OPINIÓN
James, el ídolo
La historia de James debería inspirarnos a todos. Siempre es posible superar los peores momentos, mientras haya trabajo, decisión, persistencia y mucho talento.
Hoy les hablaré de James Rodríguez. No desde lo futbolístico, sino desde lo que significa su renacer en Europa. James volvió a brillar en las canchas inglesas cuando algunos empezaban a perder la fe en él y otros apostaban por su rotundo y definitivo fracaso. Después de que la prensa del mundo lo elogió por su talento y su inteligencia en el área de juego, en los últimos tiempos se oía de todo: que era un fraude, que no tenía disciplina ni madurez psicológica, que era un “mala cabeza”, que su talento no era suficiente comparado con el de otras figuras del fútbol europeo. Nada de eso era cierto. El James del Real Madrid siempre fue el mismo que hoy vemos triunfando en el Everton: audaz y efectivo en el campo, y muy carismático.
El problema no era James. El problema era Zinedine Zidane. Un técnico testarudo que lo cogió entre ojos. A mí no me vengan con cuentos. Por fortuna soy hincha y no comentarista deportiva, así que les pido licencia para decirles que estoy convencida de que Zidane no quería a James. Por eso lo despreció, lo maltrató, lo aisló, y realmente quiso acabarlo. Por fortuna no lo logró. Ojalá algún día supiéramos si realmente pasó algo personal entre James y Zidane. Otros simplemente le quitan cualquier responsabilidad al técnico del Real diciendo que la desgracia de James fue solo fruto de la competencia. La exitosa llegada de James al equipo inglés demuestra que a pesar de las dificultades, su talento y su ángel siguen intactos.
James es una estrella, es un crack. Él encarna los sueños hechos realidad de cualquier niño común y corriente de un barrio de provincia en Colombia. James, el ídolo de tantos infantes y adolescentes, es en sí mismo un cuento de hadas. Está hecho a pulso. Su sacrificio y el de su familia, especialmente el de su madre Pilar, le permitieron llegar a la cima del éxito. James además es un buen muchacho y un buen familiar. Incluso, su separación de la modelo Daniela Ospina fue en buenos términos y, a juzgar por las imágenes de sus redes sociales, sigue siendo un papá amoroso con su hija Salomé y muy mimoso con su pequeño Samuel. James es un gran ejemplo de superación. Lo conocí hace más de un año y me pareció afable, respetuoso y sencillo, a pesar de ser la figura que es. Me agradó inmensamente verlo tan cálido con los niños.
James es de esas figuras que siempre representan bien a Colombia pase lo que pase, como Caterine Ibargüen, Nairo Quintana, Egan Bernal y muchos más de nuestros sacrificados y exitosos deportistas. Todavía recuerdo la apoteósica imagen de la presentación de James Rodríguez en el Santiago Bernabéu en Madrid. La tribuna enardecida gritaba su nombre. Era julio de 2014 cuando llegó al Real, después de su brillante actuación con la selección Colombia en el Mundial de Brasil.
Los hinchas estábamos devastados por la mala noticia de la ausencia de Falcao, pero James nos devolvió con su zurda la alegría. Pudimos soñar. No olvidemos que el fútbol es lo único que une a los colombianos. Millones de hinchas celebramos hasta las lágrimas sus goles, potentes y bonitos. Yo le agradezco todas las emociones que nos ha regalado corriendo detrás de la pelota para meterla como sea al arco de los rivales. Carlo Ancelotti ha sido su ángel de la guarda. Lo llevó al Real, al Bayern, y lo sacó del infierno de Zidane para darle gloria en el Everton.
Hace tiempo que James estaba en serios problemas. Su futuro era incierto. Mientras su pase perdía aceleradamente valor, su destino estaba en manos del francés que parecía más su peor enemigo que su técnico. Zidane lo había opacado totalmente. Con él vivió una verdadera pesadilla que duró años. Cómo olvidar al gran James viendo jugar a su equipo, el Real, desde la tribuna como cualquier hincha. Una verdadera humillación que lo llevó a pedir no ser convocado; una medida desesperada.
La historia de James debería inspirarnos a todos. Siempre es posible superar los peores momentos, mientras haya trabajo, decisión, persistencia y mucho talento. James es un ídolo y conoce las mieles del triunfo: aquellos días en los que todos a su alrededor han sido supuestamente incondicionales. Pero también conoce la soledad de aquellos momentos en los que tantos le dieron la espalda. Afortunadamente, James seguirá con su sonrisa amplia regalándonos sus goles por muchos años más y brillando con luz propia. Esa no la apaga nadie. Y Zidane que sufra, porque los goles serán para el Everton y no para el Real.