OPINIÓN
Energías renovables para zonas rurales
Los proyectos de energías renovables en zonas rurales deberían siempre estar atados a un sistema productivo, que permita a las comunidades tener beneficios directos que repercutan en el mejoramiento de su calidad de vida.
La generación de energía eléctrica, biogás y bioabono, son los productos obtenidos como solución a un problema ambiental causado por los vertimientos sin control de una granja porcina en el territorio de una comunidad indígena; la sostenibilidad del proyecto en el tiempo es el reto actual.
Más que por la tecnología, los proyectos energéticos con fuentes renovables no convencionales en áreas rurales del país han tenido un problema constante que ha impedido que se consoliden y masifiquen especialmente en zonas no interconectadas a la sostenibilidad. Bien sea por problemas de apropiación y empoderamiento social y comunitario o simplemente por una pobre o nula planificación ex post, gran parte de los proyectos de este tipo al cabo de un corto tiempo, no funcionan de la forma esperada y tienden al fracaso.
En el marco del Programa Alianza en Energía y Ambiente con la Región andina del IICA, financiado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Finlandia, se ejecutó un proyecto para dar solución a un problema ambiental que afecta una parte del territorio de la comunidad indígena NASA, donde los vertimientos de una granja de cerdos no recibían ningún tipo de tratamiento y estaban causando problemas de contaminación de suelo y un cuerpo de agua cercano, además de los olores ofensivos que afectaban al vecindario.
Para el tratamiento de los residuos generados por 650 cerdos, la Fundación Pro Orgánica, ejecutora del proyecto, instaló un biodigestor de 300 m3 de capacidad, el cual aparte de disminuir la carga contaminante que es vertida y elimina los olores causados, genera 80 m3 de biogás diariamente, los cuales se usan para cocción en cocinas, eliminando de esta manera el uso de leña, y, a su vez genera 15 MWh/año de energía eléctrica mediante un motogenerador instalado en el proyecto, que le da autonomía a los beneficiarios para no depender del suministro de la red eléctrica. Adicionalmente, el sistema proporciona bioabono (abono orgánico líquido), que permite regar sus cultivos sin ningún costo.
Si bien los beneficios para la comunidad son palpables como la disminución de gastos por el uso del biogás y electricidad generada en 6 millones de pesos anuales y la reducción de 500 toneladas equivalentes de CO2 al año, el trabajo no se detiene allí, siendo esta una fase crítica del proyecto, donde se deben entregar las herramientas necesarias para que la solución implementada sea autosostenible y no requiera de ningún tipo de financiamiento externo para su funcionamiento. Por tal motivo, además de la capacitación impartida sobre el funcionamiento del sistema, mantenimiento y generalidades de la operación del mismo al personal encargado, se diseñó y ejecutó un curso de “Agroenergía” el cual permitió que integrantes de 19 resguardos que hacen parte de la asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca y poblaciones afrodescendientes, recibieran conceptos basados en torno a la autonomía energética que se puede alcanzar mediante proyectos desarrollados en sus territorios y con materia prima local, que involucran producción de biomasa, bioetanol y biogás con cultivos energéticos o subproductos agrícolas o pecuarios, utilización de la materia orgánica y su transformación para generar otros productos como valor agregado: biogás para energía térmica y eléctrica, bioabono.
La metodología utilizada para el curso de formación se desarrolló a través de talleres participativos teórico prácticos, foros de discusión, conferencias, actividades lúdicas para introducir temas complejos y visita a experiencias exitosas en sostenibilidad financiera de proyectos de agroenergía. El reto estuvo en poder interpretar y no invadir la cosmovisión de la comunidad indígena y todas sus creencias ancestrales mientras se les impartía la capacitación, lo cual no es fácil desde ningún punto de vista, siendo un desafío tanto para instructores como para los participantes, donde como resultado se pudo mostrar que proyectos de esta envergadura, pueden ser importantes para el desarrollo de las comunidades que aportan grandes beneficios sin invadir y amenazar sus costumbres.
Los proyectos de energías renovables en zonas rurales deberían siempre estar atados a un sistema productivo, que permita a las comunidades tener beneficios directos que repercutan en el mejoramiento de su calidad de vida, de esta manera la misma comunidad velará por el correcto funcionamiento del componente energético del proyecto, que no es un fin, sino un medio para el desarrollo comunitario.
Ahora que se han sentado las bases del proyecto, el acompañamiento se hace fundamental para que la apropiación tecnológica y administrativa por parte de la comunidad sea exitosa, y, que proyectos de este tipo se hagan sostenibles en el tiempo, permitiendo que las energías renovables incursionen en el mercado rural de la mano del estado, las empresa privada, la cooperación internacional y demás entes interesados en apoyar el mejoramiento de la productividad del campo colombiano.