OpiNión
Esta historia no se calla
“Los hijos de los desaparecidos no nos quedamos huérfanos. Crecemos esperando que nuestros padres regresen”, escribe Liliana Silva.
A inicios de enero de 1984, Luis Carlos Galán Sarmiento visitó Puerto Boyacá. El municipio era el volcán piroclástico de la violencia. El 24 de enero murió acuchillado allí Benjamín Quiñones, seguidor del Nuevo Liberalismo, el movimiento que fundaron Galán, Rodrigo Lara Bonilla, Enrique Pardo Parra y Álvaro García Herrera en 1980. El primero de marzo de 1984 mataron a balazos a Martín Torres Sierra, exalcalde y miembro del NL. Quedó vivo el médico y concejal del NL Luis Silva Segura. En el entierro de Martín Torres, dijo el doctor Silva: “Pedimos que se haga justicia, que se castigue a los culpables”. El doctor Silva era, desde 1977, el médico legista de Puerto Boyacá. Había nacido en Baraya, Huila, y era amigo personal de Lara Bonilla. Este le pidió fundar el NL en ese polvorín del Magdalena Medio. El 9 de abril de 1984, el doctor Silva tenía cita en Bogotá con el ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla.
Un telegrama enviado por Germán Riaño Cano, jefe del NL en Boyacá, le confirmó la cita: “El funcionario a quien pedimos audiencia nos recibe el lunes 9 de abril a las cinco de la tarde. Esperolo a las cuatro en mi oficina solo o con quienes quieras de esa ciudad”. El doctor Silva escribió en un papel: “Temas a tratar con el ministro en Bogotá: fuerzas oscuras”. Por un intento de robo en su casa y porque un taxi intentó arrollarlo la víspera, el doctor Silva canceló la cita.
El martes 10 de abril de 1984 lo desaparecieron. Nunca se encontró el cadáver. La última vez que lo vieron estaba tomando gaseosa en una tienda. Había salido a montar en bicicleta con Raúl Cortés, a quien también desaparecieron. Alberto Aguirre escribió en El Mundo sobre el doctor Silva. Qué amarga se inicia la vida de la hija del doctor Silva, anotó. Ella, Liliana Silva Duque, tenía 5 años cuando desaparecieron a su papá. Este año acaba de dejar su testimonio en el libro Letras por la paz. “Esta historia no se calla. Me habla cada cinco, siete o diez años. Por más que trato de soltarla, no me deja”, observa. “Por eso, en vez de dejarla a un lado, en 2020 preferí dejar que se quedara. Viajar entre el pasado y el presente constantemente”. Agrega: “Mi papá nunca regresó. Se habían llevado a mi primer amor. Empecé a ir al doctor Pico, un psiquiatra en la Clínica Infantil Colsubsidio, en dónde mi mamá tenía muchos pacientes”.
La esposa del doctor Silva era odontóloga y vivía en Bogotá con su hija. A él lo visitaban los fines de semana. La odontóloga había hecho el año rural en Puerto Boyacá y así conoció al doctor Silva. “Los hijos de los desaparecidos no nos quedamos huérfanos. Crecemos esperando que nuestros padres regresen”, escribe Liliana Silva. En su libro La coca nostra, el periodista y autor Fabio Castillo mencionó al doctor Silva entre las víctimas de los paramilitares en el Magdalena Medio. Castillo me contó en un e-mail cómo se enteró de la información: “Durante una sesión (en 1989) del Comité de Investigaciones del Senado de los Estados Unidos, a la que fui invitado, fui informado de que el otro testigo invitado era un enfermero, Diego Viáfara Salinas, que acababa de desertar de las filas de los paramilitares. Al finalizar su testimonio, Viáfara le dijo a un senador que quería hablar conmigo, pero que dada su condición de testigo protegido no podía tener contacto visual conmigo, y que tenía un manuscrito con su historia, que quería hacerme llegar.
El presidente del Comité aceptó ser intermediario en nuestra conversación, nos separó una lámina de madera, y el presidente en la mitad se aseguró de que pudiéramos hablar, sin tener contacto visual. Allí, Viáfara me contó toda la historia de los paramilitares y me hizo llegar, en las manos del presidente de la comisión, un manuscrito. Sobre el médico Luis Silva Segura, cuenta que era el médico legista, que había conocido obviamente muchas de las muertes causadas por los paracos, y que iba a relatarlo todo a las autoridades. Y que ante la amenaza de su acción delatora, tomaron la decisión de asesinarlo”.
La hija del doctor Silva ha venido documentando la vida y muerte de su papá. Dos campesinos fueron los autores materiales del crimen. Parece que lo torturaron durante un día y que luego lo abrieron, lo llenaron de piedras y lo lanzaron al río Magdalena. La bicicleta que él montaba cuando lo desaparecieron la vieron colgada en una pared de la casa de Henry Pérez, líder de las autodefensas en Puerto Boyacá. El doctor Silva tenía cita con Rodrigo Lara Bonilla el lunes 9 de abril de 1984. Al ministro lo mataron el lunes 30 de abril de ese año cuando iba para su casa, en el Recreo de los Frailes. A diez cuadras de esa casa vivía la niña Liliana Silva Duque. Su padre y Rodrigo Lara Bonilla tenían 38 años.