OPINIÓN

Iván Duque en 'Plaza Sésamo'

Carrasquilla podrá enseñar a los niños sencillas sumas matemáticas, como calcular intereses para hidrocréditos

Daniel Samper Ospina, Daniel Samper Ospina
22 de septiembre de 2018

Dos asuntos noticiosos marcaron mi semana: por un lado, el ingominioso artículo de la BBC en que se preguntaban si Iván Duque era la marioneta de Álvaro Uribe; y, por otro, las declaraciones del exlibretista de Plaza Sésamo Mark Saltzman, según las cuales Beto y Enrique son homosexuales. “He ahí otro punto del Pacto de La Habana que sale a la luz pública”, me dije; el castrochavismo santista llegó a la pantalla infantil. Todos promueven la ideología de género. Se acabaron los valores. ¿Qué sigue ahora? ¿Revelar que Tal Cual es pareja de Ariel Armel? ¿Que Barney es heterosexual? ¿Dónde está el doctor Uribe para que les dé en la cara a esas dos marionetas no heterosexuales? ¿Dónde Alejandro Ordóñez, desdibujado gendarme de la moral, que a diferencia del Conde Contar se limó los colmillos? ¿Es Óscar Iván Zuluaga el Conde Contar? ¿Esa es la paz de Santos?

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Beto y Enrique son homosexuales, mis queridos amigos. Y no deben ser los únicos, porque así está el país, así la sociedad. Adquiere un nuevo significado el nombre del Monstruo comegalletas, otro activo del programa. Activo en el sentido de pertenencia, se comprende. Beto y Enrique son homosexuales, y no solo eso: en cualquier momento adoptarán a Abelardo. Aun a Abelardo de la Espriella. Y jugarán con él y con el pato de hule en la bañera, porque ya no hay moral: acaso le enseñen a contar, mientras él les muestra la forma en que rechazó la violencia contra la mujer en el caso de la actriz Eileen Moreno, y la violencia contra el hombre cuando defendió a Gustavo Rugeles por aquellos días en que su novia le golpeaba los nudillos con la cara, desgraciada.

Se han perdido los valores. ¿Quién iba a creer que esos dos señores sobrios y bien puestos, que dormían juntos y que –acaso– en un capítulo salían de rumba a Teatrón, sucumbían al pecado nefando? No resultaron ser el par de oficinistas que suponíamos educados bajo el temor de Dios y obligados a compartir techo únicamente por ahorrativas razones financieras. No. Son pareja no idónea. Enrique es hombrecillo jovial y dicharachero, a diferencia de Beto, que refunfuña y, a juzgar por el tamaño de sus cejas, es miembro de la familia Cano. Podría trabajar en El Espectador. Pero ambos parecían más viriles aún que algunos superhéores, como Linterna Verde, cuya máxima arma es un anillo: un miembro más de la comunidad del anillo.

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Digo que cuando me enteré de tan impresionante noticia, recordé el irrespetuoso artículo de la BBC en que se preguntaban si Duque era una marioneta de Uribe. Y juntando una cosa con la otra, se me ocurrió lo siguiente: ceder el poder ya no por cuotas, sino del todo y de una vez, al doctor Uribe, Presidente Eterno de la Patria, y solicitar el traslado de Iván Duque a la plazoleta de Plaza Sésamo, para recuperar el valor moral del programa, y, de paso, sacar provecho de su señalada condición de títere.

Carrasquilla podrá enseñar a los niños sencillas sumas matemáticas, como calcular intereses para hidrocréditos

De este modo, el Presidente Efímero conseguirá descansar del desgastante inicio de su gobierno, en el cual voceros del castrochavismo han sembrado una oposición feroz a las iniciativas del Ejecutivo: a la ministra de Justicia osan criticarle aciertos como el de graduar a los policías de médicos toxicólogos; al ministro de Defensa no le reconocen sus acertadas críticas a la protesta social, a las que habría que depurar rociándolas con glifosato.

Y así atacan al embajador en Estados Unidos, al canciller. En el zarandeo de tantos reproches a las acciones de su gabinete, al presidente ya le nacen canas de manera natural. No es el trote que merece un hombre jovial como él, cuya vocación para entretener es su verdadero talento: ¡a cuántas generaciones podría divertir desde la plazoleta de Sésamo este personaje único, que no resiste dejar quietos los balones o las guitarras que se topa en el camino, si decide hacer carrera como marioneta profesional! ¡Cuántas risas despertará con su carisma infinito!

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Hemos de pedir su traslado a Plaza Sésamo cuanto antes, en llave, de una vez, con el de Alberto Carrasquilla: ministro pedagógico y ético como ninguno, de piel bermeja, casi naranja, y frondosa cabellera de peluche, similar a la de Enrique: Carrasquilla podrá enseñar a los niños sencillas sumas matemáticas, como las de calcular intereses para hidrocréditos, y plantear las didácticas lecciones del programa:

– Hoy veremos la letra C, de Carrasquilla: con C se escribe Cartera, Crédito, Corrupción…

La nueva dupla podrá sancionar socialmente a Andrés Barreto, el nuevo superintendente de Industria que osaba criticar al Presidente Eterno en su cuenta de Twitter, encerrándolo en un círculo al lado de José Obdulio, el general Santoyo y Jorge Noguera, mientras cantan que una de esas cosas no es como las otras, que es diferente a todas las demás.

Deténgase, pues, el atentado moral a nuestros niños. Desplacen a Beto y a Enrique de la plaza de Sésamo a la plaza de Lourdes, en Chapinero. Y lleguen de relevo el presidente Duque y su ministro Carrasquilla, ejemplos tan morales como el apellido de Viviane, para que llenen la bañera con bonos de agua y reemplacen el viejo pato de hule por uno nuevo, comprado con créditos a los municipios. Para que los municipios vuelvan a pagar el pato. 

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