OPINIÓN
La encrucijada de Duque
El exsenador ha dicho que si él es elegido, va a ser el presidente de todos los colombianos, y que si llega al solio de Bolívar, va a respetar la libertad de expresión. Yo le creo a Duque cuando hace esas promesas, pero no veo cómo las podría cumplir sin traicionar al presidente Uribe.
Iván Duque, el candidato del uribismo que se despegó del lote en las últimas encuestas, debe tener una encrucijada en el alma: si quiere llegar al poder con el propósito de hacer un gobierno de centro, que mire hacia el futuro y se aleje de los populismos –como él mismo lo ha planteado en su último libro–, va a tener que traicionar a Uribe. Y si no lo hace, podría volverse el Medvédev colombiano, aquel presidente ruso que terminó convertido en el perro faldero de Putin durante los cuatro años de su gobierno.
Es cierto que Duque comenzó su campaña como el candidato que puso Uribe, pero poco a poco, con su buena vibra e inteligencia, ha ido encontrando una manera propia de tender puentes con esa otra Colombia que no es uribista –y que no es castrochavista ni aliada del narcoterrorismo, como lo cree gran parte del furibismo recalcitrante–. Duque, en cambio, tiene buena interlocución con ese otro país que el furibismo considera la peste y ha demostrado que es un hombre racional que respeta la controversia.
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Mientras a Uribe se le ve con la sangre caliente y no le importa que se le noten las ganas que tiene de llegar al poder para imponer su dogma y vengarse de sus detractores –ya anunció que sacará a Noticias Uno del aire; falta ver si piensa hacer lo mismo con los magistrados de la CSJ que lo investigan por manipulación de testigos o con los fiscales que están a cargo de la investigación de su hermano–, Duque ha impuesto otro tono y otra manera de decir las cosas.
El exsenador ha dicho que si él es elegido, va a ser el presidente de todos los colombianos, y que si llega al solio de Bolívar, va a respetar la libertad de expresión. Yo le creo a Duque cuando hace esas promesas, pero no veo cómo las podría cumplir sin traicionar al presidente Uribe.
Duque ha dicho que quiere ser el presidente del futuro, de la esperanza, pero Uribe va a intentar devolver el país a premisas trasnochadas como la de que en el país no hubo conflicto o de que las Farc no se desmovilizaron o de que los 6 millones de desplazados son en realidad migrantes que por su propia voluntad decidieron abandonar su finquita para venirse a vivir en los cinturones de miseria de las grandes ciudades. ¿Volveremos, acaso, en un gobierno uribista a hacer de la seguridad la espina dorsal de la política porque el odio a Santos les impide reconocer que la guerra con las Farc se
desactivó? No creo que revivir el pasado sea el futuro que está ofreciendo el candidato Iván Duque. Pero, repito, no veo cómo podría hacer todo lo que dice que quiere hacer si no es traicionando a Uribe.
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Difíciles momentos se le avecinan a Duque si llega a resultar ganador de esta contienda electoral. Si traiciona a Uribe, le esperan cuatro años de guerra implacable, pero sacaría este país de la transición de la guerra hacia la consolidación de la paz. Si no lo hace, quedará condenado a ser un apéndice del expresidente Uribe y ahondará aún más la polarización de la que todos queremos salir.
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