JORGE HUMBERTO BOTERO

Opinión

En la fase hiperactiva

Quizás nos va mejor cuando el hombre de las ocurrencias no aparece en el podio, así esté lleno el recinto.

Jorge Humberto Botero
12 de septiembre de 2023

Según el Presidente, la ostensible falta de ejecución del gasto público es culpa de sus subalternos. Por eso les ha dirigido un ultimátum para que muestren resultados en un plazo brevísimo. En realidad, el problema es otro: que abundan las epifanías presidenciales y una pobreza franciscana de proyectos.

Durante un largo período existieron los documentos del Consejo de Política Económica y Social -Conpes-, que está (o, mejor estaba, porque, de facto, fue suprimido) integrado por los altos funcionarios del gobierno con responsabilidades en esas áreas. Su presidencia correspondía al Jefe del Estado. De ese organismo salían los proyectos que el gobierno se proponía ejecutar. Su elaboración la realizaba Planeación Nacional en interacción con los ministerios y con el concurso de unos funcionarios expertos, una combinación virtuosa de técnicos y políticos.

Esos arcaicos documentos describían el objetivo de una determinada política, su justificación, las alternativas consideradas, los beneficios esperados, los costos en que habría que incurrir, su horizonte temporal, las entidades responsables y los mecanismos para evaluar los resultados. Cumplidas estas fases, el Ministerio de Hacienda le asignaba los recursos y se iniciaba el proceso de ejecución.

En vez de tener el coraje de decirle a Petro que él es el primer responsable por la ineficacia gubernamental, sus ministros han optado por transferir la responsabilidad a los viceministros. No es difícil imaginar que estos la endilguen a su director de planeación, y este a las oficinas jurídicas y de control interno. Terminará pagando el pato la señora de los tintos, que votó por el Presidente, pero no lo podrá demostrar.

Examinemos algunas ocurrencias recientes:

Los taxistas le arrancaron a Petro la promesa de concederles un subsidio por la gasolina que consumen. Ante la imposibilidad de instrumentarlo mediante precios diferenciales en las estaciones de servicio, la idea, por ahora, consiste en entregarles directamente ese beneficio.

¿Qué se entiende por tales? ¿Los conductores o los propietarios de los vehículos?, pues en muchos casos no son los mismos. Tendría algún sentido meterle plata en el bolsillo a los primeros, que son personas de bajos recursos, carentes de acceso a la seguridad social, que se ganan la vida en largas jornadas como arrendatarios de los vehículos. Si fuere posible identificarlos sería muy difícil saber durante qué porción del mes desempeñaron el oficio y si lo hicieron como inquilinos del mismo propietario. Ante las evidentes dificultades de implementación, es posible que se decida subsidiar a los dueños que son más fáciles de ubicar. Solo que en muchos casos son empresarios solventes a los que no hay razón alguna que justifique regalarles dinero público.

A lo anterior hay que añadir la contradicción en que se incurre creando subsidios para un contingente de los usuarios cuando para el resto se continuaría aplicando la política de ajustar el precio a las condiciones del mercado. Recordará el Gobierno que la revolución de los chalecos amarillos, que tuvo traumáticas consecuencias en Francia hace poco, dio lugar a la movilización de sectores medios de la población que se transportan en sus propios autos. Doblegaron al gobierno. El precedente que aquí pretende crearse puede generar acciones de la misma naturaleza. Grupos de interés como ese, Presidente, ayudaron a tumbar a Allende hace cincuenta años…

Si en verdad se quisiere implementar una buena política social, dejaríamos de dar licencias de circulación a los dueños de taxis para concederlas a los conductores, que suelen ser pobres. O todavía más sencillo: podríamos liberar el precio de las tarifas para que, en régimen de competencia, el mercado las regule. Tal como ocurre con la papa, el vestuario, la cerveza, el cine… Digo esto a sabiendas de que a Petro de pronto le da por meter mano…

Otra idea chévere consiste en convertir el Banco Agrario en el principal banco del país a fin de que se encargue de irrigar crédito abundante y barato. Para fondear sus operaciones, se nos dice, se usarían los recursos que están esterilizados en el Banco de la República, precisamente por falta de ejecución presupuestal. Una palmaria contradicción: ¿se quiere ejecutar con celeridad el gasto público, o financiar, con los mismos recursos, un generoso programa de préstamos?

No es posible implementarlos a la vez. Ninguna entidad financiera puede usar unas fuentes transitorias para fondear operaciones de crédito sin poner en jaque su estabilidad. Quizás en el Gobierno pensarán que no importa quebrar el Banco Agrario; anteriores gobiernos lo hicieron con su antecesora, la Caja Agraria. En fin de cuentas, el desastre solo sería visible después de que el Presidente finalice su mandato. Las crisis bancarias maduran con cierta pausa.

Podría afirmarse que exagero: que no se trata de usar la totalidad sino parte de esa liquidez. En tal caso, la discusión versaría sobre la magnitud de la capitalización requerida para que el Banco pueda operar a una escala sustancialmente mayor a la actual; y sobre el plazo requerido para que esté en condiciones de hacerlo bien.

Habiendo vivido de cerca fiascos tales como los del Banco Cafetero y el Instituto de Fomento Industrial, pregunto: ¿cuál sería la calidad de esas carteras generadas por el Banco Agrario apremiado para que coloque recursos en sectores de alto riesgo? Sin duda, es menos costoso regalar plata que prestarla cuando se sabe que en un porcentaje alto será irrecuperable. Si no fuere por su sesgo ideológico contra los bancos, el Gobierno estaría trabajando en políticas adecuadas para llegar a los sectores populares. Durante la Administración Uribe se lograron grandes avances en microcrédito y la modernización de la banca de desarrollo. ¡Por favor, no traten de reinventar la rueda!

Termino con una breve mención a la ocurrencia consistente en que el transporte en las ciudades sea gratuito para los usuarios, pero financiado con un “pequeño recargo” en la factura de “la luz”. Con cuentas de servilleta ya se demostró que la idea no es factible. Cierto es que tenemos problemas con los sectores de transporte y energía. También que ellos requieren tratamiento separado.

Briznas poéticas. La poesía de Gustavo Adolfo Garcés descansa en el mero asombro ante la vida. “El insecto va de viaje por el muro / parece que goza de todas sus facultades / y no teme ningún peligro / nada hace pensar en plazos o vencimientos / dicen que fue larva / y que ha sufrido diversas transformaciones”.

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