Opinión
El sistema electoral venezolano: faro y luz
Dicen los optimistas que la base electoral de hueso petrista no superará el 30 % de los votos en las presidenciales de 2026, por lo que será inminente el cambio hacia la derecha o hacia la centroderecha.
Me impresiona la ingenuidad electoral de nosotros, los colombianos. Escucho diariamente a muchas personas, incluso de opinión calificada, que expresan tranquilidad y esperanza porque -sumando a ojo de buen cubero- al candidato de Petro no le alcanzarán los votos en 2026 y, ergo, le podremos decir adiós a la pesadilla de estos cuatro años. Lo ven así de simple.
Dicen los optimistas que la base electoral de hueso petrista no superará el 30 % de los votos en las presidenciales de 2026, por lo que será inminente el cambio hacia la derecha o hacia la centroderecha. Algo similar vimos reflejado en las actas que tiene en su poder María Corina Machado, en las que Maduro no parece haber superado el 30 % de preferencia electoral. ¿Y? ¿Sirvió de algo ese resultado electoral?
Por eso resulta vital que protejamos nuestro sistema electoral, ahora que aún no ha sido del todo intervenido y controlado por el gobierno del cambio. Preocupan en ese sentido las intenciones del Gobierno nacional contra el registrador nacional, Hernán Penagos, quien es una piedra en el zapato para Petro. Los hechos son tozudos: Petro, de forma directa, ha expresado en varias ocasiones su desacuerdo con el actual registrador nacional y en el Consejo de Estado cursa una demanda contra el nombramiento de Penagos.
“Desde un primer momento lo afirmé y por eso la detuve. Thomas Greg, empresa privada, no puede monopolizar los datos de los colombianos y al mismo tiempo escrutar elecciones. Eso es un peligro inmenso para la democracia. El software de escrutinio de la Registraduría debe cambiar…”, afirmó Petro.
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Y Penagos, que hasta ahora no se ha dejado intimidar, respondió: “Los datos de los colombianos no los maneja esa empresa, los datos de los colombianos los administra, hace ya varias décadas, una empresa francesa que se llama Idemia; esos datos son de la Registraduría y son administrados tecnológicamente por los franceses… Cuando sea el momento apropiado, la Registraduría llevará a cabo los procesos de selección que sean pertinentes y con base en esos procesos de selección llegarán algunos proveedores que presten ese servicio. Hay un software, y ya se hizo un primer proceso utilizado en elecciones nacionales presidenciales, ya hay una herramienta importante que fue validada y ejecutada por los magistrados del CNE”.
Más claro no puede ser. Petro quiere controlar la Registraduría para, entre otras pretensiones, poner su proveedor de software electoral.
Es la misma estrategia del dictador Maduro, que tomó control del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela -que tiene competencias similares a las de nuestra Registraduría Nacional- a través de la Asamblea Nacional, que es controlada por el régimen. Controlado el CNE, el oficialismo puso al proveedor de software de bolsillo, Smartmatic, que hace lo que Maduro diga. Proveedor que, por cierto, debemos vigilar porque opera en Colombia. Y para redondear la estrategia, la dictadura también controla el Tribunal Supremo de Justicia, que jugó un rol protagónico en la inhabilitación de los candidatos de oposición como María Corina Machado, ¡y varios!, más.
Entonces, volviendo a Colombia, si el Consejo de Estado falla a favor del demandante, Petro tendrá el escenario despejado para poner registrador nacional de bolsillo. Sería el inicio de la destrucción institucional de nuestro sistema electoral.
La preocupación se profundiza con la reacción del gobierno colombiano, y particularmente de Petro, ante el claro fraude electoral que confirmó lo que era obvio en el corrupto sistema electoral venezolano. Dos días después de conocerse el resultado, el presidente no condenó la actuación del régimen de Maduro e insinuó que las partes deben negociar para aceptar lo inaceptable. Y su alfil Gustavo Bolívar, un día antes, destacó al sistema electoral del país vecino como uno de los mejores del mundo. “El sistema electoral venezolano es de los más sólidos, confiables e invulnerables”. Ya sabemos, así, cuál es el ejemplo que ilumina al petrismo que nos gobierna.
Es previsible entonces que el modelo de fraude electoral venezolano se convierta en faro y luz del petrismo para 2026. Pasado el lamentable chaparrón por manifestaciones, incendios y muertos, que seguramente el régimen venezolano tenía dentro de sus cuentas tras el “triunfo”, podría venir la sinergia del gobierno venezolano con el colombiano para transferir “las claves” del éxito hacia el petrismo.
No podemos entonces, ante esta inminente amenaza, quedarnos de brazos cruzados, viendo desde la tribuna la toma de control de nuestro sistema electoral por el Gobierno nacional, con la nefasta influencia del madurismo. Es momento de crear un observatorio o veeduria multipartita, con la sociedad civil y el sector privado como protagonistas, para ejercer el mayor escrutinio posible sobre las actuaciones y decisiones del Ejecutivo relacionadas con nuestras instituciones electorales.
También es momento de que los partidos de oposición a Petro y los medios pongan el ojo sobre la relación del gobierno venezolano, en la nueva etapa del régimen, con el gobierno colombiano, porque las conversaciones y acuerdos seguramente se intensificarán en los meses que vienen. De lo contrario, las elecciones 2026 en Colombia también serán una pantomima.