OPINIÓN
Indocumentados y migrantes
La regularización de los migrantes venezolanos en Colombia ha sido muy aplaudida. No obstante, tendrá sus problemas.
El presidente Duque y el gobierno nacional han recibido todo tipo de felicitaciones y reconocimientos por la decisión de regularizar a los millones de venezolanos migrantes que se encuentran en territorio colombiano. El papa Francisco, el Departamento de Estado de los Estados Unidos, Naciones Unidas, varias oenegés y diversos comentaristas y medios de difusión se han unido a ellos. Naturalmente que las “palmaditas en la espalda” siempre se dan mientras que no sean sus autores los que deben afrontar las consecuencias.
La migración venezolana a Colombia ha sido más complicada que la que han afrontado en los últimos años varios países de la Unión Europea, con la diferencia de que ellos son ricos y nosotros no, aunque algunos creen lo contrario.
Hace algún tiempo, más o menos el mismo número de colombianos migró hacia Venezuela, pero no en un corto lapso, sino paulatinamente y durante unos veinte años. La hermana república, era además un país próspero y rico, que requería mano de obra. Fueron ellos los que sacaron adelante la agricultura y la ganadería venezolanas.
Sin embargo, muchos afrontaron complejas situaciones. Algunos dueños de finca, después de que un colombiano le trabajaba durante varios meses “al debe”, cuando se acercaba el momento del pago, por arte de magia aparecían miembros de la Guardia Nacional y bajo la acusación de ser “indocumentado” lo arrestaban y luego lo dejaban en la frontera. Los guardias recibían su propina.
Peor suerte, corrían los llamados “maleteros”, unos cacharreros que iban de finca en finca y de casa en casa vendiendo cachivaches. Algo parecido sucedía con los vendedores ambulantes en las calles de Caracas y de otras ciudades venezolanas. Aún no existía el problema del tráfico y producción de cocaína.
Para no hablar de las mujeres que eran acogidas como muchachas del servicio doméstico. Muchas no recibían un centavo y solo trabajaban por el techo y la comida. En una reunión con altos funcionarios venezolanos, alguno jocosamente comentó que podía asegurar que no había hogar en el país que no tuviera a una colombiana en el servicio doméstico, no obstante que eso, era un delito.
El gobierno de Maduro ha dejado abandonados a su suerte a millones de sus compatriotas. A diferencia de ello, una de las más hondas preocupaciones que tuvieron el gobierno y la cancillería colombiana fue la de los indocumentados. No valían las reuniones de presidentes ni de ministros, ni la acción de los cónsules, ni las notas oficiales solicitando un tratamiento justo para nuestros connacionales.
Sin embargo, de un momento para otro, como por encanto, todo empezó a cambiar. El presidente Hugo Chávez, en medio de las sucesivas elecciones que convocó, legalizó a miles de “indocumentados”. Muchos de ellos contribuyeron con su voto al afianzamiento de Chávez. El problema desapareció.
Es un hecho que la mayor parte de los migrantes venezolanos en Colombia no van a regresar a su país. Lo que se pretende es precisamente preservarlos de que sigan la suerte de algunos colombianos en Venezuela. De todas no tendrán derecho al voto en las próximas elecciones.
Sin embargo, la carga para Colombia de asegurar empleo, educación y salud cuando precisamente afrontamos graves problemas en esos reglones en el país, va a ser complicada.
El gobierno lidera con los Estados Unidos los esfuerzos para lograr el cambio del régimen venezolano. Por lo tanto, el destino de todos los que huyen y seguirán huyendo será nuestro país. Ahora con mayor razón en medio de esta angustiante pandemia y el inicio de una vacunación masiva cuyos resultados están por verse
No hay pues otra alternativa que la regularización, a menos que sucedan milagros… y estos ahora no se presentan.
(*) Decano de la Facultad de estudios internacionales, políticos y urbanos de la Universidad del Rosario