OPINIÓN

Inoportuno viaje a Washington

Duque tiene una reunión con el asesor de Seguridad Nacional, no con Trump. Me dirán que no importa. Pues no, los presidentes deben verse con el de la Casa Blanca. Eso va más allá del protocolo. Es de respeto.

Alfonso Cuéllar, Alfonso Cuéllar
29 de febrero de 2020

El presidente Iván Duque vuelve a Washington D. C. este lunes. Arranca con la reunión anual en The American Israel Public Affairs Committee (AIPAC), en la que el mandatario es uno de los oradores principales. Es descrito como un evento bipartidista en el que ambos partidos participan. No es usual, sin embargo, que un latinoamericano hable. 

Por eso es toda una incógnita el tema sobre el cual el presidente hablará. No hay coyuntura. Las negociaciones entre Israel y los palestinos están muertas. No hay ambiente político entre los dos pueblos. Nada va a cambiar hasta que se defina quién quedará como presidente de Estados Unidos en noviembre. 

El interés de Israel con Colombia es el traslado de su embajada a Jerusalén. No es tema fácil para Colombia, particularmente, por el reconocimiento a Palestina, hecho en los últimos días del Gobierno de Juan Manuel Santos. Fue una maniobra guardada y sigilosa. A Duque no le gustó; perdió flexibilidad en el manejo de la política exterior. Más aún: iba contra su esencia de política progringos. 

Sería un paso peligroso y de poca utilidad para nuestro país: Israel y Donald Trump quedarían felices, pero los intereses colombianos, en el aire. En política exterior se debe jugar al largo plazo y no a victorias pequeñas. 

Las otras reuniones de Duque también causan curiosidad. En el Congreso va a encontrarse con el Senado y su comité de relaciones exteriores. Útil, pero la bancada es mayoría republicana. No está organizada otra con la Cámara y su liderazgo demócrata. Una posible amenaza para que quedemos como ficha republicana.

Duque tiene una reunión con el asesor de Seguridad Nacional, no con Trump. Me dirán que no importa. Pues no, los presidentes deben verse con el de la Casa Blanca. Eso va más allá del protocolo. Es de respeto.

Para Colombia, los temas de su política exterior son obvios: Venezuela, Venezuela y Venezuela. Aunque el Gobierno no lo admita, es momento de adaptarse a la realidad: Maduro no está “a horas de irse”, como Duque pronosticó hace un año. Ese cambio de política es fundamental. 

Por la tarde, está planeada una reunión con el asesor de Seguridad Nacional, Robert O’Brien. Pero, y es relevante, no con Trump. Me dirán que estoy exagerando, que Trump está ocupado. Que no importa. Pues no, los presidentes deben verse siempre con el de la Casa Blanca. Es una situación que va más allá del protocolo, es de respeto. 

Así se aplicó con Santos. En Washington, siempre una reunión con Obama y Trump. O si no, no viajaría. Igualmente, las visitas eran trascendentales, no de paso. Era el presidente y había que maximizar su tiempo. 

Temo que Duque no tiene una política exterior planeada. Que se toman decisiones al día y sin medir el impacto o las consecuencias. Esa estrategia sin pies ni cabeza es particularmente grave con los gringos. El vacío lo llenan ellos y a un costo inmenso para el país. 

De todos modos, no vale la pena encontrarse con Trump en este momento. Él solo piensa en la reelección y Colombia no promete votos; tampoco como aliado frente a Venezuela. El Grupo de Lima, creado para unificar a América Latina ante el régimen venezolano, ya muestra grietas. Se habla, incluso, de involucrar a Cuba, que para la Colombia de Duque es un error. Sigue molesto con la no extradición de la cúpula del ELN desde La Habana. 

Es evidente que no estamos en 2002. La lógica gringa no es la misma que la de los años posteriores al ataque a las Torres Gemelas. Era fácil para el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez tener una aliado en contra del terrorismo. Hoy, no existe esa dualidad. Por alguna razón, Duque así lo pensó. 

Colombia enfrenta una situación complicada y una coyuntura difícil. Nadie está al frente en Washington (Francisco Santos se va el 31 de marzo, pero en la práctica no está: el costo de una renuncia). El que llega (Luis Guillermo Plata) tiene una inmensa tarea por delante. 

Por eso, es un error el viaje del presidente. No es el momento ni la coyuntura. 

Es preferible que esté acá manejando la política y, en especial, lo que salga de la Cancillería. Después de cuatro meses de Claudia Blum, aún no hay norte. Se la pasan en peleas inútiles como la de las Naciones Unidas. Es inútil porque la ONU no cambiará su posición sobre el acuerdo de paz.

Igual ocurre con Venezuela y el pedido a Guaidó para la extradición de Merlano. No va a pasar y quedamos como novatos en la diplomacia. Ni hablar del manejo de la traída de los 13 colombianos de China, un tema logístico que no amerita la grabación de la canciller desde el ministerio, parece un exceso. Hay otros asuntos. De verdad. 

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