OPINIÓN

El secreto para vencer

La Operación Jaque, basó su éxito en el estudio de un antiguo principio, aniquilar la resistencia del adversario sin recurrir a la violencia armada.

Semana
2 de julio de 2009

Ha pasado un año desde el momento en que los medios de comunicación de Colombia y el mundo, registraron con grandes titulares la liberación de 15 secuestrados en poder de las Farc. Se hablaba de los logros de la inteligencia técnica, de la pericia de los pilotos de la aviación del Ejército, del acto de heroísmo por parte del grupo de hombres y mujeres que realizaron el engaño.

Luego del exitoso rescate miembros de distintas agencias de inteligencia, especialmente de Europa, viajaron al país para conocer cada detalle de la operación, mostrando su admiración por la estratagema utilizada. Sin embargo, a la par con ese reconocimiento surgieron todo tipo de conjeturas, se preguntaban algunos escépticos, cómo un grupo de colombianos podía idear algo tan detallado y profesional; otros, lanzaron la perversa teoría del pago de una millonaria suma por la liberación de los rehenes.

Aunque es común, en Colombia, desconfiar de nuestras propias capacidades, esta comprobado que toda la operación, desde la idea inicial, hasta el producto final, fue realizada por miembros de inteligencia del Ejército. Además no por ser avezados terroristas, los integrantes de las Farc están exentos de caer en el engaño. Se sabe de varias operaciones encubiertas, mucho menos publicitadas, en las que han sido objeto de tretas planeadas por los militares.

A quienes aun dudan de la hazaña lograda por el Ejército, es importante recordarles que la inteligencia ha sido una constante desde tiempos remotos, y que en ese campo no existen límites para la imaginación. Por ello el estudio de la historia, en particular de algunas operaciones especiales, fue básico para idear la Operación Jaque.

Los textos de historia recogen numerosos ejemplos de espionaje. El faraón Ramses II, en su reinado de 67 años entre los siglos XIII y XII a.C., utilizó a menudo la figura del espía; en la antigua Esparta se desarrolló una técnica muy ligada al espionaje que ya utilizaban egipcios, asirios y babilonios: la criptografía o arte de escribir un texto en clave; y los soberanos aqueménidas, que dominaron Persia entre los siglos VI y IV a.C., pudieron controlar su imperio gracias a hombres de su confianza conocidos como los “oídos del rey”. 

El célebre Julio César hizo uso de la criptografía para que sus mensajes, aunque fueran interceptados, no los entendieran sus enemigos. Según Aulo Gelio, escritor romano, Julio César anteponía a cada letra otras cuatro para hacer incomprensibles los textos. 

Alfredo el Grande, rey de Inglaterra en el siglo IX, llegó a convertirse él mismo en espía en la guerra que libraba contra Dinamarca. Vestido de juglar y cargando un arpa, se adentró en un campamento enemigo y confraternizó con la soldadesca. Así supo con antelación cómo y cuándo se iban a producir los ataques rivales.

Poco a poco la inteligencia evolucionó hasta dejar de ser una actividad casi improvisada, encargada a voluntarios bienintencionados o profesionales de la insidia. Uno de sus precursores fue sir Francis Walsingham, secretario de Estado y consejero privado de Isabel I de Inglaterra, quién organizó en el último tercio del siglo XVI una red de inteligencia con espías en otros países, entre ellos España. Ello le permitió, por ejemplo, conocer con antelación la calidad y el número de navíos que conformaban la Armada Invencible, que el rey español Felipe II pensaba enviar contra la isla. 

No puede dejar de mencionarse a Joseph Fouché, ministro francés de la época posrevolucionaria, quién es sin lugar a dudas el precursor de los grandes servicios secretos. Su alcance era tal, que aun estando al servicio de Napoleón sabía que pensaba el emperador, pues Josefina era una de sus agentes a sueldo.

Pasando por alto épocas, ejemplos históricos y nombres, llegamos al grupo que trabajó en la planeación de la Jaque. Ellos tomaron como modelo especial para su estudio la Operación Fortitude, una estratagema de inteligencia que permitió el éxito en la mayor invasión por mar en la historia: el desembarco de Normandía.

Pocos saben que en esa histórica gesta jugó un papel fundamental un hombre de inteligencia, el ciudadano español Juan Pujol García. Éste personaje en tiempos de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en doble agente, poniéndose al “servicio” de dos agencias de espionaje, el MI5 británico y la Abwehr alemana, guardando siempre lealtad con la causa aliada.
 
Para los alemanes su nombre en clave era “Rufus”, aunque llegó a utilizar también el de “Arabel”. Para los británicos “Bovril”, sin embargo estos últimos tras conocer sus dotes persuasivas lo bautizaron “Garbo”, en homenaje a una famosa actriz sueca de la época. Garbo creó para los alemanes, una organización inexistente, una red conformada por “agentes” que eran tan solo una invención suya. Él y sus quiméricos ayudantes, inundaron a los alemanes con informes convincentes sobre fortificaciones, concentraciones de tropas, envíos de armas y movimientos de barcos británicos.
 
Como se esperaba, sus informes se aproximaban a lo que los alemanes esperaban oír, por lo cual iban cayendo redondos frente a sus engaños. Tan perfecto era su trabajo, que le permitió recibir de los dos países para los que trabajaba, sendas condecoraciones, los ingleses lo condecoraron con la “Orden del Imperio Británico” y casi al mismo tiempo recibió la “Cruz de Hierro”, alemana, por sus meritorios trabajos de inteligencia

El gran paso a la historia del espionaje, lo dio al engañar a los alemanes sobre el desembarco en Normandía, el famoso “Día D”. Insistía el espía español, que el grueso de las tropas aliadas esperaba en el paso de Calais, al norte de Francia, el punto más cercano a la costa inglesa y el más lógico en donde desembarcar. Para fortalecer su trabajo de desinformación, envió a través de sus “espías” más de quinientos mensajes a la Embajada de Alemania en Madrid, los cuales eran traducidos y enviados a Berlín, dando cuenta de supuestas concentraciones de tropas en el sur de Inglaterra listas para ser movilizadas al norte.
 
Hizo creer, además, que llegaría como fuerza principal de asalto el ejército de Patton que, la verdad, sólo existía en el papel. Para dar credibilidad a la idea del desembarco en el lugar que él había indicado, los británicos hicieron flotar frente a las costas de Dover, barcazas de concreto, construyeron puertos de cartón-piedra y tanques de caucho. La estrategia alemana se diseñó alrededor del desembarco en Calais, convencidos que el desplazamiento de tropas en Normandía era sólo una operación de distracción. Hitler confiado, en el espía español, ordenó retener a la división blindada. Cuando los alemanes se dieron cuenta que el desembarco era real, la cabeza de puente estaba consolidada y habían perdido la batalla. El ardid había funcionado.

La operación significó un gravísimo golpe en la moral y confianza del comando central alemán. Limitando a su vez el ritmo con el que la inteligencia alemana catalogaba y difundía información estratégica del enemigo a sus generales. De hecho, y por más curioso que parezca, la Operación Fortitude, creó el ejército inexistente que más daño hizo a su enemigo.

Terminada la guerra, Pujol vivió en Venezuela bajo un nombre ficticio por 40 años. Con la ayuda del periodista británico, Nigel West, escribió sus memorias en el libro "El Espía del Siglo". Fue condecorado en 1985 por la Reina Isabel.

Se asegura de buena fuente, que el estudio de esquemas de inteligencia como el utilizado por Garbo, así como la lectura cuidadosa de textos antiguos escritos por Eneas el Táctico y Polieno, fueron fundamentales para el éxito de la Jaque, lo que demuestra el valioso esfuerzo académico e investigativo desarrollado por los miembros de inteligencia para el logro de su objetivo.

Ojala algún día se escriba la verdadera historia militar de esta acción, dejando de lado lo emocional, concentrándose más en conceptos estratégicos y tácticos, particularmente en la exitosa estratagema desarrollada. Un trabajo tan perfecto, cuyos resultados obligan a recordar la frase de Churchill “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos”.

*César A. Castaño es historiador militar


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