OPINIÓN

Petrificados

Quizás no sea demasiado tarde para decirlo –o quizás sí–, pero el paso de Gustavo Petro a la segunda vuelta solo garantiza el regreso del uribismo al poder.

Daniel Coronell, Daniel Coronell
17 de marzo de 2018

Cuanto mejor le vaya a Gustavo Petro, más crecerá la votación en contra suya. No hay manera de que cualquier ascenso de Petro no tenga como reacción una subida mayor del voto del miedo que favorece a la derecha. El ganador neto del liderazgo de Petro en las encuestas es hoy el candidato de Álvaro Uribe. Como sería prácticamente cualquier otro candidato que se enfrentara con Petro en un escenario de segunda vuelta. Todos, con la única excepción de Piedad Córdoba, terminarían derrotándolo porque –justa o injustamente– Petro encarna los temores de la mayoría de los votantes colombianos de que el país termine convertido en otra Venezuela.

Conozco a Petro, con virtudes y defectos, desde hace 30 años. Quizás él no lo recuerde, pero en abril de 1987, cuando yo tenía 22 años y trabajaba como jefe de redacción del Noticiero Nacional, lo entrevisté mientras él estaba en la clandestinidad.

Cuando llegué al lugar señalado para el reportaje, encontré a Gustavo Petro acompañado solamente por dos mujeres y un bebé. Nunca vi un arma en el lugar. Aunque dio su nombre real, en la entrevista quería ocultar su cara y para hacerlo se puso una gorra de los Yankees, el equipo de béisbol de Nueva York, cuyo escudo cubrió con cinta de enmascarar.

Una de las mujeres le pintó un bigote con maquillaje que lucía falso a la legua. Mientras tanto, la otra mujer juntó tres pedazos de tela con cinta pegante y escribió con marcador M-19, fabricando así la improvisada bandera que sirvió de fondo a la entrevista.

Por esos días, el movimiento guerrillero M-19 había anunciado que entregaría una propuesta de paz al gobierno de Virgilio Barco junto con la robada espada de Bolívar. Los portadores del mensaje: Jaime Bermeo, Fernando Erazo, Bertha Lucía Martínez y Benjamín Muñoz fueron aparentemente arrestados por el DAS y desaparecidos.

El propósito de Petro era denunciar la desaparición de los emisarios y, de paso, dejar claro que la espada de Bolívar seguía a salvo y en Colombia. Ustedes pueden ver el video en Semana.com.



Esos desaparecidos jamás aparecieron. Sin embargo, el M-19 terminó firmando la paz con el gobierno de Barco unos años después. Una vieja foto muestra a Petro, en medio de esos diálogos, junto con el jefe máximo de esa guerrilla Carlos Pizarro, el consejero de paz del gobierno Barco, Rafael Pardo, y sus asesores Eduardo Díaz y Ricardo Santamaría.



Los que fueron miembros de esa guerrilla han respetado el acuerdo, a pesar del asesinato de muchos de ellos, incluyendo a Carlos Pizarro que fue acribillado en pleno vuelo en un avión de pasajeros cuando ya era candidato presidencial.

Gustavo Petro ha sido un brillante congresista. Su paso por la Cámara y el Senado se recordará por sus debates documentados que denunciaron la asociación entre políticos y paramilitares. Así como por destapar sonados casos de corrupción.

También su carrera ha tenido innegables sombras. Una de ellas, haber votado para elegir a Alejandro Ordóñez como procurador general de la Nación. Petro no puede decir que no supiera quién era el personaje porque estaba advertido, incluso por esta columna. Tampoco puede negar que un hombre de su cuerda, Diego Bravo, terminó nombrado por Ordóñez en la Procuraduría a pesar de que tenía una sanción pendiente en otro organismo de control. (El factor Bravo)

Por cierto, cuando Petro llegó a la Alcaldía, nombró al mismo Diego Bravo, cuota suya, como gerente de la Empresa de Acueducto. Las decisiones de Bravo le sirvieron de excusa a Ordóñez para destituir a Petro de la Alcaldía y paradójicamente darle el aire político del que hoy goza.

Hay otros episodios de Petro que muestran su mal criterio para las alianzas, pero hay uno que lo seguirá como una sombra para siempre: su cercanía con Hugo Chávez, cuya visita a Colombia después de salir de la cárcel fue organizada por el hoy candidato presidencial.



Petro además se demoró mucho en tomar distancia del régimen de Nicolás Maduro y por eso terminó encarnando el coco castrochavista tan útil para la derecha.

Quizás no sea demasiado tarde para decirlo –o quizás sí–, pero el paso de Gustavo Petro a la segunda vuelta solo garantiza el regreso del uribismo al poder. 

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