OPINIÓN

De aguacate y otras hierbas

El aguacate está de moda. En Australia y otros países anglosajones, su consumo es tendencia entre los millennials, y en Colombia, ha sido tema de campaña presidencial.

Esteban Piedrahita, Esteban Piedrahita
30 de abril de 2018

Aquí se nos ha planteado una falsa dicotomía entre petróleo y aguacate; metáforas para el supuesto conflicto entre la “economía extractiva” y la diversificación agrícola. Un país aún pobre, con un estado que no da abasto y que depende en forma importante de las rentas petroleras, no se puede dar el lujo de no explotar este recurso. Y esto no tiene porqué reñir con la imperiosa necesidad de generar más riqueza en el campo, vía cultivos de alto valor como el aguacate.

Así está sucediendo en las faldas de las cordilleras, en torno a los 1.800 metros sobre el nivel del mar donde se da la variedad Hass y particularmente entre el sur de Antioquia y el norte del Valle del Cauca—lejos en longitud y en altitud de los grandes campos petroleros. Las exportaciones colombianas de aguacate crecieron un 51 por ciento en 2017, alcanzando los USD 52 millones (40 veces más que en 2013, aunque solo un 0,3 por ciento de las petroleras), y ya constituyen el tercer renglón de exportación frutícola del país después del banano y el plátano. En los últimos meses se anunciaron los primeros despachos a destinos como Hong Kong, Dubai y EE.UU., los dos primeros hechos por Pacific Fruits de Rozo.

La señal más prometedora es el arribo de empresas agroindustriales mexicanas, peruanas y chilenas. No existe forma más rápida y costo-eficiente de desarrollar una cadena productiva sofisticada que importando el know how, y nuestros socios de la Alianza del Pacífico son los exportadores 1, 2 y 3 de aguacate en el mundo. (No sobra mencionar que México es potencia petrolera y, los tres, grandes productores mineros). Colombia les ofrece la singular posibilidad de producir prácticamente todo el año.

La peruana Camposol, primera frutícola de ese país con cerca de 7.000 hectáreas sembradas (2.700 de ellas en aguacate) y 15.000 colaboradores, compró sus primeras 350 en el Quindío y aspira a producir 40.000 toneladas de este fruto en el país a 2025 (lo que produjo en 2017 en Perú). Sus compatriotas de Cerro Prieto, con 1.500 hectáreas de aguacate en su país, se asociaron con la antioqueña Fruty Green que tiene 300 hectáreas en ese departamento y Risaralda. Agrícola Ocoa de Chile compró más de 1.000 hectáreas en Roldanillo y Colomich de México una cantidad similar en Toro. La méxico-californiana Green Fruit se ha asociado con pequeños propietarios de más de 1.400 hectáreas en el norte del Valle, y varias como las peruanas Sabint y Dominus están buscando tierra. Próximamente estarán llegando en misión comercial 23 empresarios del estado mexicano de Michoacán, meca mundial del Hass.

La genética es pieza clave para el éxito de cualquier cadena agroexportadora. Por ello, dentro de las inversiones extranjeras recientes, quizás la más significativa es la de Agrogénesis, líder en la producción de plántulas para frutas y hortalizas con 6 viveros a lo largo del Perú. Agrogénesis estableció su operación en 13 hectáreas en Trujillo, Valle en septiembre de 2017 y ya ha vendido más de 100.000 plantas de uva. En mayo comienza la venta de plantas de aguacate, en septiembre las de limón Tahití y están a la espera de autorización del ICA para entrar en arándanos. El desembarco de estas empresas, conocedoras de los mercados de exportación y cuyas ambiciones y experticia no se limitan al aguacate, es sin duda la mejor noticia en años para el sector fruticultor colombiano.

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