Diana Saray Giraldo Columna Semana

Opinión

¿Hasta dónde irá el Gobierno con las disidencias?

Diana Saray Giraldo
22 de junio de 2024

El Cauca está bajo fuego. También el Valle. En Arauca, los secuestros son noticia casi diaria, mientras en el Meta las extorsiones están a la orden del día. En el Caquetá circula un “manual de convivencia” que obliga a los establecimientos públicos a cerrar a las 10:00 p. m. En Nariño, el reclutamiento de menores crece. No es la Colombia de principios del 2000; es la Colombia de hoy, después del inicio de las negociaciones de paz con las disidencias de las Farc del Estado Mayor Central (EMC) al mando de Iván Mordisco.

Néstor Gregorio Vera Fernández, alias Iván Lozada o Iván Mordisco, es un exguerrillero de las Farc que estuvo al mando del frente primero Armando Ríos de esta guerrilla. En 2016, cuando se iniciaron los diálogos de paz con el Gobierno de Juan Manuel Santos, Mordisco fue el primer comandante en oponerse a la desmovilización, por lo cual abandonó las filas de esta guerrilla.

Con cerca de 400 hombres, Iván Mordisco siguió su actuar delincuencial en la frontera con Venezuela y en Meta, Vichada, Guaviare y Vaupés. Luego, tras la muerte de Gentil Duarte, asumió el liderazgo de todos los guerrilleros que no quisieron sumarse a la mesa de La Habana. Se creyó muerto, pues el expresidente Iván Duque afirmó haberlo dado de baja en julio de 2022, pero reapareció meses después para asegurar que seguiría delante con su actuar delincuencial.

Entonces Gustavo Petro, con su euforia de la llamada paz total, le tendió la mano a Iván Mordisco y a su EMC, y los invitó a iniciar unas negociaciones de paz. Pero todo ha sido un desastre para el país.

El primer gran error fue pretender unificar en un solo grupo armado, bajo el nombre Estado Mayor Central, a un montón de grupos fragmentados, muchos de ellos bandas narcotraficantes, para encajar en una supuesta estructura armada jerárquica que no existía.

El segundo gran error del Gobierno fue otorgarle a este grupo disidente estatus político, lo que significaba darle trato de grupo rebelde y abrir la puerta para una negociación en los mismos términos que se llevó con las Farc, con miras a una posible participación en política y un sistema de justicia transicional.

Pero no había en estas disidencias del EMC ningún ánimo real de negociación ni de avance hacia la paz, y mientras firmaban un cese al fuego aumentaban su poderío en las regiones y su dominio en los corredores de las drogas. Hasta que este cese se hizo insostenible, pues quedó en evidencia que no eran más que un montón de bandas narcotraficantes luchando por el dominio del cañón del Micay, principal corredor del narcotráfico del Cauca.

A pesar de esto, el Gobierno ha mantenido el cese al fuego en algunas regiones donde opera el EMC, con los bloques que considera han cumplido su intención de avanzar en las negociaciones. Según el último informe de Indepaz, quienes siguen en la mesa son los bloques Magdalena Medio y Suroriental, encabezados por alias Andrey, John Mechas y alias Calarcá. Estos bloques suman 15 frentes (cerca de 1.400 hombres), que operan en Norte de Santander, Caquetá, Meta, Guaviare, Huila, Putumayo, Bolívar, Norte y Bajo Cauca de Antioquia. Para ellos, el cese al fuego sigue vigente.

Quienes se pararon de la mesa son los bloques Suroccidente, Amazonas, el recién creado Bloque Central Isaías Pardo y el Comando Conjunto de Oriente, los cuales agrupan 20 frentes armados (cerca de 2.000 hombres) que operan en Cauca, Valle, Nariño, Putumayo, Huila, Tolima, Guaviare, Meta y Arauca. Todos al mando de Iván Mordisco. El cese al fuego con estos grupos solo sirvió para desplazar sus hombres armados a otras regiones y someter a la población a sus reglas de muerte y miedo. Preocupa su posible afianzamiento en Quindío y Amazonas, donde ya han llamado la atención por medio de panfletos.

Según Indepaz, en promedio, los ataques directos a la población civil por parte del EMC son 18 por mes; los enfrentamientos con otros grupos armados, cinco por mes, y las acciones contra fuerza pública, seis cada mes.

La peor parte, sin duda, la han llevado Cauca y Valle, departamentos que diariamente registran ataques contra la población civil, desplazamientos, hostigamientos y donde el miedo empieza a convertirse en la constante de los pobladores. Preocupa la situación del Huila, que, de acuerdo con Indepaz, supera en acciones a Nariño, que venía figurando como uno de los departamentos más afectados. Pero también hay registro de acciones cometidas por el EMC en Norte de Santander y aumentan los hechos violentos en Arauca, Caquetá, Bolívar, Casanare y Tolima. De la mano de este crecimiento vertiginoso del EMC ha crecido también el reclutamiento de menores.

Una vez más, el presidente Petro viajó a Popayán el pasado viernes para presentar su estrategia Misión Cauca. De nuevo prometió más hombres, más acciones, más inversión social, más atención para el Cauca. Pero el país ya sabe que no basta con buenas intenciones. El error ha sido tenderles la mano a delincuentes y pretender darles un estatus y un trato que no merecen.

Ahora el Gobierno anuncia el inicio del mismo camino de “diálogos” con las disidencias de la Segunda Marquetalia, al mando de Iván Márquez, quien pasó de jefe negociador de las Farc en La Habana (y que alcanzó a ser designado senador), a líder en la ilegalidad de la segunda disidencia más grande de las Farc, con cerca de 1.500 hombres.

Y de nuevo el Gobierno les tiende la mano.

Me temo que nos alistamos a presenciar la segunda parte de una misma historia de impunidad y crecimiento territorial.

¿Hasta dónde va a permitir este Gobierno crecer y dominar a estos grupos disidentes?

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