OpiNión
Es con los empresarios, no con los delincuentes
¿Acaso qué tipo de Gobierno es este que cree más en la palabra de los criminales que en la de los empresarios, gobernantes y fiscales?
En el atardecer del miércoles, frente a la comunidad de Ciénaga de Oro, el presidente Gustavo Petro hizo un trascendental anuncio: el Gobierno trabaja en una “Ley de Reconciliación Nacional”, que permita condonar los pecados de todos aquellos que hayan cometido un crimen. “Se hará una ley de reconciliación nacional para que todos aquellos y aquellas que hayan sido incursos en la ilicitud y la violencia puedan tener un camino y un vivir en esta nación, una vez se deje de la idea de matar al compatriota y de quitar o despojar al humilde”, fue lo que dijo el presidente.
Así que a los diálogos que ya se adelantan con el ELN, a la propuesta de adelantar negociaciones con las disidencias de las Farc, las Autodefensas de la Sierra Nevada y las Gaitanistas de Colombia, se suma ahora esta intención de permitir que delincuentes, especialmente narcotraficantes, puedan quedar a paz y salvo con la justicia y con la sociedad. Además del pago de un millón de pesos a los jóvenes para que dejen de matar.
A veces parece que para el presidente Petro toda la delincuencia del país se explica en falta de oportunidades, en ausencia de una mano amiga que se le tienda al pobre secuestrador, en ausencia de una oportunidad de cambio al traficante de drogas. ¿Qué es lo que pasa por la cabeza del presidente? ¿Acaso es tan ingenuo de pensar que todos los delincuentes en Colombia lo son porque no tuvieron una oportunidad dentro de la legalidad, y por eso basta con darles una para que retomen el camino del bien? Algo así como la parábola del hijo pródigo, pero con criminales como protagonistas.
Por supuesto que muchísimas de nuestras violencias se explican en la falta de oportunidades y en la dolorosa desigualdad que ahoga este país. Esa es una verdad que no se puede negar. Pero no es la explicación absoluta del crimen nacional. La criminalidad en Colombia mueve miles de millones en réditos. No creo honestamente que alguien se haga capo de la mafia obligado para no morir de hambre. El narcotráfico, por ejemplo, genera unas riquezas astronómicas, difíciles de cuantificar. Aunque es imposible medir el volumen de esta economía ilegal, un estudio de Anif de 2017 calculaba que el narcotráfico movía el 3 por ciento del PIB nacional. Y de la mano del narcotráfico van los sicariatos, los secuestros, las desapariciones, el desplazamiento, la extorsión y un largo etcétera, que no refleja la realidad de pobres colombianos obligados a delinquir.
Mientras en el país somos testigos del tono conciliador de Gustavo Petro con los criminales, dispuesto siempre a dialogar, a tender puentes de acuerdos, a entender “sus razones” para haber caído en la desgracia del delito, vemos al tiempo un presidente que desprecia a los empresarios, los deja plantados una y otra vez, hace caso omiso al clamor de los gobernadores por presencia de Gobierno en los territorios y mira con displicencia a industriales y dueños de capitales, acusándolos constantemente de ser los generadores de los males que aquejan a este país.
Mientras los grupos ilegales muestran sus dientes en las regiones; amenazan a los pobladores; imparten “códigos de convivencia”, como lo ocurrido en Antioquia, donde en 14 municipios el Clan del Golfo impone las reglas de hasta qué horas se pueden circular o las sanciones para quienes incumplan sus directrices, el presidente debilita su relación con quienes representan algún tipo de institucionalidad en el país: no le cree al fiscal general y desestima las amenazas de muerte en su contra, no le importa el reclamo de los gobernadores y los deja plantados en Casa de Nariño (tras otra sorpresiva cancelación de agenda) y no llega a la reunión con los representantes de los gremios.
¿Qué manera de ver el país tiene el presidente Petro que cree que puede construir una nación en paz de la mano de los líderes de las bandas delincuenciales, pero no de los líderes de las grandes empresas, de las instituciones o de los departamentos? ¿Por qué Gustavo Petro ve en los empresarios y los grandes capitales a los enemigos del país, pero no en los grandes criminales que por años han desangrado a Colombia? ¿Cómo es posible que sigamos viendo cómo se nombra a Salvatore Mancuso gestor de paz, se libera a los llamados primera línea, se proponen leyes de perdón y olvido a criminales, al mismo tiempo que el Gobierno se niega a sentarse con los representantes de los distintos sectores a acordar una reforma laboral o de salud?
¿Acaso qué tipo de Gobierno es este que cree más en la palabra de los criminales que en la de los empresarios, gobernantes y fiscales?
Presidente, es con quien genera empleo, paga impuestos, construye empresa, invierte dinero en Colombia y le apuesta a proyectos productivos con quien se construye ese país de paz y oportunidades que usted sueña. No es con criminales, secuestradores, narcotraficantes y matones. Algo está viendo usted en ellos que no vemos los demás colombianos.