Opinión
Fanatismos, odios y violencias
Los fanatismos, los odios y la violencia, por su propia esencia, son contrarios a los derechos humanos, a la democracia y al derecho legítimo que tienen todos los pueblos a la convivencia pacífica y a la cooperación solidaria.
Es preocupante ver como en Colombia la intolerancia, los odios, el fanatismo y la violencia han ido ganando terreno y su presencia en la vida cotidiana es cada vez más evidente.
¿Qué es lo que está pasando? Tratemos de entender, tomando como ejemplo lo que ocurre en el fútbol. El fútbol como cualquier deporte en el mundo promueve, a través del trabajo en equipo, la solidaridad, el compañerismo, el entretenimiento y el relacionamiento amistoso de regiones y países. Pero también desata emociones, algunas negativas y generadoras de odios y violencias.
Los equipos tienen aficionados leales y aficionados fanáticos. Los primeros son capaces de reconocer las buenas acciones del equipo contrario, aunque no las aplaudan. Para el fanático su equipo tiene que ganar y nunca verán las bondades del contrario; pueden pensar incluso que el árbitro es comprado por el rival y llegará a agredirlo si está a su alcance. Para el fanático, el fútbol es el de su equipo, no verá nunca el del contrario; el contrario no juega, sino que impide a su equipo jugar y esa ceguera promueve emociones negativas, pasiones descontroladas, niega razones evidentes y pueden llevar, en muchas ocasiones, a la eliminación física del otro.
Otro ejemplo de ese fanatismo, odio y violencia, que desafortunadamente vivimos en Colombia, es la fobia que poco a poco se ha venido creando contra las fuerzas militares y de policía, la cual muchas veces ha sido alimentada por los errores cometidos por algunos de sus integrantes al prestarse, como punto de apoyo, para algunas actividades ilegales o en contra de la población y del propio Estado.
También lo son los numerosos casos de feminicidios, asesinatos de líderes sociales y políticos, de niños y jóvenes; la violencia de la delincuencia común y de los grupos armados ilegales y del narcotráfico.
En el caso de Colombia, tanto el gobierno nacional, como los diversos sectores de la población, tenemos el deber democrático de actuar unidos en la diferencia, contra todos aquellos grupos armados ilegales, llámense guerrillas, paramilitares o narcotraficantes, que desde hace varios años vienen tratando de imponernos sus fanatismos y odios para justificar su violencia y demás actividades ilegales.
Esos fanatismos, odios y violencias no los podemos pretender combatir solamente con medidas represivas o estimulando económicamente a jóvenes para que no participen en actividades ilegales, sino creando condiciones y oportunidades favorables para la educación, la cultura, el deporte y el trabajo, entre otros.
En Colombia lo que necesitamos, como en el mundo entero, es la política del diálogo, de la resolución pacífica de los conflictos, del reconocimiento del otro, del respeto recíproco y la convivencia pacífica entre los seres humanos.
Para ello, una de las tareas que tenemos, es saber unirnos en la diferencia para hacer conciencia, de manera pacífica y democrática, sin fanatismos y odios, que no es lo mismo ser legal que ilegal, y para promover una cultura de la legalidad, porque todo lo ilegal conspira contra nuestras instituciones democráticas y se convierte en estímulo para la intolerancia, el odio y la violencia.