OPINIÓN
El tiempo de Sarmiento
Los periodistas de ‘El Tiempo’ tendrán que escribir a sabiendas de que todo lo que abordan está relacionado con el dueño.
En días pasados columnistas como María Isabel Rueda y Patricia Lara han coincidido en afirmar que la compra del diario El Tiempo por parte de Luis Carlos Sarmiento Angulo no va a alterar la independencia con la que los medios deberían informar sobre el poder económico que hoy concentra este empresario, sin duda el hombre más poderoso del país. Según ellas, esta compra no afecta la libertad de prensa ni de expresión y, por el contrario, el periodismo puede salir ganando, porque de ahora en adelante estará al frente de un diario tan emblemático como El Tiempo un gran empresario que, además de ser un convencido filántropo, es una excelente persona.
No comparto su tesis, aunque concuerdo con ellas en que Luis Carlos Sarmiento es un gran empresario y en que su historia de éxito es una epopeya admirable: un colombiano que a los 23 años decide no volver a ser empleado de nadie; que con un capital de 10.000 pesos, fruto de su primer trabajo, funda su empresa y llega a ser el hombre más poderoso del país a sus 79 años. Su historia es poderosa y admirable.
Sin embargo, lo que sí resulta difícil es desconocer las implicaciones que puede tener para El Tiempo y para la prensa nacional el hecho de que el hombre más poderoso del país no solo compre el diario más importante de Colombia, sino que pueda terminar siendo dueño del tercer canal de televisión, ya que, según la revista SEMANA, el Grupo Sarmiento piensa participar en esa nueva licitación.
Esa concentración de poder, en un país donde los medios se cuentan con los dedos de la mano, no es la noticia más alentadora y sus repercusiones para el ejercicio del periodismo pueden ser muy serias. La primera de ellas tiene que ver con el hecho de que se trata del grupo más poderoso del país con intereses en todos los sectores de la vida económica nacional: controla más del 30 por ciento de la banca, tiene empresas en el sector de energía y del gas, en la minería y en la industria, en el sector financiero y en el inmobiliario, en el de la infraestructura, en el hotelero y de la agroindustria. Prácticamente no hay un sector en que el Grupo Sarmiento no tenga un interés económico y su poder es tan grande que supera al que llegó a tener en su momento el Grupo Santo Domingo en los tiempos de Augusto López, cuando era dueño de más de medio país.
La segunda razón es que cuando un millonario compra un medio no lo hace por simple filantropía ni por hacer patria, como ellos lo afirman con frecuencia, sino porque le da un poder que les permite blindarse de sus posibles escrutadores. Según SEMANA, Sarmiento compro El Tiempo porque quería "preservar la supervivencia de un patrimonio nacional", de la misma forma que el Grupo Santo Domingo compró El Espectador porque no quería que ese diario desapareciera. Así lo afirmó Augusto López en una entrevista que me concedió en su momento. Sin embargo, al cabo de dos años, Rodrigo Pardo, que era su director, fue retirado de El Espectador de manera abrupta porque se negó a poner el periódico al servicio de la campaña de Serpa contrariando los designios del dueño. Ese fue el mismo grupo que por muchos años hizo el lobby más grande en el Congreso para impedir que se estableciera un impuesto a la cerveza, al punto que casi crucifica al ministro que se atrevió a proponerlo, que era Rudy Hommes. Y aunque nadie lo recuerda ahora, su actitud fue implacable contra los medios y los periodistas que nos atrevimos a cuestionarlo. El Grupo Santo Domingo de hoy no tiene el mismo poder económico y sus actuales dueños han entendido que el negocio de medios tiene que ver con el suministro de información y no con el de la manipulación. Los periodistas que allí escriben han podido hacer un periódico pensando en el interés ciudadano y no en el interés privado.
Sin embargo, ese no parece ser el caso del Grupo Sarmiento, gran dueño de este país. Los periodistas de El Tiempo tendrán que escribir a sabiendas de que todo lo que abordan está relacionado con el dueño. ¿Será que el doctor Sarmiento va a dejar que El Tiempo editorialice a favor del ministro de Hacienda cuando este se enfrenta a los bancos por los altos costos que ofrecen a los usuarios? ¿Qué periodismo investigativo podrá hacerse en el tema de la minería que no toque los intereses del Grupo Sarmiento, que es el mayor productor de oro de Colombia? Cuando el gobierno presente la reforma de las pensiones, ¿cómo lo va a informar el diario si el Grupo es el dueño de uno de los fondos más importantes? Siendo el sector de la banca el más regulado por el Estado, ¿cómo van a escribirse y analizarse esas informaciones? ¿Defendiendo el interés público o el interés privado?
Sería interesante que todas esas preguntas las respondiera el doctor Sarmiento en algún momento, pero hasta ahora no lo ha hecho. Ojalá lo haga y le cuente al país cuál es su concepto sobre el periodismo y cómo va a hacer para que sus medios no terminen protegiendo sus intereses en desmedro de la verdad.