OPINIÓN

Encaletados haciendo política

La prueba reina de que las Farc mantienen armas a su alcance y las mantendrán al menos hasta el 20 de abril de 2018, está en el Decreto 1716 del 20 de octubre pasado.

Rafael Guarín, Rafael Guarín
25 de octubre de 2017

Las inconsistencias sobre la llamada “dejación de armas” vienen desde el primer día. Hemos insistido en esta columna que el inventario inicial que el presidente de la república anunció el 17 de marzo era de 14.000 armas, de las cuales el Ministerio de Defensa precisó que 11.000 correspondían a fusiles.

El 26 de junio los grandes medios, como la revista SEMANA, titularon que ONU certificó el “desarme total de las Farc”. En esa fecha se dijo que el grupo entregó 7.132 armas, la mitad del inventario publicitado por Santos. Ante tamaña diferencia lo que se esperaba del jefe de Estado era un reclamo de transparencia a los cabecillas del grupo criminal, pero no, optó por salir a descalificar el inventario de armas y a señalar que era resultado de un general que hizo una suma a la ligera. ¡Un general bruto! ¡Absurdo!

Con el fin de dar credibilidad al cuento del “desarme total”, el 27 de junio Santos y Timochenko hicieron en Mesetas un acto propagandístico de cierre del proceso de “dejación de armas”. El periódico El Tiempo tituló ‘Farc dejan las armas y desaparecen como grupo armado‘. En el acto el representante especial del secretario general para Colombia, Jean Arnault se limitó a decir que “las Farc han cumplido y entregaron todas sus armas individuales”, no obstante, señaló que se revisarían “942 caletas”. El otro protagonista, Timochenko, señaló “cumplimos. Hoy dejamos las armas”. Por supuesto, al público la andanada de propaganda gubernamental le dejó solo un mensaje: las Farc ya estaban desarmadas totalmente.

¡Todo está consumado!

El 11 de septiembre Arnault en declaración ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, nada más, ni nada menos, señaló la “culminación” del “proceso de dejación de armas”. Se le olvidó informar que faltaban 277 caletas llenas de armas que no habían sido extraídas y que por tanto seguían en el ámbito de control de las Farc, según se desprende de comunicados de la propia Misión de la ONU. Con eso se reforzaba la idea del “desarme total” ante el mundo y la audiencia colombiana.

La puesta en escena tuvo otros capítulos. El 22 de septiembre, El Espectador citó una frase del presidente: “Hoy es un día importante. Termina el proceso de dejación de armas, me entregaron la última arma”. Ni una palabra sobre las que se mantenían en las caletas. Según el periódico, con la “deshabilitación del último grupo de 15 armas de las Farc” culminó “el proceso de dejación”. Arnault volvió a hacer coro: “Confiamos que la finalización de la dejación de las armas no sea el fin de los esfuerzos de paz”, ignorando que sabía de caletas de armas aún sin extraer. Se informó que eran 8.994 armas.

La falta de transparencia del desarme de las Farc es evidente. No solo faltan 5.000 armas frente a las 14.000 del inventario inicial, sino que las entregadas, por ejemplo, las que empleaban las milicias, no corresponden de ningún modo a las estimaciones que se derivan del conteo de sus integrantes efectuado por el Ministerio de Defensa. Según esa fuente, las milicias comprendían 7.629 individuos, sin embargo, solo fueron entregados 1.817 pistolas y 170 revólveres. ¿Dónde está el resto? Seguramente en manos del grueso de las milicias que no se desmovilizaron, hecho este que el Gobierno y las Farc ocultan.

La prueba reina de que las Farc mantienen armas a su alcance y las mantendrán al menos hasta el 20 de abril de 2018, está en el Decreto 1716 del 20 de octubre pasado. Su contenido deja claro que el desarme no ha sido total, por más que la Misión de la ONU así lo hubiera avalado en diversos escenarios públicos. La norma establece que durante seis meses se podrá llevar a cabo la ubicación, recolección, extracción y destrucción de las armas que están en las caletas de las Farc. Esto significa, que sin haber pagado un día de cárcel por sus atrocidades, los asesinos de las Farc serán elegidos al Congreso y de paso estarán armados. ¿Quieren más?

Este no es un tema que se reduzca al engaño. El proceso de reincorporación está saliendo muy mal, lo acaba de reconocer el subsecretario general de la ONU para los Derechos Humanos, Andrew Gilmour. Ese fracaso y el mar de coca impulsan a que miembros de las Farc decidan regresar a la ilegalidad, los mismos que conocen el lugar de las caletas y que pueden extraer las armas y con ellas volver a la violencia. ¿O será, por ejemplo, que Rodrigo Cadete que se iba a encargar de la seguridad de la cúpula fariana no sabe dónde hay caletas? ¡Y ni hablar de las disidencias!

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