Opinión
Exmilitares olvidados
Fue más fuerte el odio de un sector político que se caracteriza por el desprecio que les tiene a las Fuerzas Militares que el derecho que tenemos todos a un debido proceso y a la presunción de inocencia.
Mientras escribimos estas letras aún no es clara la suerte de los 17 exmilitares colombianos que se encontraban detenidos en Haití vinculados al asesinato del presidente Moïse.
A casi tres años del violento episodio, aún no está esclarecido quién mató al expresidente ni quién ordenó la acción, lo único realmente confirmado es que, tras el magnicidio, hay toda una intrincada novela de traiciones, caos, mentiras, violencia, brujería y mucha sangre.
La semana pasada, la situación para los colombianos que sostienen su inocencia se volvió incluso más grave. Las bandas criminales, lideradas por el paramilitar Barbecue, se tomaron el país e incluso lograron la renuncia del presidente Ariel Henry, quien reemplazó a Moïse después de su asesinato.
En medio de las balaceras y la severa pugna por el poder, los bandoleros llegaron a la cárcel donde se encontraban los 17 colombianos y abrieron las puertas de la prisión para que todos los reos, en su mayoría pandilleros miembros de esas bandas, se escaparan. Pero los colombianos prefirieron quedarse dentro.
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“Amor, amor, se tomaron la cárcel. Estamos en una situación bastante difícil, de verdad, es una situación en la que no sabemos qué hacer. Los de aquí nos dicen que tenemos que volar, que tenemos que volar, pero nosotros no vamos a volar. ¿Por qué nos vamos a volar si somos inocentes?, ¿por qué vamos a correr?, ¿por qué vamos a correr? Hay mucho por donde uno irse, pero nosotros, ¿por qué vamos a correr si somos inocentes? Nosotros somos inocentes y nos quedamos acá. Por favor, difundan este audio. Díganle a la gente que nos ayude, que no nos deje morir de esa manera tan cruel. De esta manera tan miserable en esta cárcel. A nosotros prácticamente nos sacaron de la celda, nos obligaron a salir, nos reventaron los candados, nos pusieron de escudos humanos. Estamos vivos es de milagro. Amor, y no sé. Nadie nos ayuda. La policía no dice nada. La policía dejó esto abandonado. La policía se fue. Estamos aquí sin saber qué hacer”, se alcanza a escuchar en una grabación conocida por La FM que llegó a la esposa de uno de los soldados.
La abogada de los colombianos asegura que nuestros exmilitares prefirieron quedarse en esa prisión porque sospechaban que los iban a matar y tenían razones para sospechar lo peor. Barbecue podría hacer parte del intrincado cruce de intereses de aquellos que ordenaron el asesinato del presidente Moïse y que usaron a los militares colombianos como coartada para esconder a los verdaderos autores materiales e intelectuales del crimen.
Según declaraciones a las autoridades estadounidenses, del único colombiano que logró escapar de la isla meses atrás y de las investigaciones que se adelantan por el caso, es probable que por lo menos dos de los exmilitares colombianos hubieran conocido a última hora el objetivo de la misión de los soldados en Haití, pero ellos ya no pueden contarlo porque fueron ultimados con tiros de gracia. Algo muy conveniente para borrar cualquier tipo de evidencia.
Entre tanto, el resto, los exmilitares, cuya suerte hoy se desconoce, habrían sido usados como gancho ciego y estarían frente a una sentencia de muerte por algo que no hicieron.
Pero en Colombia, lo más triste es que ya los condenamos. Si devolvemos el casete de lo ocurrido, muy rápido, tanto las autoridades de nuestro país como los medios de comunicación, se adelantaron para sentenciarlos. Fue más fuerte el odio de un sector político que se caracteriza por el desprecio que les tiene a las Fuerzas Militares que el derecho que tenemos todos a un debido proceso y a la presunción de inocencia.
Colombia, este país desagradecido y donde todo lamentablemente parece estar al revés, llamó a estos soldados que tanto le entregaron al país y que viajaron a Haití a trabajar honestamente, engañados, con una empresa de seguridad de Estados Unidos, “mercenarios asesinos”, sin haberlos escuchado. Claro, es que acá los delincuentes tienen más garantías que los honestos. Esa es la Colombia de hoy. Qué tristeza.