OPINIÓN
La carta fatal
Areiza se mostraba aterrorizado cuando le hablaban de la carta en la que supuestamente se retractaba de sus señalamientos contra Luis Alfredo Ramos.
Carlos Enrique Areiza sabía que tenía los días contados. El antiguo paramilitar conocía demasiados secretos. Tenía claro, como pocos, el funcionamiento de las mafias en Bello, su pueblo natal, y cuáles eran los políticos que trabajaban para esos clanes. También estaba familiarizado con los poderosos aliados que la Oficina de Envigado tiene en la legalidad. Sin embargo, según lo declaró ante la justicia, su mayor temor venía de unos papeles en blanco que había firmado.
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En su última declaración ante Sandra Yepes, la magistrada auxiliar de la Corte Suprema de Justicia, Areiza dio a entender que paradójicamente donde se sentía más seguro era en la cárcel: “Uno sabe que uno sale de acá y uno no tiene ya país para vivir. Y yo saldré de aquí y yo pienso que a mí me asesinan ligero”.
Tenía razón. El pretendido ‘beneficio’ de casa por cárcel que le concedieron les permitió a sus enemigos matarlo el pasado fin de semana. Carlos Enrique Areiza, de 38 años, ya no quería contar nada de lo que sabía: “Si yo llego a entregar pruebas o si llego a ubicar las pruebas de algunas personas, me desaparecen totalmente a mí y a mi familia. Y uno a veces prefiere echarles tierra a ciertos asuntos”.
El hombre que había pasado la mayor parte de su vida entre bandidos, temblaba de miedo cuando la magistrada investigadora le preguntó por la historia de una carta en la que aparecía su firma: “Doctora, yo no quisiera hablar de ese tema porque detrás de ese tema viene una situación muy delicada, doctora, demasiado delicada”.
Cuando la magistrada le preguntó a qué temía, Areiza contestó: “Frente a lo que rodeó esa carta yo le tengo mucho miedo a esa situación porque es una situación muy delicada porque ahí hay personas que están… que estuvieron involucradas… que son muy, muy delicadas, doctora. Vuelvo y le digo, ahí es donde empieza uno a temer por su vida. Pero frente a esa carta hay una situación demasiadamente delicada”.
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Areiza se mostraba aterrorizado cuando le hablaban de la carta en la que supuestamente se retractaba de sus señalamientos contra el exgobernador de Antioquia Luis Alfredo Ramos y decía, en cambio, que había sido presionado por el senador Iván Cepeda para atestiguar. En esa diligencia aclaró que realmente él no había escrito eso: “No. Yo firmé dos hojas en blanco a la persona que me visitó y esas dos hojas eran una prueba de confianza para no terminar yo muerto después”.
Tenía pánico de contar a quién le había firmado esos papeles en blanco: “Doctora, es que si le digo el nombre también tendría que contarle la historia y ahí es donde ya me complico la vida, doctora”.
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Finalmente, le relató que había empezado a recibir amenazas poco después de comunicarse con los abogados de Luis Alfredo Ramos. Con Gustavo Moreno habló por teléfono. A la cárcel fueron a visitarlo dos hombres: “El señor Leonardo Pinilla me visitó un día después, aquí en la cárcel, con el investigador de nombre Jeffrey… Jeffrey Garavito”.
Desesperado por las amenazas decidió –nadie le preguntó por qué– llamar a un conocido personaje al que terminó dejándole una razón: “La intención mía de hablar con José Obdulio y decirle ‘Hermano, paren todo esta amenazadera si es que tienen que ver ustedes o tienen que ver otras personas’. Nunca pude hablar con el señor José Obdulio Gaviria y encargaron a una persona que me fue a visitar que era el abogado Jaime Restrepo Restrepo”.
El ingreso de Restrepo, conocido con el remoquete del Patriota, está registrado en las cámaras de seguridad y en los libros de guardia. Una de las cartas está a nombre de Jaime Restrepo.
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Según el testigo asesinado, recibió al enviado Restrepo con estas palabras: “Hermano, yo estoy de verdad atemorizado, estoy cagado del susto, yo no quiero más esta persecución. ¿Qué tengo que hacer para que se pare todo esto? Entonces, él me dijo, ‘yo vengo en representación de las personas a las que usted llamó, entonces si usted nos quiere dar una muestra de confianza, entonces fírmeme las hojas y listo, y yo miro a ver qué hago con esto’”.
Las cartas fueron ampliamente difundidas por los medios para desacreditar al testigo contra Ramos y al senador Cepeda.
Dos periodistas a los que, en su momento, les llegaron las supuestas cartas de Areiza me contaron que las recibieron de manos del hoy detenido Gustavo Moreno y por correo electrónico de una empresa llamada “Criminal Defense Investigation Unit”. En esa firma trabaja un investigador llamado Yefrin Garavito.
Epílogo: La Corte Suprema de Justicia pidió protección especial para los testigos Juan Guillermo Monsalve, Pablo Hernán Sierra y Carlos Areiza. Areiza ya está muerto y Monsalve está siendo sometido a un concierto de amenazas y presiones para que cambie su testimonio.