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En memoria de Fabio Trujillo, la reestructuración de Federacafé
En 1993, Fabio Trujillo afirmó: “Lo que ha habido es desgreño, manirrotismo e imprevisión a porrillo”. ¿Pasa lo mismo? Tiene la palabra, doctor Bahamón.
En la última década del siglo XX, apareció la Unidad Cafetera, presidida por Fabio Trujillo Agudelo, con un programa de cuatro reivindicaciones básicas que exigían atención a las crisis recurrentes. Las demandas más relevantes eran la fijación de un precio interno rentable para el grano comprado al productor y la defensa de las instituciones cafeteras: el Fondo Nacional del Café y la Federación Nacional de Cafeteros.
Frente al oligopsonio transnacional de comercializadoras, fondos de capital y procesadoras dominantes a escala global, la Federación cumplía triple papel: gremio, grupo financiero y Estado (Robledo, 2002), una alianza público-privada que maneja la caficultura a partir de 1940 para apoyar a 550.000 productores, casi todos en minifundios en ladera.
El reconocimiento hecho por la Unidad Cafetera a la Federación no silenció la crítica a las prácticas federadas antidemocráticas del sistema imperante, “yo te elijo para que me elijas”, que en parte cambió en 1996, cuando hubo comicios entre los federados para elegir 364 comités municipales y, por circunscripciones agrupadas, a los seis miembros de cada uno los 15 departamentales, quienes conforman el Congreso Nacional de 90 delegados, máxima instancia. Para los dos últimos certámenes, la participación cayó del 73 por ciento de votantes acreditados en 2014, al 56 en 2022 en 568 municipios.
La política cafetera se define en un Comité Nacional, con cuatro ministros y el de Hacienda, con poder de veto sobre cualquier propuesta que juzgue contradictoria, además del Comité Directivo de la Federación, conformado por 15 miembros en representación de cada departamento. En conjunto deciden sobre la administración del Fondo y la política cafetera. Una organización piramidal.
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Si bien los comités municipales no influyen para estabilizar los precios o para garantizar la compra del café, en esa instancia, como explica Diego Walteros, prima la “relación cercana” de los elegidos con “necesidades e intereses” locales o en busca de “beneficios individuales” o comunales (Uniandes, Mag. Ciencia Política, 2011).
Esto es importante: la “democracia cafetera” de 1996 quedó imperfecta, pues los artículos 20 y 56 de los Estatutos permiten la reelección indefinida. Así, de 15 miembros del Comité Directivo actual, 12 son reelegidos y, en 2026, cinco cumplirán 14 años asentados allí; siete llegarán a ocho años; solo tres ascendieron en 2022; uno no es cafetero e incrementaron su poder con el nuevo sistema de selección del gerente.
Varios medraron por décadas en comités departamentales, donde también hay otros apoltronados, y no hay mujeres, aunque ellas sean el 28 por ciento de los caficultores. ¿Responden estos directivos por los disparates cometidos entre 2015 y 2022? ¡Hay que acabar la reelección!
En una cuenta gruesa, entre 2018 y 2022, si bien la contribución parafiscal, de 5,5 centavos de dólar por libra exportada, aportó 1.567 millones de dólares como fuente primera de ingresos del Fondo, la fábrica Buencafé y actividades institucionales agregan casi 30 por ciento más. Los usos son bienes públicos que valieron en total 1.890 millones de dólares, como garantía de compra, asistencia técnica, investigación, publicidad y proyectos territoriales, por 75.000 millones de pesos en promedio anual. Luego del pago a cargo de los pensionados de la Flota Mercante, en el quinquenio hubo un déficit neto de -26,8 millones de dólares, “afectado por 61 millones por el incumplimiento de entregas a futuro” (Informe de gestión, 2022).
Existe, como cuenta especial aparte, el Fondo de Estabilización de Precios, creado por la Ley 1969 de 2019, con dicho propósito ante la volatilidad de las cotizaciones internacionales, que acumula más de 300.000 millones de pesos. Fortalecerlo es la prioridad.
Las medidas de austeridad, anunciadas con ruido por el gerente Bahamón, de vender propiedades en el exterior; cambiar funciones en oficinas externas; recortar siete altos cargos y gastos “superfluos”, son una ínfima porción del ahorro necesario y, máxime, servirían para reparar los trastos rotos por la aventura de ventas futuras de la administración Vélez. Paños de agua tibia.
La Federación tiene 3.100 empleados de planta, uno por cada 124 cedulados, y para examinar si se mantiene la tesis del profesor Francisco Rodríguez Vargas: “La burocracia de Federacafé es de las más numerosas, de las mejor remuneradas” (U. Nal., 1997), ha de compararse con empresas similares, con entre 3,4 y 3,8 billones de pesos de ingresos en 2022, como Alpina, Sofasa o Italcol. Urge un análisis organizacional, incluidas filiales como Procafecol y Almacafé.
En 1993, Fabio Trujillo afirmó: “Lo que ha habido es desgreño, manirrotismo e imprevisión a porrillo”. ¿Pasa lo mismo? Tiene la palabra, doctor Bahamón.