JUAN MANUEL CHARRY

Opinión

Escenarios del cambio

La política quedó grande a los partidos, el Gobierno quedó chico a la administración, y la mentalidad insurgente derrota al Estado desde adentro.

Juan Manuel Charry Urueña
31 de agosto de 2023

En las elecciones presidenciales, primera vuelta, Gustavo Petro obtuvo 40,34 % de los votos, seguido por Rodolfo Hernández 28,17 %, Federico Gutiérrez 23,94 % y Sergio Fajardo 4,18 %. Petro no tuvo un contendor de peso y trayectoria de iguales o mejores credenciales electorales. En otras palabras, el establecimiento por desgaste o incapacidad lo dejó ganar, sin hablar de la inexplicable ausencia de Germán Vargas en esas elecciones y el decepcionante desempeño de Rodolfo Hernández en segunda vuelta.

Mientras tanto, los partidos políticos hicieron lo suyo en el Congreso, el Pacto Histórico obtuvo 16,95 %, los conservadores 13,17 %, los liberales 12,43 %, los verdes 11,52 %, el Centro Democrático 11,47 %, Cambio Radical 9,47 %, la U 8,86 %, y otros minoritarios. Los partidos históricos mermados, las fuerzas políticas de gobiernos anteriores reducidas y la representación proporcional en vías de fraccionamiento, vulnerables a la participación burocrática y a la mal llamada mermelada antes lentejismo. En materia de partidos políticos, la Constitución de 1991 y las posteriores reformas políticas han fracasado.

El nuevo gobierno, con su discurso ambientalista y diverso, que en campaña había seducido a juventudes y a votantes indecisos, acudió a la plaza pública, a la arenga provocadora y al manejo del micrófono que domina, con tanta maestría, a anunciar los cambios venideros, su escenario primordial.

En el Congreso, como era obvio, optó por la coalición con distintos partidos para hacer las mayorías e intentar aprobar las diferentes propuestas; sin embargo, aparecieron las divergencias, los desacuerdos, las propuestas alternativas, que terminaron por desesperar al gobierno y romper la coalición. El escenario institucional de debate democrático exaspera al primer mandatario, que a la usanza presidencialista preferiría imponer su voluntad en cuanto a reformas en salud, pensiones y laboral, aunque logró la aprobación de ‘paz total’.

En la administración, ministros y directores siguen los discursos y trinos presidenciales para enfocar su gestión, no siempre con éxito, lo que ha causado múltiples relevos en el gabinete, acompañados de una ejecución presupuestal pobre. Falta coordinación y directrices gubernamentales. Se trata del escenario más importante con infortunado manejo.

En la opinión pública, la imagen favorable del presidente se ha deteriorado a causa de los escándalos originados en su círculo más próximo, su hermano, su hijo, su jefe de gabinete, su jefe de campaña, a lo que se suman sus constantes e injustificados incumplimientos de la agenda oficial y los rumores acerca de su salud y posibles adicciones. En este escenario se contrastan las propuestas con las denuncias, que terminan desilusionando al ciudadano.

Tal vez en el escenario internacional, donde se impone la diplomacia, donde gobiernos progresistas aplauden ideas ambientalistas y diversas, la imagen del Gobierno sale bien librada, a la espera de ubicar la izquierda colombiana, bien cerca de Lula o Boric o bien al lado de Maduro y Ortega.

Sin embargo, el verdadero cambio, el más profundo y preocupante, no está en las leyes que se puedan aprobar o en la olvidada propuesta de tren eléctrico entre Barranquilla y Buenaventura, sino en el abandono del territorio a las bandas criminales, a los narcotraficantes, a las disidencias del anterior proceso de paz y de los demás grupos guerrilleros, así como la merma y desmoralización de la Fuerza Pública.

Mientras en Bogotá se discuten las propuestas del Estado de papel, en el territorio que durante tantos años ha sido muy difícil la presencia de aquel, se repliega y limita la fuerza legítima para dejar espacio a las vías de hecho y a los criminales.

En fin, la política quedó grande a los partidos, el Gobierno quedó chico a la administración, y la mentalidad insurgente derrota al Estado desde adentro, perdiendo su elemento más preciado, el territorio.

El camino para corregir los errores es el régimen de pesos y contrapesos, así como las elecciones, de manera que la transparencia y confiabilidad de la organización electoral son hoy los puntos claves.

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