OPINIÓN
Gestión de la pandemia: una radiografía del orden mundial
De avanzar hacia este escenario, se demostraría que no vivimos en un mundo justo y aún estamos lejos de comportarnos solidariamente como seres humanos.
Si viviéramos en un mundo justo, la comunidad internacional habría promovido la liberación de las patentes de las vacunas contra la COVID-19, incentivando la creación de un fondo global que hubiese pagado a los laboratorios farmacéuticos que las inventaron, tanto por los costos de la investigación como por la ganancia equivalente al promedio de su comercialización pensando en el acceso al conjunto de la población mundial.
De este modo, potencias en la fabricación de medicamentos genéricos como India, junto a cerca de cien Estados que cuentan con la capacidad instalada de laboratorios, ahora estarían produciendo vacunas a nivel global, de manera simultánea, buscando resguardar la especie humana y no en cumplir con el acaparamiento de los países ricos, que, además, fueron más que previsores en su aprovisionamiento. Esta idea de un fondo global que disponga de recursos financieros específicos para dar soluciones efectivas y contrarrestar los costos de futuras pandemias o resarcir las consecuencias del cambio climático, puede ser útil ante tiempos adversos.
El fondo de emergencia funcionaría como un seguro global, planeado y estructurado bajo un control multilateral público y privado, en el que aportarían recursos los Estados y las diferentes acciones filantrópicas. En este último caso, contribuciones que comprenderían desde aportes de las más generosas fortunas hasta estrategias variadas de fundraising o medios de captación de diferentes sumas de dinero para que, con este capital, se pague, a nivel mundial, las soluciones a eventuales catástrofes, ya sean sanitarias, ambientales e incluso derivadas de la migración forzada.
Lo anterior, no desconoce los esfuerzos adelantados por la Alianza Global de Vacunas, GAVI, que promovió, en junio de 2020, la creación del fondo Covax para la lucha contra el coronavirus antes de la invención de las primeras vacunas, mientras recaudaba de manera tradicional recursos para financiar las vacunas contra la polio, el sarampión y la tifoidea. En este sentido, Covax se fundó gracias al apoyo de la Organización Mundial para la Salud, la Comisión Europea y Francia; e inicialmente contó con aportantes como Bill Gates, quien donó 1.600 millones de dólares y el expresidente Donald Trump, que aportó 1.160 millones de dólares, a nombre del gobierno de los Estados Unidos.
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El mecanismo Covax es un aporte significativo para los países pobres porque garantiza, de manera parcial, la donación de vacunas gracias a la cooperación internacional y a generosas contribuciones privadas, las cuales lograron participar en las primeras ofertas de las farmacéuticas, que con sus contratos privados impidieron conocer cómo se realizó la compra por parte de los gobiernos de este bien esencial para la vida. De este modo, los países que no intuyeron asistir a este reparto o hacerse un lugar en la fila, despertaron su interés cuando todo estaba finiquitado, más de siete meses después de las primeras ventas.
En este orden, la mayoría de los países de renta media lograron comprar los últimos futuros, mientras los más pobres verán su inmunización de rebaño al final del año 2023, si la cooperación internacional y el instinto de conservación a nivel mundial no se corresponden con la preocupación de evitar que las mutaciones en estos Estados avancen, debido a la tardanza en la vacunación y, lo peor, lleven a ser inefectivas algunas de las vacunas existentes ante las nuevas cepas, cada vez más contagiosas. Lo que va a generar la pérdida del control más allá de las fronteras y restringirá aún más la movilidad humana a nivel internacional y el comercio global, aumentando las cifras de personas fallecidas y llevando a niveles de pobreza y miseria a grandes segmentos de la población con sus respectivas consecuencias.
De avanzar hacia este escenario, se demostraría que no vivimos en un mundo justo y aún estamos lejos de comportarnos solidariamente como seres humanos. Por lo que vale recordar a Konrad Lorenz, quien dijo: que nos encontramos en el estadio previo al homo sapiens, porque somos y actuamos como el eslabón perdido y con nuestro proceder colectivo estamos poniendo en riesgo el lograr finalizar nuestra cadena evolutiva.
Basta con recordar como actuaron algunos gobiernos al inicio de esta pandemia, antes de que se creara el fondo Covax y la invención de las vacunas. La rapiña por los recursos de bioseguridad como tapabocas o respiradores mecánicos mostró nuestra verdadera naturaleza. Por ejemplo, España e Italia sufrieron incautaciones de tapabocas por parte de otros Estados, en momentos en que ningún país europeo estaba en capacidad de producir esta medida de protección para su propia población. Igual ocurrió con la retención de respiradores en algunos países, aduciendo la necesidad de abastecimiento sanitario y luego prohibiendo su exportación.
En consecuencia, uno de los efectos políticos de esta pandemia ha sido el volver a situar la respuesta a nuestras problemáticas en el Estado, en su rol de planificador y ejecutor; este también evidenció sus falencias, producto de la falta de liderazgo en los distintos gobiernos o la gran asimetría en las capacidades para dar respuesta a las necesidades de sus agregados, lo que mostró amplias diferencias a nivel internacional, algunas muy positivas como el caso de la gestión de la primera ministra Jacinda Ardem, en Nueva Zelanda.
En otros contextos, el hacer parte de bloques regionales le permitió a algunos Estados beneficiarse de la solidaridad de sus socios geopolíticos, como es el caso de los miembros que conforman la Unión Europea, pese a la dificultad inicial para gestionar de manera coordinada la crisis sanitaria o dar respuesta oportuna a su ciudadanía, al no prestar la debida atención a la población adulta mayor, en donde primó el nacionalismo o actuar bajo el favor electoral.
El hecho fue que, los Estados ricos invirtieron rápidamente y apostaron por los laboratorios que dieron los primeros resultados hacia el descubrimiento de las vacunas, comprando de manera anticipada su producción, pero, como los resultados eran aún inciertos en septiembre de 2020, fueron previsivos comprando en distintas farmacéuticas su fabricación futura. Lo que llevó a que adquirieran la elaboración de dosis en cifras superiores a su producción, incluso triplicando o cuadriplicando las vacunas compradas con relación a las que requerían, dejando por fuera a otras naciones.
Esta acción les valió a los países más fuertes, económicamente, que a primer trimestre de 2021 hayan suministrado más del 75% de la totalidad de las vacunas producidas, cerca de 500 millones de dosis, que siguiendo este ritmo culminarían la vacunación de su población en el tercer trimestre de 2021. Por lo que a este momento solo se habría vacunado más del 9% de la población adulta a nivel mundial, en su mayoría en las zonas más ricas del planeta.
De igual manera, los Estados que, de manera tradicional, han invertido en investigación y consideran estratégico el apoyo científico como una apuesta para mantener su liderazgo a nivel mundial, vieron como resultado que, en países como Alemania, Estados Unidos, el Reino Unido, China y Rusia surgieran apuestas que se materializaron en invenciones patentables en vacunas, alinderándolas a sus intereses geoestratégicos. De esta manera, como lo enunciaba el pensador francés, Alain Touraine, respecto a crisis similares: hemos quedado desprovistos de las ventajas del capitalismo con los grandes descubrimientos científicos en beneficio de la humanidad.
Esto, debido a que el posicionamiento de un Estado a nivel internacional depende de garantizar su solidez económica, su inversión permanente en ciencia y tecnología, y en diseñar un plan de educación que enseñe desde la infancia la importancia del bien público y de actuar para proteger la vida en sentido amplio: humana, animal, vegetal... Porque el dejar desprovisto de protección a un solo miembro de la especie puede poner en riesgo su existencia, en donde desproteger a los más vulnerables hará más severo el virus, lo cual es perfectamente comprensible frente a la manera como se está ejecutando la vacunación contra la covid-19. En donde la restricción en el paso de las fronteras estatales será tanto para evitar el ingreso de personas como para no dejarlas salir, así se tenga en el pasaporte el aval de un registro sanitario.