OPINIÓN ON-LINE
Razones para mantener el optimismo
A pesar de las dificultades, hay que creer que esto es posible. Desde el domingo del plebiscito hasta ahora, las señales han sido buenas.
Una foto imposible. Un cruce de mensajes inimaginable. Un histórico premio que se vuelve mandato y todo en la misma semana. Si alguna lección nos deja el plebiscito por la paz, es que ningún escenario puede ser descartado y que, cuando todo parece derrumbarse, surgen esperanzas para pensar que las cosas pueden mejorar.
El encuentro entre Santos y Uribe seis años después, pese a la natural tensión entre los dos, deja el saldo positivo de ver a estos líderes que piensan totalmente distinto dándose la mano y dispuestos a dialogar. Los mensajes cruzados de sus respectivos hijos, Martín y Tomás prestos a tomar un café, también son simbolismos de construcción de confianza significativos. Las declaraciones de Pastrana invitando a una reunión a sus colegas, incluido su enemigo político, Ernesto Samper y el comunicado conjunto de la mesa de La Habana manteniendo el cese bilateral al fuego, ciertamente reconfortan.
Y en esta correlación de fuerzas, la llegada del Premio Nobel de Paz para el presidente Juan Manuel Santos, tiene un sentido y debe entenderse como un espaldarazo de la comunidad internacional para no levantarse de la mesa, que es distinto a imponer por la fuerza los acuerdos rechazados en las urnas, como malinterpretan algunos.
No obstante, un buen número de colombianos siguen sin ver la oportunidad detrás de esta crisis. Los discursos de la oposición y los de las FARC en los medios de comunicación reflejan dureza en las posturas y aparente imposibilidad de encontrar consensos. Si uno oye a Rodrigo Granda hablando con Yolanda Ruiz en RCN RADIO concluye que la guerrilla no está dispuesta a introducir modificaciones sino “a sacar a la gente del engaño y la equivocación para que por fin entiendan lo bueno que es el acuerdo que firmaron”. Del otro lado, las intervenciones de Uribe o del exprocurador Ordóñez demuestran un interés por revisar buena parte del acuerdo y renegociar a fondo. Unos y otros apelan al maximalismo. Los más radicales del No queriéndolo cambiarlo todo y las FARC negándose a reemplazar ni una coma.
Sin embargo, es normal que al comienzo de una negociación –y en ese punto nos encontramos– cada parte quiera sacar el mayor provecho frente a la otra y es también normal que ante los micrófonos el mensaje sea uno y en las mesas de trabajo haya otro, mucho más flexible y en tono componedor.
Mantener esa dinámica no será fácil y después de los gestos tendrán que llegar los hechos pero es razonable que si a las FARC les dieron seis años de gracia, ahora les concedan al menos unas semanas a quienes ganaron en las urnas y que el gobierno trabaje en cambios que no sean simplemente cosméticos. La oposición, por su parte, tampoco puede insistir en modificaciones imposibles de lograr.
La sana presión ciudadana será vital para empujar a las partes a encontrar acuerdos sobre mínimos, así luego por la vía de la reglamentación y en una eventual constituyente en el año 2018 –como se rumora en los corrillos políticos– se logren otros consensos que hoy parecen más difíciles. Lo fundamental debe prevalecer y resolverse dentro de plazos razonables; no de horas ni de días pero tampoco de años y ese debería ser el primer acuerdo a que lleguemos como sociedad.
Finalmente, quizá convenga que en esta etapa que comienza de definición metodológica y pulsos entre unos y otros, se mantenga más que nunca la prudencia. Los medios haremos todo lo posible por tirarle la lengua a los protagonistas de la noticia, pero ellos deberían resistirse por el bien de esta renegociación.
Sinceramente creo que nada está perdido hasta que todo esté perdido y si esto fracasa seré el primero en reconocerlo. Mientras tanto démosle el beneficio de la duda a todos los actores y hagamos como opinadores lo que demandamos a nuestros dirigentes: desarmar el lenguaje y apostarle a un verdadero y más amplio acuerdo para una paz estable y duradera.
* En Twitter: @JoseMAcevedo