OPINIÓN

En el Estado de opinión “los cerebros hackeados votan”

En Colombia se ha perdido la costumbre de llamar las cosas por su nombre. Si bien es cierto que, de más en más, las gentes en América Latina se apartan de los partidos, de las ideologías e incluso de la política, como lo señalan las encuestas de Latinobarómetro (2018), ello no significa que los términos “derecha” e “izquierda” hayan perdido su capacidad descriptiva.

Clara López Obregón
18 de junio de 2019

 A la luz de los avances de la tecnología de las comunicaciones, debemos saber de qué parte del espectro político vienen las propuestas, para comprender sus verdaderas implicaciones.

Pues bien, la derecha colombiana agrupada principal, pero no exclusivamente, en el Centro Democrático ha emprendido una campaña de desprestigio y estigmatización de las altas cortes, en especial, de la Corte Constitucional, la Corte Suprema de Justicia, así como de la Justicia Especial de Paz (JEP), con el objetivo explícito de suprimirlas mediante la conformación de una corte única nombrada por el gobierno que la representa.

Los argumentos que esgrimen son “técnicos”. Hay muchos altos magistrados y mucha burocracia. Todo quedaría mejor organizado en una corte fuerte con salas especializadas para temas constitucionales, la justicia transicional de la JEP y, desde luego, la sala especial para los miembros de las Fuerzas Armadas que cometieron graves delitos durante el conflicto armado.

Pero la propuesta no es tan inocente como se presenta. El ataque frontal a las altas cortes y a las instituciones de la justicia restaurativa está dirigido a dar marcha atrás en el progreso institucional de Colombia. Busca destruir el Estado social de derecho que ellas protegen y aplican, en especial la Corte Constitucional, a la que la Constitución erige como organismo de cierre para dar la última palabra sobre cuestiones constitucionales y de reconocimiento judicial de derechos fundamentales de la tutela.

Para justificar semejante retroceso, el expresidente Uribe se basa en la teorización del senador José Obdulio Gaviria. “El Estado de opinión –dice- es la expresión superior del Estado de derecho”, cuando el segundo ha sido superado y el primero representa todo lo contrario del Estado social de derecho con nos rige. Luis Felipe Henao lo sintetiza en su columna de El Espectador: “En un Estado democrático es inaceptable hablar de una opinión per se pública que desconozca la individualidad de las personas y las trate simplemente como parte de una masa… El Estado de opinión no es la evolución del Estado de derecho, es su antítesis.”

Ese es problema central de hoy; ¿cómo ha de defenderse la democracia en un mundo de algoritmos, inteligencia artificial y la llamada big data? Hoy, por nuestro historial de búsquedas en internet, Google y Facebook con sus impresionantes bases de datos y la aplicación de algoritmos, sabe más sobre nuestros gustos, miedos, odios y amores que nosotros mismos. Por un “puñado de dólares,” pueden segmentar y sectorizar el envío de mensajes publicitarios y políticos para alimentar milimétricamente esos sentimientos, persona a persona y literalmente manipular sus voluntades.

Juan Carlos Vélez, coordinador de la campaña del No en el plebiscito de la paz, aplicó el método explícitamente: “Estábamos buscando que la gente saliera a votar verraca.” La estrategia de la indignación funcionó de maravilla. Con falsas verdades y noticias falsas dirigieron los mensajes a cada categoría de votante para enfurecerlo, causarle miedo o envidia. La financiación vino de arriba. La indignación así provocada en la mente del votante terminó por darle la victoria al No. Como analiza Yuval Noah Harari, “Los cerebros ‘hackeados’ votan.” La derecha conoce el camino y tiene los recursos. El Estado de opinión del senador y expresidente Uribe ya ha ensayado la fórmula. Ahora quiere repetirla.

Los demás tenemos la obligación de buscar los controles constitucionales a esta nueva manipulación del votante. El Congreso debe legislar inteligentemente y los ciudadanos interponer tutelas que los protejan del moderno ‘hackeo‘ de las mentes y de esta novel manipulación del voto.

 

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