Opinión
Hacerlo circular
Afortunadamente se ha constatado últimamente que la economía circular convierte esos desafíos en inestimables oportunidades y así crea valor financiero y económico.
Frente a los grandes retos del contexto global cambiante, las empresas tienen que meditar muy bien sus acciones y trabajar fuertemente en innovación. Muchos asuntos sociales y ambientales influyen sustancialmente. Baste nada más pensar en las tensiones tan significativas de carácter geoeconómico y geopolítico, la evidente crisis climática, los incesantes avances tecnológicos y la escasez de múltiples recursos, y advertir que todas estas situaciones alteran drásticamente sus operaciones y ocasionan amplios impactos en las comunidades en que se llevan a cabo.
Afortunadamente se ha constatado últimamente que la economía circular convierte esos desafíos en inestimables oportunidades y así crea valor financiero y económico no solo para las firmas, sino también para la sociedad en su conjunto.
Según este concepto, “en nuestra economía actual, extraemos materiales de la tierra, fabricamos productos a partir de ellos, y finalmente, los desechamos como residuos: el proceso es lineal. En una circular, por el contrario, dejamos de producir residuos desde el primer momento” (Ellen MacArthur Foundation). Ella se basa en tres destacados principios: eliminar los residuos y la contaminación, circular los productos y materiales (en su grado más alto) y regenerar la naturaleza.
Es por lo tanto una transición hacia energías y materiales renovables. Considera la desvinculación de toda actividad económica del consumo de recursos que definitivamente son finitos. Se trata de un sistema resiliente que es bueno para las empresas, las personas y el medio ambiente (Ellen MacArthur Foundation).
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El sistema debe entonces cambiar, y cada elemento que lo constituye, indefectiblemente basados en la tríada “extraer-producir-desechar”, ha de transformarse y verificar constantemente la forma en que se administran los recursos, cómo se dan la fabricación y el uso de los productos, y lo que se hace después con los materiales. Solo de este modo podrá crearse una economía de esta índole y que beneficie a todos teniendo siempre en cuenta los límites de nuestro planeta.
Los expertos sugieren que las empresas, al acoger esta senda, no sólo superan los obstáculos expuestos y colaboran en la modificación de nuestro sistema económico, sino que además tienen ganancias representativas al aprovechar las ventajas que esta plantea: se estimula la innovación, se crean nuevos mercados y se dispondrá de una orientación corporativa más sostenible y resiliente.
Las organizaciones deben pues transitar de un negocio lineal a uno circular y disponer de modelos que les propicien cambios disruptivos, esenciales para asegurar un porvenir sostenible y un crecimiento inclusivo. En este orden de ideas es clave comprender la temática de las diferentes clases de residuos y los esquemas de funcionamiento que ayudan a transformarlos en un recurso valioso.
En “Waste to Wealth” los autores Lacy & Rutqvist (2015) identifican bastantes posibilidades al redefinir la noción de “residuo” como un recurso apreciado y lo dividen en cuatro categorías para capturar valor:
- Recursos desperdiciados: uso de materiales y energía que no se regeneran eficazmente con el tiempo, como la energía fósil y el material no reciclable. Es indispensable introducir materiales, productos químicos y energía renovables y de origen biológico.
- Capacidad desperdiciada: productos y activos que no se emplean plenamente durante su vida útil. Se debe, por consiguiente, fomentar la copropiedad de los bienes, el uso compartido, la puesta en común de recursos, el intercambio, etc. Todo ello en el marco de lo que se denomina “sharing economy”.
- Ciclos de vida desperdiciados: productos que llegan al final de su función prematuramente debido a un diseño deficiente o falta de opciones de segundo uso. Se presentan alternativas tales como revender, mantener, reparar, remanufacturar, etc.
- Valor incorporado desperdiciado: componentes, materiales y energía que no se recuperan de los flujos de residuos. Es necesario intensificar el reciclaje, la recolección de componentes y la recuperación de energía.
Ahora bien, respecto a los modelos de negocio que sustentan la conversión a una economía circular en la que se reemplaza el enfoque lineal de “extraer-producir-desechar”, por uno circular que minimiza o incluso elimina el desperdicio, la contaminación y las ineficiencias, estos mismos especialistas proponen los siguientes:
- Los insumos circulares o “ingredientes” que hacen parte de los productos en sus fases de diseño, abastecimiento y fabricación. Usar recursos renovables en tales actividades es el secreto.
- Las plataformas compartidas, que incrementan las tasas de uso a través de los modelos colaborativos para la utilización, el acceso o la propiedad de los bienes.
- El producto como servicio, en el que una empresa propietaria ofrece al mercado el uso de este, y no la propiedad, para efectos de aumentar su productividad.
- La extensión del uso del producto, conservarlo en uso el mayor tiempo posible. Se pueden abordar la reparación, el reproceso, las actualizaciones y la reventa. Esta figura a su vez habilita igualmente la realización de los dos anteriores modelos.
- La recuperación de recursos, que se da cuando el producto llega al término de su uso y consiste en devolver los materiales o la energía incorporados a la etapa de producción, “cerrando así el ciclo” desde el abastecimiento hasta el uso y de regreso a este último.
Este ambicioso objetivo que se ha esbozado aquí requiere un cambio fundamental y masivo a largo plazo de la manera de hacer negocios, pero es decisivo comenzar a desarrollar movimientos en esta vía, entender claramente los distintos modelos, los factores de éxito, sus principales dificultades y la forma de implementarlos. ¡¡¡Manos a la obra!!!