OPINIÓN ONLINE
¿Y dónde quedan los niños?
Hoy tenía toda la intención de que este texto fuera distinto. Quería escribir sobre la histórica decisión con la que la Corte Constitucional le puso punto final a los pataleos del uribismo, y le dio vía libre a la implementación de los acuerdos de paz.
La semana pasada dediqué mi columna a hacer una reflexión sobre la doble moral que salió a flote en el caso de Yuliana. Aunque sentía cierto alivio al ver que Rafael Uribe se había convertido en el centro del repudio colectivo, no pude dejar de preguntarme por qué, para traer al centro de la opinión una tragedia que en Colombia pasa a diario, fue necesario que el asesino y violador fuera un hombre rico.
Hoy tenía toda la intención de que este texto fuera distinto. Quería escribir sobre la histórica decisión con la que la Corte Constitucional le puso punto final a los pataleos del uribismo, y le dio vía libre a la implementación de los acuerdos de paz. Pero cuando iba por la mitad del análisis, me paré de mi escritorio, prendí el televisor y vi los titulares del noticiero. Al cabo de un par de minutos, apagué la pantalla y regresé a mi estudio convencido de que tenía que borrar lo que llevaba de la columna, y escribir esta vez sobre lo mismo: la doble moral.
No suelo apagar el televisor cuando mi equipo de fútbol va perdiendo o cuando algo me da rabia. Pero esta vez no me quedó de otra. El titular que decía “aprueban referendo de Viviane Morales,” podría haber sido fácilmente reemplazado por uno que dijera: “A los senadores los niños les importan un carajo”.
¿Cómo es posible, señores congresistas, que ustedes, los mismos que la semana pasada salieron en todos los micrófonos de los medios a condenar el crimen de Yuliana, tengan ahora el descaro de aprobar por mayoría la iniciativa de la senadora “liberal” y de su esposo, Carlos Alonso Lucio, quienes por medio de un referendo discriminatorio, homofóbico y retardatario, pretenden limitar el derecho de los niños a tener una familia?
Resulta difícil creer que las pocas personas que tienen a su cargo la tarea de redactar nuestras leyes, se hayan dejado convencer tan fácilmente por los argumentos cavernícolas de un par de pastores. No se me olvidará nunca el día en que vi una entrevista del señor Lucio en la que decía que los niños no eran mascotas para llenar los vacíos emocionales de los homosexuales reprimidos que querían ser papás. Ese día quedé sorprendido al ver que en pleno siglo XXI alguien pudiera seguir pensando de esa forma. Sin embargo, no lo tomé muy en serio, pues sabía que sus tesis no tenían ni pies ni cabeza, y era imposible que el Congreso aprobara este referendo. Pues bien, resulta que estaba completamente equivocado, que si tenía de que preocuparme, y que por muy golpeados que los congresistas aparentaran mostrarse ante las cámaras, cuando pasa una tragedia, nuestros niños los tienen sin cuidado.
¡Qué poco conocen la realidad del pueblo que con sus votos los sentó en esas curules y en sus carros blindados! ¡No tiene presentación que ustedes se hayan comido el cuento de que toda familia que esté compuesta por una pareja de heterosexuales, está en la capacidad de adoptar, amar, educar y criar a un niño! Resulta, señores senadores, que Colombia es un país sin padre. Casi el cuarenta por ciento de los hogares, tiene como cabeza de familia a una mujer. Y en once por ciento de los casos, ese papel lo desempeña un soltero o un gay. Entonces, según ustedes, el cincuenta y uno por ciento de las familias colombianas tendrían una composición que va en contra de la moral y de la Biblia.
Esos miles de niños abandonados a su suerte en el Bienestar Familiar, no llegaron ahí por cuestiones del azar. Esos niños están ahí por que una pareja heterosexual, de padre y madre, la que ustedes consideran perfecta, los dejó botados. Estamos además en un país en el que alrededor del setenta por ciento de los veintiún casos que se registran al día de violencia sexual contra los niños, son perpetrados por miembros de su propia familia. Muchas veces el abuso lo cometen nada menos que los papás o los padrastros.
De manera que esa composición heteroparental que ustedes han definido como la única apta para adoptar, es justamente la responsable de todos los horrores que tienen lugar en los hogares colombianos.
Mientras que ustedes están pensando en ser reelegidos, en cómo poner a un presidente que les guste, en hacer lo que sea para no dar el debate de bajar sus cuantiosos salarios, y en ver cómo hacen para no ir a trabajar y para que no les reduzcan sus esquemas de seguridad, los miles de niños abandonados están soñando con que pronto llegue el día en que les digan que les fue asignada una familia, que ya no están en manos del estado, que van a poder tener un hogar digno. Al mismo tiempo, hay miles de solteros, de solteras y de miembros de la comunidad LGTBI, que están listos para adoptarlos y que cumplen con los requisitos necesarios para hacerlo, en especial el principal de ellos: que están en capacidad de darles amor. Pero ahora, si pasa esa ley, esos niños estarían destinados a seguir abandonados y a no tener una familia que los quiera; no por que no la haya, ¡sino por que a ustedes no se les da la gana de que la tengan!
En Twitter: @Federicogomezla