OPINIÓN
¿Eslabón perdido?
Transparencia de la acción y construcción de confianza frente a las comunidades deben ir de la mano.
El Rincón del Bubuy es una comunidad en el municipio de Aguazul en el departamento del Casanare. Al igual que muchas del país en las tres últimas décadas sufrió violencias detestables y horrorosas. Algunos pobladores que sobrevivieron regresaron y han retomado actividades en procesos muy diferentes a los que históricamente desarrollaron sus abuelos. En medio de las violencias la región, sus territorios fueron transformados por la presencia de diversas industrias: petróleo, palma, y otros desarrollos agroindustriales que involucran maíz, caucho y piña entre otros.
Para esta comunidad al igual que para muchos en barrios, veredas y corregimientos a lo largo de nuestra geografía existe una creciente inquietud sobre qué hacer con residuos y desechos de las actividades humanas e industriales.No es asunto menor.
Quienes habitamos Bogotá hemos seguido las discusiones sobre la disposición de basuras producidas por la capital, hemos observado los millones de moscas que muestran los medios televisivos, las afectaciones y la desgraciada vida de quienes habitan en la cercanía al relleno de Doña Juana, como han hecho evidente artículos como este de Semana Rural sobre la vereda El mochuelo en la parte alta de Ciudad Bolívar (Ver)
A pesar de las distancias y las diferencias culturales entre Casanare y la capital del país, la preocupación de comunidades vecinas a áreas en las que se depositan los desechos es un asunto que inquieta y afecta tanto en ciudades grandes y pequeñas como en lugares con mucha o poca población.
De hecho, la disposición de desechos es un asunto global en el que países empobrecidos se han ido convirtiendo en los receptores de basura de los países desarrollados generando impactos negativos bien sea por olores, plagas de moscas, enfermedades, procesos degenerativos e incluso la muerte a consecuencia mortales de diversas sustancias y elementos. (Ver)
Muchas cadenas de producción industrial están reglamentadas de manera estricta, lo que muestra avances y promoción de sistemas de control en el país. Así ocurre con la industria farmacéutica, la producción de alimentos o la industria petrolera sin embargo, este último sector clasificado como el que mayor cantidad de residuos peligrosos genera -según estudio de la Andi entregado en 2016 (ver página 84), tiene en su favor, que la normativa nacional deja por fuera en su cadena de valor, los residuos y desechos que genera el desarrollo de esta industria por lo cual no es responsable directo de su destino final con lo que se acrecientan los conflictos con las comunidades.
Nadie en su vecindario desea tener un depósito de pedazos de tubos, tuberías oxidadas, contenedores, cables, etc, sin uso industrial o comercial posible. Nadie ve con buenos ojos que en la cercanía de sus fuentes de agua o de cultivo se esparzan aguas sin previas claridades constatables y concertadas que impidan un riesgo para el consumo humano por tener contaminantes metálicos o trazas de productos químicos.
Transparencia de la acción y construcción de confianza frente a las comunidades deben ir de la mano. Deben, como decían las mamás: ser uña y mugre.
Las corporaciones regionales que controlan el manejo de estos residuos están en el ojo del huracán por múltiples denuncias de favorecimiento a intereses privados en detrimento de lo comunitario en diversas zonas del país.
Un elemento de construcción de confianza podría ser que el sector petrolero y en general el extractivo, esté impedido de delegar la RESPONSABILIDAD sobre la disposición final de desechos y residuos generados en la actividad sobre terceros.
La responsabilidad sobre beneficios e impactos de toda actividad industrial debe ser una sola, debe estar agrupada y contenida con un solo sistema regulatorio y de controles a fin de limitar conflictos.
El eslabón que falta en la cadena de valor de la industria del petróleo y de la industria extractiva en general es el de la RESPONSABILIDAD sobre disposición final de residuos y desechos. Al no existir como responsabilidad directa, se fortalece en muchos la sensación exagerada o no, de que las empresas en este negocio, toman para ellos la parte pulpa dejando solo los huesos para las comunidades de sus entornos productivos.