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Indigno negociar con Iván Márquez, el criminal que hizo trizas la paz
Esta vez el Gobierno Petro ha ido demasiado lejos. Iván Márquez no merece una nueva oportunidad. No hay excusa posible que justifique la traición a la mitad del país que creyó en el proceso de paz.
Encarna todo lo que una sociedad digna debería repudiar: asesino, traidor, vengativo, desleal, prepotente, cínico, mentiroso, sádico, desalmado, ruin. Habría que estudiarlo en los colegios como el antihéroe, lo más degradante en una sociedad.
Pero la actitud de este Gobierno frente a tamaño sicópata matón y a sus protectores es la contraria a la dignidad y la lógica.
Que Iván Márquez se recupere en Venezuela como un herido más, sin que la dictadura cleptómana lo detenga, evidencia la complicidad de Maduro tantas veces denunciada. Y que el presidente Petro esté dispuesto a arrodillarse ante semejante piltrafa para rogarle que vuelva a negociar una paz que él hizo trizas dos veces, muestra que en la Casa de Nariño anteponen los intereses de los matones a la justicia que merecen sus víctimas.
Sentarse a negociar con Márquez sería un gesto de exaltación de la criminalidad y una afrenta a los miles de inocentes que padecen la barbarie de la Segunda Marquetalia.
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Recuerdo su actitud en la X Conferencia de las Farc, celebrada en el Caquetá, en septiembre de 2016. Caminaba como una prima donna rodeado de áulicos. Era tal su petulancia, sus aires de grandeza, que a uno no le quedaba duda de que no sentía el más mínimo arrepentimiento por las innumerables tragedias que había provocado, incluido los miles de niños reclutados, un imperdonable crimen de lesa humanidad.
Cuando el Gobierno Duque anunció el pasado julio que Iván Márquez había quedado malherido, todos sabíamos que si su convalecencia transcurría en Caracas, tendríamos la prueba fehaciente de la asociación criminal de las Farc-Nueva Marquetalia con la satrapía de Miraflores, extremo que muchos llevamos años denunciando. Y que estarían justificados los 15 millones de dólares que Washington ofrece por Nicolás Maduro, y cifras similares por Diosdado Cabello y 13 mafiosos más del cartel de los Soles. La colaboración de los capos chavistas, a los que ahora rinde pleitesía el embajador Benedetti, ha resultado clave tanto para expandir el narcotráfico en Venezuela y Centroamérica, como para reforzar a las disidencias.
Además de lo anterior, negociar con Márquez supone despreciar a los guerrilleros y paramilitares que cumplieron a cabalidad los procesos de paz que sellaron.
Solo un puñado de exjefes de las Farc recibió tantos privilegios como ese desgraciado. En su papel de cabeza de la delegación fariana en Cuba, no hizo sino pavonearse ante las cámaras. De la Calle, Jaramillo, Santos y sus aliados internacionales lo trataban como la reencarnación de Gandhi, un supuesto hombre de paz que todo lo sacrificaba por echar a volar la paloma blanca. Después, le entregaron un partido que él insistió en bautizarlo Farc, en contra del criterio de Timochenko. Llamarlo como la organización criminal denotaba su absoluto desprecio por los millones de colombianos que aceptaban, con una generosidad encomiable (y algo de cobardía), ceder principios y valores esenciales de toda nación con tal de que dejaran de asesinar.
Lideraba el ala dura con el apoyo del criminal Santrich –que tanto admira el canciller Álvaro Leyva–, de Romaña, el Paisa y de otros miembros de la antigua guerrilla que aún siguen en Comunes.
¿Puede garantizar el comisionado de paz que el amigo del senador Cepeda no mandará matar a los que lo tilden del peor criminal? ¿Que no merece nada distinto a pudrirse en una cárcel? ¿Y que no intentará de nuevo asesinar a Timochenko para recuperar el control del partido Comunes si firma otra falsa paz?
Esta vez el Gobierno Petro ha ido demasiado lejos. Iván Márquez no merece una nueva oportunidad. No hay excusa posible que justifique la traición a la mitad del país que creyó en el proceso de paz. Nunca podremos confiar en su palabra, es un asesino irreductible que solo sabe matar.
Claro que cuando uno escucha al comisionado de paz o a Iván Cepeda, defensor a ultranza de esos bandidos, queda aterrado de la falta de fronteras éticas de este Gobierno y sus aliados. Este país no debería jamás aceptar que el responsable de hablar de paz con los criminales defienda la lucha armada. De otra manera, no se puede interpretar su declaración en CM&: “Este Gobierno asume compromisos en todos los territorios. La lucha armada, sea para derecho a la rebelión o para acumulación de riqueza, pierde su sustento”. ¿Ahora el terrorismo, las torturas, los asesinatos son un “derecho a la rebelión”? Qué espanto.
NOTA: Lanzo un SOS: como este Gobierno habla tanto de defender la selva, advierto que sus amigos de las Farc en La Macarena, así como en otros puntos de Meta y Guaviare, obligan a todos los finqueros que limitan con las vías principales a eliminar 50 metros de bosque lindero adentro, dizque para evitar emboscadas del Ejército. Eso significa talar unas 15 hectáreas por kilómetro. ¿Será esa la manera de prepararse para la paz total?