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JORGE HUMBERTO BOTERO

OPINIÓN

En la frontera del caos

Entender la situación, definir una estrategia y generar la capacidad política para ejecutarla, son tareas urgentes.

11 de mayo de 2021

Para entender la vasta movilización popular, y los graves actos de vandalismo que han desbordado la capacidad del Gobierno, se precisa tener en cuenta la enormidad de los impactos generados por la pandemia o, de modo más preciso, el desempleo y miseria que ha traído el confinamiento masivo. No son, pues, las protestas una reacción contra una reforma tributaria que era desconocida por los marchantes, los cuales ignoraban, además, que ella buscaba recursos para financiar las transferencias sociales que las circunstancias exigen. Derribada esa bandera ha sido sustituida por otras: las reformas a la salud, las pensiones y el régimen laboral. ¡Vaya ironía: se supone que la regulación vigente en estos campos es idónea!

Con relación al contingente que protesta agobiado por la pobreza y la desesperanza -que debe ser el mayoritario- es posible dialogar, no negociar; carece de líderes que lo representen y que puedan asumir compromisos; sus aspiraciones son maximalistas; muchos marchan para sentirse partícipes de un rito colectivo. Esos diálogos deben ser múltiples y simultáneos. Tendrían efectos catárticos y servirían para divulgar las características de la red de protección social contenida en la fallida propuesta impositiva. Será igualmente indispensable insistir en que los tributos necesarios para atender esas necesidades no afectarán a los sectores populares.

Bien distinta es la postura que debe asumirse ante las organizaciones que integran el Comité de Paro: sindicatos de trabajadores estatales y camioneros, fundamentalmente. Así pretendan ser voceros del interés común, ejercen una representación acotada por sus reivindicaciones gremiales. Unos y otros son titulares de privilegios que anhelan mejorar. Cuentan con una larga tradición como negociadores de paros y suelen arrancar concesiones al Estado con cierta facilidad. Sin embargo, sus afinidades son instrumentales, no sustantivas. Les conviene presionar juntos, pero sus posturas ideológicas y capacidad de persistir en el paro son distintas.

Aquellos suelen estar alineados con la izquierda política, y como reciben sus salarios así no trabajen, pueden persistir en el paro de manera indefinida. Los camioneros, que son empresarios, suelen militar en la orilla opuesta del espectro político; sus ingresos ordinarios provienen de los fletes por la carga que movilizan. Sus reivindicaciones usuales consisten en menores impuestos a los combustibles, pocos peajes y precios del transporte regulados en función de sus intereses. Siguen intentando que el Estado les reponga sus vehículos al término de su vida útil. No obstante, si perciben que esas ganancias eventuales no son posibles -o si son parcialmente atendidas- lo probable es que retornen al trabajo.

Mención separada requiere la fumigación aérea de cultivos ilícitos, que diversos sectores sociales y políticos vienen reclamando, incluidos muchos que no se han movilizado. Si para salir de la crisis, y devolver a Duque la gobernabilidad que necesita, se intenta un acuerdo político es posible que este sea uno de los temas álgidos.

Conviene diferenciar, por cuanto requieren tratamientos específicos, varios problemas. Los ataques a la infraestructura pública y las entidades financieras cabe explicarlos por una repugnancia profunda al sistema social y a la economía de mercado. Asaltar almacenes y tiendas obedece a esas mismas emociones y a consideraciones racionales de tipo delincuencial: apropiarse de lo ajeno. Por último, intentar cortar los flujos de alimentos y otros bienes vitales requiere grados elevados de coordinación. Difícil sería que no hubiese un designio político en esas acciones; debe existir una alianza de guerrillas, narcos y grupos revolucionarios citadinos. Atribuir responsabilidad a los gobiernos de Venezuela, Cuba o Rusia requiere pruebas sólidas que, hasta ahora, no conozco.

Respetuoso como ha sido el Gobierno de la protesta social, forzado por los acontecimientos ha decidido poner fin al bloqueo de naturaleza subversiva impuesto por grupos indígenas en Cali. No tenía alternativa para evitar los enfrentamientos armados que han comenzado a ocurrir, y para restablecer los flujos de bienes básicos a la ciudad. El conflicto racial subyacente, que se ha manifestado también en la demolición de estatuas, es tema que requiere hondas reflexiones.

Entristece que la Policía Nacional, un estamento esencial de la sociedad que ha padecido graves agresiones en estos días terribles, haya cometido, como parece, algunos abusos que habría que sancionar con prontitud. Pero también que organismos internacionales, otros gobiernos, organizaciones civiles y medios de comunicación, no perciban la magnitud de las violaciones de los derechos fundamentales de los millones de ciudadanos que no son parte de las protestas. Esas mayorías silenciosas, que están integradas por personas que se ganan la vida en oficios independientes y pequeños negocios, de cuando en vez, fatigadas por abusos como los que hoy padecen, despiertan para respaldar la derecha extrema. Integraron las huestes que hicieron posible a fascistas y nazis tomarse el poder por medios democráticos en Italia y Alemania. Se alinearon en el bando nacional en la guerra civil española y, en Chile, le dieron la espalda al gobierno socialista de Allende. Seamos conscientes de que la anarquía que en la actualidad impera es la fuente nutricia de soluciones autoritarias.

Para afrontar los complejos retos que tiene por delante, entre ellos la aprobación de una reforma tributaria que es reconocida como indispensable, el Gobierno necesita un respaldo parlamentario del que hoy carece. Persistir en la táctica de enroque de funcionarios no ayuda, por buenos que ellos sean. Debería pensar el presidente en la configuración de una alianza nacional para salir juntos de la crisis. El Frente Nacional en 1957 para superar una guerra fratricida y deshacernos de la dictadura, luchar contra el terrorismo durante el mandato de Gaviria y lograr la aprobación de la Carta de 1991, son episodios que suministran una enseñanza clara: en circunstancias extremas la convergencia de los estamentos democráticos es indispensable.

Briznas poéticas. Gustavo Adolfo Garcés, al estilo de los mejores poetas chinos, nos sirve de bálsamo en horas de angustia: “Ebrio / caminé por el bosque / llené el cuenco de agua / se salieron todas las estrellas”.

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