OPINIÓN

El último consejo de ministros

–Presidente: otra cosa que quedó pendiente fue el tema del azúcar y el café… –¿Y usted es el ministro de Agricultura, asumo? –No, yo soy el mesero. Pero no me dijo cuántas de azúcar… Ni si quiere café.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
4 de agosto de 2018

Bajo una salva de aplausos de su gabinete, el presidente Santos se sienta en el lugar desde el que presidirá su último consejo de ministros. Llora. Se suena. Se acomoda. Prende el micrófono. Y da inicio a la jornada.

–Bueno, ¿qué tenemos pendiente?

–Yo creo que esto ya se fue así, presidente…

–¿Y tú eres?

–El ministro de Minas…

–¿Me recuerdas tu nombre, por favor?

–Arce, presidente…

–Bien, gracias: acá anoto. Siempre es que le fuimos bajando el perfil a ese ministerio… ¿No nos quedan temas pendientes, entonces? ¿Están seguros? Porque yo tengo anotada la deuda más importante de mi gogó…

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–Presidente: de temas pendientes nos quedan cambiar las cortinas, comprar almendras, lavar los pantalones amarillito pollito que nunca más se volvió a poner…

–Para la finca me pongo entonces los de fake news de Tutina…

–Le toca, sí: los que diseñó el modisto Gustavo Rugeles… Y lo del ELN también está pendiente.

–¿Quedó pendiente lo del ELN también?

–Sí, presidente.

–¿Y usted quién es?

–Soy MinTic, presidente: Rozo.

–Encantado, mucho gusto…

–Presidente: otra cosa que quedó pendiente fue el tema del azúcar y el café…

–¿Y usted es el ministro de Agricultura, asumo?

–No, yo soy el mesero. Pero no me dijo cuántas de azúcar… Ni si quiere café.

–Bueno: démelo bien cargado. Y agarre el Ministerio de Agricultura por lo que falta de gobierno, si quiere…

–Presidente, pero en ese ministerio estoy yo…

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–¿Y el señor es…?

–Zuluaga. Juan Guillermo Zuluaga.

–Bien: entonces siga ahí, hasta nueva orden… Y como sea: quiero darles las gracias a todos y pedirles perdón si los maltraté…

–Gracias, presidente.

–Gracias, presidente.

–Gracias, Juan Manuel.

–Sin ustedes, no hubiéramos alcanzado todos los logros de mi gogó…

–Presidente…

–...bierno… Dígame, ministro Cárdenas…

–Quedan cinco días: alcanzamos a hacer otra reforma tributaria…

–Mmm, no sé, Mauricio… Recibo más ideas: de golpe todavía alcanzamos a hacer chillar a los ricos, ser traidores de nuestra clase y esas cosas que decía…

–¿Y si firma en mármol algo, presidente?

–Pero qué podría ser?

–¿Y si armamos un paro y usted dice que no existe?

–No nos repitamos, popó, popor favor: este gobierno sí tiene una de-deuda, y deberíamos al menos concentrarnos en pagarla en lo que nos falta…

–¿Cuál es, señor presidente?

–Entregar el país a las Farc, general Naranjo.

–¿Pero acaso qué han hecho de malo ellos, presidente?

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–No sé; pero el expresidente Uribe lleva ocho años diciendo que yo le voy a entregar el país a las Farc, y, entiéndanme: no lo puedo hacer quedar mal… Yo ya me retiro de la política, pero queda él y su pa-palabra no puede estar en entredicho: él se debe a su palabra, se debe a su honor, al menos la pri-primera media hora…

–¿Usted se retira, presidente? Pero usted todavía puede lanzarse al Congreso, montar una bancada, mandar trinos, ¡hacer más preguntas que le den la gana!

–No. Me de-dedicaré a mis nietos: aplicaré todas mis fórmulas de buen gobierno a su cu-cú…

–¡Perdón?

–A su cu-cuidado… De hecho, crearé la Consejería para Mi Nieta, que tendrá un alto comisionado para chupos y otro para gases…

–Yo me ofrezco, presidente…

–Gracias, ministro Villegas: y nombraré un superministro de las pañaleras, y otro para teteros y compotas.

–Me apunto.

–Gracias, María Lorena: pero no le puedes dar almendras ni ningún tipo de dulce…

–¿Mermelada?

–Tampoco, Prada… Los niños de hoy comen mucho dulce.

–Presidente, pero usted todavía tiene mucho por entregar…

–Máximo podría entregar a un par de funcionarios. Y a las autoridades. De resto, solo me queda ayudar a que el presidente Uribe no quede mal… tú, ministro: recuérdame tu nombre…

–Rozo.

–¡Maldita sea!: ¿o sea que la llegada del castrochavismo la debe hacer el próximo gobierno?

–Eso, llámame a Timochenko… Y María Ángela, intentemos convertirnos en otra Venezuela, como también lo dijo Uribe: ¿alcanzamos?

–¡Podemos! ¡Es permitir que Electricaribe no solo esté en la costa, presidente!

–Y en La Guajira ya hay avances con los temas de nutrición, presidente…

–Presidente: en la línea está Timochenko, pero tiene una dolencia cardiaca…

–A lo mejor sea un gas: dónde está el alto comisionado para gases…

–Aún no lo ha nombrado, presidente, porque es para su nieta…

–Diablos, es verdad… Bien, que venga cua-cuá…

–¿Ah?

–Cua-cuanto antes Timochenko o el que sea y, ministro Cárdenas, traigan las escrituras del país para entregárselas…

–Las escrituras las está leyendo Simón Gaviria, presidente…

–Pues que le apure: no me iré sin entregar el país a las Farc: es lo mínimo para que Uribe no quede mal…

–Presidente, créame: ya no alcanzamos…

–¡Maldita sea!: ¿o sea que la llegada del castrochavismo la debe hacer el próximo gobierno?

–No hay de otra, presidente…

–Pero tranquilo, ya están prohibiendo la protesta de las minorías y Uribe ya está atacando a la prensa…

–Bueno: entonces hasta acá llegamos, señores: gra-gracias a todos… Y que vayan en pa-paz.

–¿Otro café, presidente?

–No, gracias, ministro.

–Soy el mesero, presidente.

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