Julio Londoño Paredes

OPINIÓN

Entre la coca y la pandemia

El manejo de la pandemia se ha constituido en el factor definitivo para la aceptación o rechazo de los mandatarios nacionales y locales en todo el mundo.

16 de abril de 2021

Se realizaron elecciones presidenciales en Ecuador, en las que Guillermo Lasso ha triunfado, y en Perú, en las que han pasado a la segunda vuelta Pedro Castillo y Keiko Fujimori. Tanto Ecuador como Perú se han caracterizado por la inestabilidad política derivada de las confrontaciones entre el congreso y el ejecutivo. Mal augurio si en ninguno de los dos casos, el presidente no llegara a contar con mayoría parlamentaria.

Además, ambos países afrontan situaciones económicas dramáticas agravadas por la pandemia. No hay recursos ni siquiera para las necesidades más urgentes. En esas condiciones, ser presidente es todo un albur.

En medio de la angustiosa situación por la que el mundo está atravesando, el factor determinante para el respaldo o rechazo a los mandatarios nacionales y locales, es y seguirá siendo, el del manejo de la pandemia. Nuestro país no es una excepción. No solamente los alcaldes y gobernadores, sino el presidente de la república y los múltiples precandidatos lo saben muy bien.

En nuestro medio, al presidente se le suma el creciente problema del narcotráfico que, en medio de “palmaditas en la espalda”, los Estados Unidos, la Unión Europea y burócratas de la ONU, le exigen a Colombia mayores resultados en la erradicación de cultivos, la disminución de la producción de cocaína y el respeto a los derechos humanos.

Se ha expedido un decreto sobre las aspersiones aéreas con glifosato que, con todas las limitaciones, trámites, requisitos y recursos posibles, no se sabe si finalmente se podrán realizar. De todas maneras, habría que hacerlo otra vez periódicamente. Una modalidad del castigo de Sísifo.

Como se avizora en el caso de la covid-19, no por el hecho de estar vacunados, todo pasará. De ser así, la pandemia se superaría para siempre en pocos meses. Tarde o temprano, después de la segunda dosis, habrá que volver a vacunarse y seguirlo haciendo, quien sabe por cuánto tiempo.

Las aspersiones se hicieron, financiadas por el gobierno norteamericano, dentro del marco del Plan Colombia, concertado durante la administración del presidente Andrés Pastrana.

Sin embargo, no son la “varita mágica” para acabar con los cultivos ilícitos, ni mucho menos con el narcotráfico y los espantosos problemas que genera. Si fuera así, ya no habría coca y una seguridad relativa habría regresado al país, ya que se asperjó con glifosato durante varios años en muchas partes del país.

Habrá un momento en el que la covid-19 y sus derivados desaparecerán, como sucedió con la peste bubónica. Sin embargo, la producción y comercialización de la cocaína, con todos los conflictos que conlleva seguramente prevalecerán por mucho tiempo más.

Los chinos tratan de reivindicarse ante el mundo produciendo la vacuna Sinovac. ¿Podremos hacer nosotros algo similar para eludir al poderoso e inexorable dedo acusador?: Acaso, ¿Más muertos? ¿Más sacrificios? ¿Mas recursos?

¿O será que estaremos condenados a ser los eternos responsables del consumo y la producción de drogas en el mundo? Habría que preguntarle a Dante, en sus 700 años, qué puesto nos reservaría en el infierno.

(*) Decano de la Facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la Universidad del Rosario.

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