OPINIÓN
Mal hecho
No sé si a mis lectores les gustan o no los guerrilleros retirados Iván Márquez y el Paisa. Pero nadie puede negar que lo que dicen es cierto. Físicamente los están matando, y jurídicamente no les están cumpliendo. Como dicen en su carta: “eso es perfidia, trampa y conejo. Mal hecho. los acuerdos son para cumplirlos”
Tienen razón los guerrilleros retirados Iván Márquez y el Paisa en su carta a la Comisión de Paz del Senado: les pusieron conejo. Así se desprende de lo que ha sucedido en año y medio de implementación del acuerdo de paz que firmaron los jefes de las Farc con el gobierno de Juan Manuel Santos: no ha habido implementación. No ha habido ni asomos de la pactada y prevista reincorporación a la sociedad civil de los combatientes desmovilizados porque el Estado colombiano no ha cumplido sus compromisos, ni siquiera el más elemental: la protección de la vida de los excombatientes.
Dicen Márquez y el Paisa en su carta: “Hoy a los guerrilleros los están matando uno a uno en medio de la indiferencia de las autoridades”. ¿Y alguien puede negarlo? Ya van más de sesenta asesinados desde la firma de los pactos, y tanto el gobierno saliente de Juan Manuel Santos como el lentamente entrante de Iván Duque siguen sin querer encontrar una sistematicidad en la matanza y sin poder capturar a los responsables. ¿Quiénes son? “Fuerzas oscuras”, como hace treinta años llamaba el entonces presidente Virgilio Barco a las que exterminaron a la Unión Patriótica. Así no hay participación en política que valga. Y así no se sale de una guerra.
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No sé si a mis lectores les gustan o no los guerrilleros retirados Iván Márquez y el Paisa. Pero nadie puede negar que lo que dicen es cierto. Físicamente los están matando, y jurídicamente no les están cumpliendo. Como dicen en su carta: “Eso es perfidia, trampa, y conejo. Mal hecho. Los acuerdos son para cumplirlos”.
Mejor que el Estado colombiano se han portado los extranjeros. El embajador de Francia visita las zonas de reincorporación, el gobierno de Noruega da fondos para ponerlas en marcha. Salvo el de los Estados Unidos, claro está, que pone trabas y estorbos a la reconciliación mediante las exigencias de extradición de excomandantes guerrilleros (caso Santrich). Pero hasta este y su arrogante embajador resultan coherentes con la que ha sido siempre su política. La de Colombia es incoherente. Parece como si quienes están al mando –con Duque ahora, con Santos hace un año– fueran los mismos que hace casi cuatro décadas fueron llamados “enemigos agazapados de la paz” y sabotearon aquel primer intento de superación del conflicto armado.
No sé si a mis lectores les gustan o no los guerrilleros retirados Iván Márquez y el Paisa. Pero nadie puede negar que lo que dicen es cierto. Físicamente los están matando, y jurídicamente no les están cumpliendo. Como dicen en su carta: “eso es perfidia, trampa y conejo. Mal hecho. los acuerdos son para cumplirlos”
Pero no pueden ser tan viejos.
(¿O sí? El presidente Duque se pasó toda su campaña electoral asegurando que él es joven; pero hasta ahora todas sus iniciativas de gobierno han sido saltos atrás. No sorprendería a nadie que –en la línea de las propuestas de su ministro de Defensa– pronto desempolvara entero el Estatuto de Seguridad de su admirado Julio César Turbay, de quien entronizó la foto en su oficina de Washington, y de su recordado ministro de Defensa el general Luis Carlos Camacho Leyva, el de las torturas a los detenidos en las caballerizas de Usaquén).
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Los acuerdos firmados –digo, volviendo atrás– no se están cumpliendo. Lo resumió con sencillez en entrevista con Julio Sánchez Cristo en La W Henry Acosta, el que fue intermediario para las negociaciones entre las Farc y el gobierno de Santos (y antes, el de Álvaro Uribe): el Estado no puso ni la plata, ni las tierras, ni la justicia prometidas. Y por eso los exguerrilleros se están yendo “a lo que saben hacer: bandolerismo”. Pero ya sin jefes políticos. Citó Acosta una advertencia que le hizo el comandante guerrillero Romaña a Jean Arnault, jefe de la Misión de la ONU en Colombia: “Si no hay reincorporación, tendremos 400 o 500 bandolas, sin mando único”.
Tal vez exageraba Romaña. Pero ya tenemos cuarenta o cincuenta bandolas porque no hubo ni plata ni tierras, y no está habiendo tampoco justicia, para que se consolidara la reincorporación. Como escriben el Paisa y Márquez: “Mal hecho”.
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