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“El valiente” (The Free State of Jones)

Sorprende encontrar una producción de Hollywood que escenifica la problemática social y política de su población en plena guerra civil, y del nacimiento del Ku Klux Klan.

Semana.Com
6 de septiembre de 2016

Sorprende encontrar una gran producción del cine de Hollywood que escenifica la problemática social y política de diversos estamentos de su población más pobre en plena guerra civil, y del verdadero nacimiento del tenebroso Ku Klux Klan.
Una película necesaria de ver.

Ya desde la primera escena, tropas marchando a la guerra y con unos soldados atrapados por el miedo, completamente aterrorizados de ir a una muerte segura e inmediata, emociones y comportamiento más que normal de quienes van a morir en pocos segundos; no hay nada heróico ni épico que por regla general se aprecia en las películas con un ejército cuyos miembros van decididos, llenos de coraje y de valor que les infunden los nobles ideales por los que luchan, etc. Así, esta secuencia inicial anuncia el carácter del film a nivel conceptual: contra todo lo que siempre se ha dicho y se ha mitificado, quedando claro el punto de vista desde el que se va a representar los temas de la narración, muy en contravía de lo que se ha establecido de manera oficial y que ya se ha consolidado en la creencia general de la gran mayoría. Con la puesta en escena queda nítido el estilo de escenificar, a veces en excesivo detalle, la guerra con los muertos y heridos que causa, como también escenas de acción durante toda la película, con su respectiva dramaturgia y muy buenos enfoques y planos que registren de la mejor forma todo lo que sucede.

Plantear varios hechos desde lo que es contrario al pensamiento oficial que tan ampliamente se ha difundido, es de cierta manera hablar sobre lo desconocido aunque realmente sucedió, más cuando se comenta aquella guerra civil como un problema de ricos y pobres, como un asunto de los esclavistas sureños, dueños del algodón, es decir, se llega al meollo de todas las guerras: los intereses económicos. Registrar estos puntos álgidos y reales de las causas de aquella conflagración es algo que asombra al ser realizado por una gran producción de Hollywood.

Por dicha temática y su forma de escenificación en la pantalla grande, de gran calidad por cierto, se entiende el por qué no ha sido bien recibida en su país. Varios sectores, incluyendo algunos de la crítica, acostumbrados a lo heróico y glorioso de aquella “gesta” llamada guerra civil, no pueden admitir que se represente lo contrario, no importa si es verdadero o no. Algo que el mismo cine comercial instauró desde hace más de medio siglo con su modelo por excelencia “Lo que el viento se llevó” y así debe continuar. Ahora el espectador se encuentra con una película a contracorriente, polémica, crítica al sistema económico y jurídico imperante, que ahonda en el aspecto del racismo, su conservación y defensa por parte del estado y sus leyes a favor de la segregación racial. Este grave problema social y político que todavía no está claro, ni mucho menos está superado como tiende a hacerse creer.

En la dirección se encuentra Gary Ross, conocido internacionalmente por su éxito y anterior película “Los juegos del hambre” del año 2012, quien personalmente estuvo durante varios años al frente de la investigación y documentación sobre Newton Knight, personaje real e histórico, soldado sureño quien desertó y organizó una masiva sublevación de los sectores más pobres contra toda la situación reinante y opresora en la región. Poco se sabe de todos estos insurrectos y descontentos con la injusticia social del país en plena guerra civil y posterior a su culminación, donde desertores, esclavos fugados y demás pobres se asocian para defenderse armas en mano, logrando una especie de zona independiente, conocida como “Estado libre de Jones”, con sus propias leyes y que no permiten la explotación del hombre por el hombre. Hechos históricos que por su carácter de rebelión popular se comprende que no sean muy difundidos y que esta película intenta lo contrario (Asociación inmediata e inevitable con José Antonio Galán y la revolución de los Comuneros, y en especial con que ojalá el cine nacional, algún día incursione en esas numerosas luchas populares de carácter histórico que ha librado el pueblo colombiano).

Las referencias con “Los juegos del hambre” a nivel estético se encuentran en los grandes planos, los exteriores de día y de noche, manejo de extras y puesta en escena de secuencias de acción y de batalla, por ejemplo, barricadas en que el pueblo armado lucha contra el ejército, el ejército de la nación contra su propio pueblo es algo que no se desea ni siquiera recordarlo. En lo temático, lo que era ficción de una sociedad posapocalíptica, donde el hambre y la extrema pobreza de muchos permiten recrear las situaciones que allí se plantean, aquí en cambio recurre a los hechos históricos, sucesos verídicos entorno a situaciones sociales de miseria, atropello e injusticia que son todo un polvorín que necesariamente estalla y prende por todas partes. No es ficción nada de lo que se representa tan en detalle y que tiene como base hechos ocurridos y que solamente se recrean. Algo que no gusta, algo que no se recibe con el mismo entusiasmo que cuando es imaginación de una futura sociedad.

Qué hace que una película que trata sobre hechos reales, históricos y bien documentados no agrade, y en cambio sí sea todo un éxito algo ficticio, irreal y que sucede en una época más adelantada. La explicación sólo se encuentra en una determinada cultura, con sus formas de pensar y actuar que aún se mantienen vivas, o que al menos tienen mucha influencia, no importa que hayan pasado muchos años y que por escrito se hayan redactado leyes que son sólo papel (tal como se muestra hacia el final de la película), o que se hable de que ahora es el siglo XXI, etc. Son pensamientos y actitudes que no se erradican tan rápido como se quisiera, que se reproducen al interior de la misma sociedad, de generación en generación, además de ser sustentadas y alimentadas por muchos de sus ciudadanos.

Un último aspecto necesario de reseñar es que en varios momentos del relato, se rompe el hilo mismo de la narración y de su universo temporal para saltar 85 años después, a mediados del siglo pasado, en que un tataranieto del protagonista, Newton Knight, está siendo juzgado sobre qué tanto de negro tiene este blanco, pues por su origen la ley no permite el matrimonio interracial, lo cual tiene tanto de absurdo como de increíble. Romper el ritmo de esta forma para traer otra época, es algo bastante inusual e insólito en el cine comercial, para lo que el público no está acostumbrado, y más si es para registrar los extremos a los que ha llegado el racismo en los Estados Unidos, y para recordar que esas leyes hasta no hace mucho seguían igual. Incómodo y espinoso el tema sobre el racismo actual, tanto como su tratamiento y exposición, unido a la forma en que se plantea el nacimiento y origen del terrible Ku Klux Klan. Sí, no podía gustar este film entre muchos sectores de ese país.

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