OPINIÓN

Instalar el VAR en el Congreso

Esa es mi idea de hoy. De esa manera podremos tener constancia grabada de la falta de juego limpio de la bancada uribista.

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
30 de junio de 2018

Dejé el Mundial de fútbol a un lado y por un momento desplegué en el centro de mi atención las noticias que produce el platanal, casi todas amargas: el Centro Democrático boicotea la implementación de la JEP; el Consejo Nacional Electoral planea inhabilitar a Mockus; posible compra de votos salpica a las congresistas uribistas María Fernanda Cabal y Margarita Restrepo: ¿esa es la paz de Duque?, me pregunté desolado; ¿tiene sentido perderse la Copa Mundo para seguir consumiendo las miserias de nuestra política paupérrima?

Y, sin embargo, ahí estaba, boqueando sobre el platón con agua de la actualidad como si no me quedara dignidad: pendiente de la forma en que, a la manera de Maduro, Uribe mandaba callar a los funcionarios de la ONU que pedían la aprobación de la JEP; y pendiente, posteriormente, de las modificaciones que planteó Paloma Valencia para amañar la iniciativa de la paz a los intereses de su partido: por poco redactan de nuevo los cimientos de la JEP, esta vez para servir al Centro Democrático. Tendría articulitos como estos: “Delito: comprar votos. Pena sustituta: ver el Mundial de la Unión Soviética. Delito: echar madrazos a las colegas. Pena: viajar en avión con cachucha castrochavista. Delito: dar órdenes para volver trizas la paz. Pena: amarrarse una piola a la nuca y tirarse al Magdalena”.

"–Paloma Valencia acaba de meter un gol a la JEP –dirá uno. –Pero estaba en fuera de lugar –sentenciará otro, ojalá de la Corte Constitucional."

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Por seguir las noticias, digo, me perdía el Mundial, hasta que, con las heridas abiertas por las últimas elecciones a la Presidencia, y el agobio todavía palpitante de lo que sucedió (la cirrosis incipiente por simpatizar con la versión cervecera de De la Calle; la secreta y vergonzante fuerza que hice por Vargas Lleras; el maltrato del uribismo por no ser uribista; del petrismo por no ser petrista; de las ballenas, por haber votado por Fajardo), tomé la decisión de concentrarme en lo importante: prender la televisión únicamente para seguir partidos. Y partidos distintos al Liberal. Y dejar de ver noticias: cambiar los Crocs por los guayos; explicarlo todo desde el fútbol; y olvidarme de la política. Si me hablaban de hinchadas, no haría asociaciones con las ojeras de Juan Manuel Santos; si me hablaban de entrega, pensaría en el medio campo coreano y no en la actitud del gobierno ante las nuevas órdenes de fumigación impartidas por los gringos; si mencionaban, en fin, a ese hombre que en otras eras fue un verdadero crac, una leyenda viva, y ahora es una pobre exgloria de mirada desorbitada que hace pistola con los dedos, comprendería que me hablaban de Maradona y no de Uribe.

Llegó el momento, me dije, de evitar cualquier tipo de equívoco entre el cochino mundo de la política, en que todo se hace a las patadas, y el emocionante y limpio y digno ejercicio del fútbol. Qué más me da si hablan de los 12 apóstoles, pensaba: yo solo entenderé de los 11 titulares. Gastaré mis neuronas en gozar con los detalles de este Mundial; con el pase que metió James a Cuadrado en el partido contra Japón, comparable en tamaño a los que metía –y sigue metiendo– Maradona. Encomendaré la selección al Altísimo, es decir, a Yerry Mina. Y me encogeré de hombros ante políticos sin altura como Paloma Valencia: la mujer que quiso destrozar el sistema de justicia ideado para superar la guerra, en buena parte para evitar que se sepa toda la verdad sobre su jefe.

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Pero entonces sucedió el partido de la selección contra Senegal; y vino la jugada angustiosa del penal señalado por el árbitro, desvirtuada posteriormente por el video de asistencia arbitral o VAR; y, como si una sigla me llevara a la otra, pensé de nuevo en la JEP, y regresé de nuevo a las noticias nacionales, pero esta vez con la pretensiosa intención de mezclar los dos mundos: fútbol y política. Y esa es mi idea de hoy: pedir que se instale el VAR en el Congreso de la República. De esa manera podremos tener constancia grabada de la falta de juego limpio de la bancada uribista.

"–Ese de verde estaba habilitado… –¿Chicharito? –No, Mockus."

Imagino a los jueces en un pequeño cubículo instalado en las gradas del Capitolio, capturando el minuto a minuto con los equipos de grabación que pertenecieron al antiguo DAS. Pueden repasar jugadas polémicas:

–Paloma Valencia acaba de meter un gol a la JEP –dirá uno.

–Pero estaba en fuera de lugar –sentenciará otro, ojalá de la Corte Constitucional.

Pueden analizar todo tipo de faltas:

–Ese de verde estaba habilitado…

–¿Chicharito?

–No, Mockus.

Y pueden repasar, también, las imágenes para determinar quién le robaba los platanitos a Duque en las plenarias. Era Uribe, lo digo desde ya. Duque llevaba un paquete de tajaditas (al igual que el ministro del Interior para que le aprobaran las leyes), y misteriosamente se le desaparecían. El VAR mostrará a Uribe haciendo con ellos lo que quiere hacer con el proceso de paz: devorándoselo mientras se chupa los dedos.

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Antes de exiliarme de nuevo en el Mundial, dejo, pues, esa idea: montar el #VarParaCongresistas. De esa manera se podría salvar la JEP. Al fin sancionarían a Uribe. Quedarían en cinta las ausencias y las siestas. Y Colombia seguiría gozando de una era feliz de mano del Altísimo. Que es, como todos sabemos, Yerry Mina.

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