OPINIÓN

Hijos, ¡perdónanos por nuestro odio sembrado!

Mahatma Gandhi decía que para no dejar morir el sol, debíamos matar nuestros rencores.

Germán Calderón España, Germán Calderón España
29 de enero de 2018

En Colombia estamos dejando morir el sol, porque en contravía a las recomendaciones del líder de la no violencia, los rencores políticos siguen más vivos que antes de lograrse el acuerdo de paz con las Farc.

Cuando deberíamos rogar el perdón de nuestros hijos y nietos por la Colombia que le estamos dejando, continuamos con los ímpetus personales que no dan cabida al llamado a la concordia y la paz política que necesita este país manchado de sangre por décadas.

Ningún candidato se atreve a dar un giro ideológico y programático sobre un país tolerante y no sobre uno lleno de odios.

Si el Sí o el No del inoportuno plebiscito radicalizó el espectro político, urgen voces que inviten a desarrollar el debate a partir del crecimiento económico, social y cultural de esta nación que en su seno tiene personas dotadas para alcanzar los mejores logros en estos escenarios.

En un solo vistazo evidenciamos que hasta en disciplinas que no eran de nuestro dominio, estamos llegando a los primeros puestos. ¿Cuántos cantantes colombianos son nominados para los premios que hace algunos años ni conocíamos: Shakira, Maluma, Carlos Vives, etc; Cabal y Farah lograron llegar a una final de Grand Slam en Australia, de ensueño; tenemos al más rápido sprinter del mundo ciclístico; el mejor escalador; muchos economistas brillan en el universo financiero; científicos por doquier, ejecutivos a tonel.

Pero en el estadio político interno no podemos superar el odio del lobo por el lobo.

La izquierda pensando en que la mejor manera de ejercer el poder -si llegasen a él- es quitándole a los ricos; La derecha, volviendo trizas lo que se logró para bienestar de todos.

La apatía de los jóvenes hacia lo público y tradicional, hacia los partidos políticos, hacia los corruptos y los ineficientes servidores públicos, hacia el nepotismo y la idea de permanecer en el poder cueste lo que cueste, hacia lo divino y lo humano del país actual, se la debemos a nosotros los que nos volvimos viejos con los odios del pasado.

No puede ser que los ex presidentes quieran continuar ejerciendo como tal, aun después de haber gobernado por dos periodos, y no para bien sino para sembrar odio. No puede ser que rindamos homenaje a congresistas que ostentaron el poder legislativo por más de 30 años, con una apéndice empresarial y que quieran dejar a sus herederos bajo una mirada nepotista, egoísta e irracional. No puede ser que quienes le entregaron el país a la guerrilla hace unos años, critiquen el acuerdo de paz con esa misma célula. No puede ser...

De estos vicios deberán despojarse los candidatos a la presidencia que para bien de esta nación hoy son de variada y diferente condición.

La esperanza de Colombia está en los candidatos que llamen a la concurrencia de un acuerdo hacia la convivencia civilizada.

Para matar los rencores que amenazan al sol que alumbrará la nueva Colombia, basta con tener candidatos convencidos de que el único camino es perfeccionar la paz y continuarla con otros actores que tarde o temprano tendrán que estar en ese sentido, porque de lo contrario, perecerán.

Y que si alguno de ellos es ganador, como es lógico, invite a los demás a cerrar un círculo de amor por nuestro país, y por nuestros hijos y nietos, para repararlos y resarcirlos perennemente.

(*) Gutiérrez Morad & Calderón España- Abogados Constitucionalistas.

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