuerdan, relata las aventuras de un joven renacuajo luego de salir de su casa que terminan trágicamente en el buche de un pato. Las ranas también han servido para que los hacedores de política expliquen cómo, a veces, los países o sociedades no pueden seguir una senda de desarrollo lineal, sino que deben saltarse etapas para llegar a un estado ideal. Esta expresión viene siendo usada en el ámbito de las políticas para enfrentar el cambio climático, donde los países en lugar de desarrollar infraestructura energética basada en combustibles fósiles para proveer acceso a áreas no electrificadas, establecen sistemas basados en energías renovables utilizando nuevos modelos de generación y distribución. Así, las economías se saltan un paso y alcanzan a sociedades más ricas en un menor lapso de tiempo evitando los errores cometidos por aquellas en el pasado.

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El salto de la rana también se puede aplicar en el campo del crecimiento verde y la economía circular. En este ámbito, el salto de la rana implica proteger y estimular actividades y negocios como los servicios de reparación y mantenimiento y los negocios que arriendan bienes y productos en lugar de venderlos. Ejemplos de estos servicios y negocios incluyen el señor zapatero de la esquina a donde la mamá llevaba los tacones y las botas para cambiarle la suela, o la modista a quien se le encargaba cambiar cremalleras o poner parches en los codos de las chaquetas cuando el uso resultaba en el desgaste de la tela. O el puesto en el centro comercial que vende los repuestos para el celular y que se los instala por una módica suma. No obstante, por diversos motivos que van desde los económicos, políticos hasta culturales, estas actividades vienen desapareciendo en el país.

Si el país quiere consolidar una senda de desarrollo verde, ésta debe incluir un uso eficiente de los recursos, lo que implica un mayor nivel de circularidad que resulta en una menor intensidad en el uso de materiales en la economía. Para lograrlo hay que apoyar iniciativas que promuevan la circulación de materiales que aumenten la longevidad de los productos y fortalezcan las capacidades de quienes ya lo vienen haciendo. Existen diferentes estrategias para hacerlo, una muy interesante es el apoyo a espacios donde se fortalecen y comparten conocimientos sobre cómo lograrlo. Espacios para hacer (‘maker-spaces), los laboratorios de fabricación (‘fab labs´) y los cafés para reparar (´repair cafes´) son promovidos por diferentes actores como estrategias para crear las capacidades que permiten alargar el ciclo de vida de los productos.

En Colombia aún tenemos este tipo de prácticas y negocios que han florecido por razones distintas a las de los países europeos, pero que afortunadamente se han negado a desaparecer. Si el país se está tomando en serio lograr un crecimiento verde, tiene que encontrar la manera de saltarse el paso en el que este tipo de prácticas desaparecen, y asegurar que son integradas en la agenda política. Esta integración debe incluir incentivos para que los microempresarios que proveen estos servicios puedan formalizarse, entrenarse y mejorar sus espacios de trabajo. También tiene que incluir estrategias para que los consumidores valoren estas actividades y las demanden. El país no tiene que seguirle los pasos a Europa o Estados Unidos, puede saltárselos y crear un modelo de desarrollo que revalorice prácticas de antaño y que se fundamente en una visión circular del futuro, y no terminar como Rin Rin Renacuajo, a la deriva y al interior del estómago de un animal más grande.