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Alejandro Cheyne, rector de la Universidad del Rosario.

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¿Estamos ante un punto de inflexión en el mercado de la hoja de coca en Colombia?

Algunos expertos consideran que la situación actual es el resultado de un problema coyuntural de sobreoferta, causado por el importante aumento en la producción y la productividad de cultivos de coca, que supera la capacidad de distribución a los mercados internacionales.

29 de abril de 2023

En los últimos meses, una pregunta frecuente en Colombia es ¿qué está sucediendo con el mercado de la hoja de coca y por qué no la están comprando? Los campesinos han empezado a almacenarla en grandes cantidades, llegando a un incremento significativo en sus inventarios y una caída de precios sin precedentes.

¿Acaso se perdió el interés de los compradores por los cultivos de hoja de coca en el Putumayo, Catatumbo y Nariño? Los ingresos de los campesinos cultivadores y raspachines se han visto fuertemente disminuidos, y mientras esperan con la hoja de coca almacenada a que este mercado ilícito se reactive, enfrentan grandes dificultades para satisfacer sus necesidades básicas. Diferentes actores de la cadena de abastecimiento están endeudados y sin poder utilizar la pasta de coca como medio de pago como solían hacerlo en el pasado.

Algunos expertos consideran que la situación actual es el resultado de un problema coyuntural de sobreoferta, causado por el importante aumento en la producción y la productividad de cultivos de coca, que supera la capacidad de distribución a los mercados internacionales.

Sin embargo, existen otros factores que muestran signos de un cambio más profundo y estructural para la rentabilidad de este mercado ilegal.

Uno de ellos es el auge de las drogas sintéticas, que han entrado a competir como sustitutos de la cocaína en los mercados internacionales. Por ejemplo, el fentanilo ha provocado una llamada “epidemia” en Estados Unidos, causando miles de muertes por sobredosis. Estas drogas sintéticas son más baratas, fáciles de producir y transportar que la cocaína, lo que las hace más atractivas para los consumidores y los oferentes.

Por otro lado, la oferta se ha diversificado con nuevos actores y territorios involucrados en el cultivo, el procesamiento y el tráfico de la droga. La nueva oferta, aun siendo incipiente comparada con la de Bolivia, Perú y Colombia, refleja un cambio estratégico de productores con el objetivo de estar más cerca del mercado de consumo en Estados Unidos, como ha sucedido en el caso de la sierra de Guerrero en México. Del mismo modo, se ha dado una transformación de corredores para el tránsito de las drogas a espacios de producción en Honduras y Guatemala.

En este sentido, el Informe Mundial Sobre la Cocaína 2023, presentado por la ONU, muestra que, si bien Colombia sigue dominando las rutas de tráfico desde América del Sur, el papel preponderante de sus puertos como punto de partida ha disminuido, pues los están transitando cada vez más a través de Centroamérica y otros países de Suramérica.

Ecuador, por ejemplo, se ha convertido en un punto estratégico para los carteles mexicanos. Según análisis del Observatorio Colombiano de Crimen Organizado de la Universidad del Rosario, este país constituye una alternativa más segura que Colombia para la operación de los carteles, y, por tanto, “el litoral ecuatoriano se ha convertido en un punto geográfico clave para los narcotraficantes internacionales que exportan cocaína producida en Colombia y Perú”.

Estos cambios plantean nuevos desafíos para la lucha contra el narcotráfico y sus consecuencias sociales y ambientales. Los programas de sustitución, erradicación manual y aspersión aérea, entre otros esfuerzos, han tenido un impacto limitado en la reducción de los cultivos de coca, mientras que, por el contrario, las leyes del mercado son implacables y podrían favorecer un punto de inflexión en el mercado de la hoja de coca si los precios y la demanda continúan disminuyendo. Este podría ser un momento clave para transformar las regiones afectadas por el fenómeno, con una presencia integral del Estado, mayor inversión social y con estrategias de formación que potencien el talento humano y lo vinculen a proyectos productivos que generen bienestar para todos.

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