OPINIÓN
Gobierno nacional: por favor oigan a la ciudadanía
Columnistas, dirigentes gremiales y políticos, organizaciones sociales y ciudadanos de a pie desde hace semanas le estaban pidiendo al Gobierno el retiro urgente de la reforma tributaria. La desconexión de varios miembros del gabinete del presidente Duque le está pasando factura no solo a él sino al país entero. Las horas más oscuras no han llegado todavía, pues aun falta más de un año de movilizaciones y disturbios.
A estas alturas es más que evidente que existe una estrategia organizada por la oposición de cara a las elecciones presidenciales de 2022. Sin embargo, no puede perderse de vista que miles de personas salieron a las calles porque muchas de ellas están dentro del grupo de 21 millones de colombianos que se encuentran en estado de pobreza, atrapados por la miseria y con la impotencia de no poder salir de sus casas por las restricciones ya conocidas por todos. Sin pan en la mesa y sin libertad, aprovecharon las marchas para al menos hacer algo.
Una de las políticas más emblemáticas de este gobierno ha sido la economía naranja. Esta es una propuesta innovadora e interesante, pero que debería reemplazarse por una nueva bandera, la economía social, un conjunto de iniciativas y reformas que pongan fin al caos que estamos viviendo actualmente. La economía naranja fue una excelente propuesta para 2018; la situación ha cambiado mucho y las políticas deben ajustarse a los tiempos y a las circunstancias.
El debilitamiento del tejido empresarial y la destrucción de empleo debían tener el acompañamiento de un equipo de gobierno que estuviera a la altura de las circunstancias, lo cual no ha sucedido de manera puntual en el caso del ministro de Hacienda y del ministro de Salud. La mala asesoría por parte de estos funcionarios al jefe de Estado, su falta de pericia y conexión con la gente han agravado aún más la ya muy difícil situación.
La reactivación económica está cada vez más lejana con un dólar que supera los 3800 pesos, encareciendo la deuda externa y de paso poniendo un impuesto adicional a las empresas y hogares colombianos. El plan de vacunación es hasta ahora un fracaso.
A Carrasquilla se le fueron las luces en todos los aspectos: técnico y político. La reforma requería de un recaudo de 14 billones de pesos (10 de ellos para cubrir el déficit fiscal), no de 30, que era lo que el ministro propuso. Su renuncia ha debido ponerse sobre la mesa desde hace meses. Su candidatura a la presidencia de la CAF y el ni siquiera saber el valor de una docena de huevos ya eran signos suficientes para reconocer su falta de conexión y empatía con la situación del país.
Al igual que Carrasquilla, debe tener el decoro de renunciar el ministro de Salud, ya que ni siquiera la bancada que propuso su nombramiento (Cambio Radical) lo respalda. Esa es otra señal importante que debe dar el gobierno a la opinión pública, pues esa cartera deja mucho que desear. La vacunación de mayores de 60 años es una gran mentira, pues con bombos y platillos se anunció que empezaría desde la semana pasada, hecho que no ha ocurrido salvo algunas excepciones. Mucho peor que el de Hacienda es el ministro de Salud. Tiene que irse ya. No solo está haciendo una mala gestión sino que le dice mentiras a la gente a través de anuncios alejados de la realidad.
Y si bien es cierto que las vacunas son escasas, el haber hecho una negociación a tiempo pagando un poco más por ellas haría que nuestra economía se reactivara a tiempo y todos los colombianos viviéramos mejor. Es más alto el costo que estamos pagando por no hacer eso a tiempo. Los laboratorios farmacéuticos no quieren vender a los privados, por lo que quedamos en las manos del Estado y del ineficiente ministro. La reglamentación del ministerio para que los privados compraran las vacunas fue hecha literalmente con los pies.
El oír a los distintos sectores, como propone el presidente, para concertar un nuevo texto de la tributaria es algo que debe hacerse desde ya con la reforma a la salud y con la laboral. El gobierno debería hacer mesas de concertación en temas sensibles, pero no solo para discutir algunos temas, como se hizo en la Gran Conversación Nacional, sino dar mensajes contundentes a la opinión pública a través de acciones concretas, que sean visibles. Ese es otro talón de Aquiles de este gobierno, no comunica, su mensaje no llega a la ciudadanía. La estrategia de comunicaciones debe cambiar, al igual que sus responsables.
Es claro que el presidente no puede remediar de un solo tajo problemas estructurales que vienen del pasado, pero sí puede hacer una serie de cambios y reformas, incluyentes y sensatas, en las que se oiga a la ciudadanía. Quizás eso sea los más importante: oír a la gente. Así pueden evitarse revueltas como las que vivimos en días pasados, solo con hacer ese simple ejercicio: escuchar.