Paula López

Opinión

La apología a la decadencia

Estamos viviendo un holocausto universal, en el que se quieren exterminar los más altos valores espirituales, los únicos que paradójicamente podrían salvarnos de las fuerzas de la decadencia.

Paula López
12 de agosto de 2024

¿Como podemos mantener la fe y la serenidad interior cuando el mal y la decadencia se nos cuela por cada ventana de nuestro hogar?

El mundo está en crisis en todas las esquinas del planeta, está en crisis en nuestra dimensión más profunda, ética, espiritual y moral.

Estamos encadenados a la impunidad y torturados por la impotencia, empujados a entrar en una especie de cámaras de gases tan tóxicos y venenosos, en las que se nos aniquila la sacralidad de la existencia humana.

Nos están vendiendo en esta nueva sociedad de vanguardia, un relativismo ético y moral, en el que se pretende hacernos un lavado de cerebro masivo, en el que nos están tratando de programar como robots, creyendo que podremos despojarnos de virtudes espirituales inquebrantables, como lo son la reflexión interior y la escucha de la voz inmutable e incorruptible del alma.

La mente se puede entrenar, dominar, vulnerar y hasta engañar con todo tipo de técnicas, las creencias se pueden crear, manipular y disfrazar de reales o irreales, pero aquello que nos define como seres humanos, el alma, es intocable, ingobernable, imperturbable, por eso siempre seremos capaces de diferenciar en nuestra dimensión espiritual, el bien del mal, la decencia de la inmoralidad, lo que construye vida y lo que la destruye.

La crisis que vivimos en nuestras naciones no es una crisis política ni ideológica, ni religiosa o económica, ¡es una crisis absolutamente espiritual!, pues aquellos que pretenden ser nuestros pastores, lideres y guías, son almas gobernadas por el ego, la obsesión por el poder y el narcisismo absoluto.

Si nuestros lideres, aquellos que nos guían y nos gobiernan, vivieran desde su espíritu y no desde su ego desbordado, podríamos ver un mundo mas humano, en el que podría reinar la paz y la fraternidad.

La mayoría de las personas no quieren dar una mirada a su interior, tampoco quieren construirse una vida espiritual en la que se honren los valores, no les interesa autoevaluarse ni mirarse para darse cuenta de que necesitan cambiar y que para lograrlo es imprescindible transformarse en seres empáticos, capaces de desplegar su mejor versión.

Para alcanzar ese crecimiento personal, es necesario detener la vida y comprender qué es aquello que nos lastima, o lastima a los demás de nuestra personalidad; pero en un mundo vertiginoso que nos acosa y nos atropella, es imposible encontrar espacios de quietud y serenidad, pues en nuestra vida cotidiana nos aturden los conflictos globales y simultáneamente los conflictos familiares entre las personas que amamos y, principalmente, con aquellas que nos cuesta amar.

Por estos motivos, insisto en que la crisis que estamos viviendo ha sido creada por la falta de equilibrio interior. En términos de salud mental, me pregunto si los psiquiatras más expertos del planeta se congregaran para hacer una valoración médica del estado de la mayoría de nuestros líderes y gobernantes, cuántos serían dados de alta con buen diagnóstico. Analicen ustedes mismos, uno por uno, a ver qué concepto emitirían de su ecuanimidad, coherencia y, lo más importante, evalúen los frutos de sus acciones, pues en términos espirituales y existenciales, a las personas se les analiza por los frutos que dan desde sus actuaciones y sus decisiones, es decir, ¿los frutos son constructivos? ¿O destructivos? ¿Suman bienestar y serenidad? ¿O por lo contrario aportan destrucción, zozobra angustia y desolación?

Los gobernantes son capaces de secuestrar a un país completo impunemente y no pasa nada, pues los buenos terminan siendo sometidos y aniquilados. Llos juegos olímpicos ya no representan un encuentro en el que se honra el deporte y la fraternidad universal entre las naciones, ahora son utilizados como un escenario publico denigrante para ejercer todo tipo de atropellos y deshonras contra lo que debería ser sagrado y protegido: las creencias y los rituales espirituales.

De nuevo vemos cómo unos pocos son capaces de herir e insultar a media humanidad y tampoco pasa nada.

Estamos encadenados a la impunidad y torturados por la impotencia, empujados a entrar en una especie de cámaras de gases tan tóxicos y venenosos, en las que se nos aniquila la sacralidad de la existencia humana.

Estamos viviendo un holocausto universal, en el que se quieren exterminar los mas altos valores espirituales, los únicos que paradójicamente podrían salvarnos de las fuerzas de la decadencia.

Lo mas doloroso de este intento de asesinato del alma humana es que, como sucedió en épocas del Holocausto judío, el resto de la humanidad voltea su mirada y se convierte en cómplice silencioso, ignorando tanto desgarro y tanto dolor, con la indiferencia más cruel.

Los seres humanos se han convertido en una raza depredadora de su propia especie, que hace apología a la decadencia y se siente orgullosa de eso, que aniquila su centro sagrado sin entender que se está autodestruyendo, que intenta extirpar todo tipo de espiritualidad de su existencia sin darse cuenta de que el paso por esta tierra es temporal y que la verdadera existencia se encuentra cuando dejamos el cuerpo físico, el que paradójicamente se está usando como máquina de placer sin ningún tipo de reglas morales.

Estamos viviendo en una época en la que los templos están vacíos y las personas deambulan por la vida sin sentido y sin rumbo, pues las tradiciones se han sacado de nuestra vida y a Dios se le mata y se le ignora en cada trinchera de estas guerras que nos aniquilan la esperanza y nos roban la alegría.

¿Cómo podemos entonces creer en la bondad, en la ética del comportamiento, en la fidelidad, en la honestidad, cuando los valores han sido sustituidos por los antivalores?

La humanidad se ha convertido en legiones de seres heridos, que hieren a otros, que van muchos de ellos empastillados y en ocasiones drogados o alcoholizados, ansiosos, estresados, lamentándose de lo insoportable que es el mundo, cuando en la mayoría de los casos no se soportan ni a ellos mismos, pues hay una especie de remolino en el centro de la tierra que intenta succionar a millones de corazones al vacío y a la falta de sentido.

¡Detente! Sólo tú puedes salirte de esta centrífuga decadencia. Sólo tú puedes decidir salirte de este remolino. Solo tú tienes la potestad absoluta de detener tu vida y hacerte preguntas existenciales: ¿Soy feliz? ¿Mis acciones y decisiones construyen vida o la destruyen? ¿Alguien sufre por mis acciones o estoy lastimando a alguien?

¡El mundo no cambia con tu critica ni con tus lamentaciones, el mundo cambia con tu ejemplo! ¿Qué estas haciendo hoy por construir un mundo más humano?

¡Levántate y cambia! Da una mirada a tu interior, constrúyete una vida espiritual; tienes la responsabilidad de sanar tus heridas y de convertirte en tu mejor versión.

Mi píldora para el alma

El mundo se debate en una batalla espiritual entre dos protagonistas: el ego y el espíritu, ¿cuál eliges tú? ¿Quieres vivir desde tu ego o desde las virtudes más valiosas del alma?

La respuesta profundamente sentida en tu interior te guiará en la dirección correcta, aunque vayas en contravía a la dirección del mundo.

Sólo tu espíritu puede protegerte de la apología a la decadencia que intenta aniquilarte.

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