OPINIÓN

Botero, el intocable

En esta administración, los alfiles de Uribe, como el ministro de Defensa, tienen patente de corso para hacer y decir estupideces.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
2 de noviembre de 2019

¿Cuántas salidas en falso más...? ¿Cuántos excombatientes asesinados por el ejército como Dimar Torres…? ¿Cuántos campesinos muertos en combates que no existieron, como Flower Trompeta? ¿Cuántas masacres de indígenas en el Cauca nos faltan para que el presidente Iván Duque se dé cuenta de que su partido y su faro, el ‘presidente eterno’, perdieron las elecciones de manera estruendosa y que su insistencia en mantener a ministros tan cuestionados como Guillermo Botero en la cartera de Defensa es una afrenta a la sociedad que se expresó en las urnas?

Se le está haciendo tarde al presidente Duque para empezar a gobernar. Y si no fuera tan servil ni abyecto, debería pedirle la renuncia al ministro de Defensa, Guillermo Botero, antes de que su insistencia por dejarlo en la cartera acabe con la poca legitimidad que le queda.

Ya era una vergüenza que lo hubiese atornillado luego de que lo expuso al ridículo en la ONU, cuando lo dejó presentar un informe de inteligencia contra el régimen de Maduro, plagado de errores de ortografía y con por lo menos cuatro fotos falsas.

A Botero y a este presidente servil no solo les pesa la estruendosa derrota, sino la denuncia hecha por SEMANA, en la que el mindefensa vuelve a quedar como un presunto encubridor en el caso del asesinato del excombatiente Dimar Torres. Comenzó diciendo que al excombatiente lo habían matado tras un forcejeo con un cabo. Luego, se abrió a la posibilidad de que hubiese sido un homicidio, pero con “motivación”.

Hoy, las revelaciones de la revista demuestran que el asesinato de Torres no fue fortuito, sino que se trató de una operación premeditada, urdida por militares para vengar la muerte de un soldado que perdió la vida al pisar una mina antipersona en una zona controlada por el ELN. Es decir, a Dimar lo mataron unos militares liderados por un oficial movido por la venganza. Para ellos la vida de Dimar no valía nada. Haber sido un guerrillero de las Farc era razón suficiente para matarlo. Poco les importó que se hubiera desmovilizado ni que estuviera cumpliendo sus compromisos de reincorporación. Querían su sangre para saciar su sed de venganza.

La reacción del ministro Botero al artículo fueron dos trinos en los que salió a decir que él había cumplido con su deber porque había retirado al coronel y a cuatro soldados más. Se le olvidó decir que ese coronel está libre y que su caso está en el Consejo Superior de la Judicatura, en donde se está dirimiendo si el homicidio de Dimar Torres y su intento por hacer desaparecer su cuerpo fue un acto de servicio que debe investigar la justicia penal militar o si estamos ante un posible y nuevo falso positivo. En medio de esta noticia, se produjo el asesinato del campesino Flower Trompeta, también en el norte del Cauca, el cual fue presentado como una baja en combate por el ejército, pese a que la comunidad niega que hubo enfrentamientos. Su cuerpo tiene disparos de ráfaga hechos por la espalda. ¿Qué dice el ministro con licencia para decir barbaridades? ¿Que si a Flower Trompeta le pegaron un tiro por la espalda es porque algo se traía entre manos?

Botero ha dicho tantas barbaridades que no cabrían en esta página. Ha dicho que a los líderes sociales los están matando porque se lo merecen –“En su mayoría son criminales dedicados al narcotráfico”, aseveró en un trino que luego borró–. Se ha dado el lujo de no reconocer la protesta social porque la considera la expresión de una minoría que no es representativa –la verdadera protesta, según él, es la que “representa los intereses de todos los colombianos y no solo de un pequeño grupo”, reza una de sus frases célebres–. Cada vez que se le pregunta por los hechos violentos como los ocurridos en el Cauca en estas últimas 48 horas, donde ha habido dos masacres y diez muertos, su respuesta siempre pone en duda la responsabilidad de la población en esos hechos.

Sin embargo, Duque lo envía cada vez que hay una masacre sin saber que él no es garantía de nada ante los indígenas y los campesinos. Lo manda solo con la única vocería que tiene: la de ser la voz y los ojos de Uribe en ese ministerio adonde llegó con la misión de horadar el apoyo que hay en los cuarteles al acuerdo de paz, para poder así imponer la tesis de que este fue una entrega al castrochavismo y de que las Farc nunca se desmovilizaron.

Un presidente que no es capaz de pedirle la renuncia a un ministro como Botero, que ha dicho y hecho toda clase de barbaridades, es porque no gobierna. Lo cual confirma que en esta administración los afiles de Uribe, como el ministro de Defensa, tienen patente de corso para decir y hacer estupideces.

Si Duque quiere convertirse en presidente y dejar de ser el abyecto de Uribe, debería empezar por pedirle la renuncia al ministro de Defensa por mentiroso y porque no da garantías a la población civil, que en su mayoría votó en contra de Uribe y su dogma.

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