OPINIÓN
La coalición de la esperanza está también a prueba
Es bueno reconocer que esta coalición es un tanque de oxígeno para el proceso democrático electoral que estamos comenzando a vivir de cara a las presidenciales que tendremos en un año. Es una fuerza que ayuda a desinflar la enceguecedora polarización que propician el uribismo y el petrismo, pero particularmente es un referente de alto valor político para mantener marcado, como en el fútbol, al candidato más favorecido por la pandemia: Petro.
Fajardo, De la Calle, Jorge Robledo, Galán, Cristo, Angélica Lozano y Ángela Robledo, quienes encabezan la autodenominada “Coalición de la esperanza”, cuyo principal propósito es ungir un candidato para ganar las elecciones presidenciales en 2022, aparecieron juntos en escena esta semana en Casa de Nariño para conversar con el presidente Duque acerca de la crisis que vive el país. Fue un prematuro logro hacia su fortalecimiento como fuerza política de centro-izquierda, en franco contrapeso al liderazgo que sólidamente mantiene Petro en las encuestas. Duque, sin querer queriendo, los legitimó como coalición, a los tres meses de haber nacido.
Es bueno reconocer que esta coalición es un tanque de oxígeno para el proceso democrático electoral que estamos comenzando a vivir de cara a las presidenciales que tendremos en un año. Es una fuerza que ayuda a desinflar la enceguecedora polarización que propician el uribismo y el petrismo, pero particularmente es un referente de alto valor político para mantener marcado, como en el fútbol, al candidato más favorecido por la pandemia: Petro. En otras palabras, si la coalición hace bien su trabajo de producir posiciones y propuesta de verdadera vocación de centro, Petro y su extremismo, quedarán aún más en evidencia frente al mismo electorado que -de alguna manera- se disputan él y los miembros de la coalición de la esperanza.
La coalición comenzó bien no solamente por su puesta en escena en la Casa de Nariño, sino por las oportunas y acertadas advertencias que hizo sobre la difunta reforma tributaria. En varias ocasiones la coalición hizo evidente su inconformidad y desacuerdo con la propuesta del gobierno, alertando particularmente que se empobrecería aún más a los ciudadanos de ingresos bajos y medios. También propuso que el esfuerzo de mayor recaudo se debía concentrar casi exclusivamente en las empresas y patrimonios altos. Y actuó casi como ave de mal agüero al solicitar la renuncia del ministro Carrasquilla. Y todo lo hizo en el marco del respeto. ¡Bien!
Pero no todo es color de rosa en esta iniciativa ideada principalmente por De la Calle, y cuyo principal benefactor por ahora -en las encuestas- es Fajardo. La coalición nació en un ambiente de confrontación en contravía de su propia misión: el consenso. Nació sin Petro y contra Petro, lo cual se traduce en permanentes choques entre sus miembros porque algunos son cercanos a la Colombia Humana. Eso se hizo evidente en la reunión a la que acudieron por invitación de Duque, cuando algunos miembros como Camilo Romero (exgobernador de Nariño), no estuvieron de acuerdo en asistir, calificando el encuentro de impertinente porque la coalición debería estar reunida con la ciudadanía y no con el Gobierno. Pero hizo bien la coalición al actuar como cuerpo de centro al privilegiar el diálogo y el consenso por encima de las posturas políticas e ideológicas anti-gobierno.
La coalición ha ejercido una sana presión sobre el Gobierno nacional para la racionalización de las políticas públicas controversiales que se han venido proponiendo. Se destaca la alerta que hizo sobre la necesidad de suspender la compra de aviones por parte del gobierno, en tiempos de gran déficit. También es valiosa la propuesta de construir un plan de austeridad en el gasto público, considerando la posibilidad de derogar la ley de financiamiento aprobada en 2019. De manera similar, propuso el establecimiento de un Plan Nacional de Emergencia que incluya una ampliación y extensión del Programa de Apoyo al Empleo Formal (PAEF), y una renta básica de emergencia para las familias más vulnerables. Así, más allá del claro interés electoral de la coalición, es indiscutible el valor que sus ideas aportan a nuestro tejido democrático. De ahí que haya sido acertado que el presidente Duque los escuchara presencialmente.
Pero la coalición tiene aún mucho camino por recorrer, con riesgos muy altos para llegar con vida a la consulta para la elección de su candidato presidencial. La propuesta de reforma tributaria alineó a sus miembros, pero parecen ser más las razones de división que de unión. Por un lado hay fuertes choques partidistas en su interior, principalmente motivados por las diferencias entre la Alianza Verde -que impulsó a Fajardo en las elecciones pasadas- y otros partidos como el Partido Dignidad, liderado por Jorge Enrique Robledo. Algunos de los verdes siguen los lineamientos de Petro y pujan por una relación constructiva con la Colombia Humana. Y Robledo, mientras tanto, hace fuerza para que la coalición tome más distancia del petrismo y encuentre identidad en el centro. ¡Quién se hubiera imaginado este acertado cambio de Robledo!
Lo que resulta más preocupante para los creyentes de la coalición es la vulnerabilidad de su principal motor, la Alianza Verde. Sus fisuras internas están comenzando a salir a flote revelando que no existe una verdadera agenda programática única, pareciéndose cada vez más entonces a una pasarela de egos y vanidades políticas, que a un partido con identidad propia. Es una lástima, porque gústenos o no, es un partido que ha impulsado el desarrollo de la agenda democrática del país. La Alianza ha sido cuna de valiosos líderes independientes como Antanas Mockus y ha cosechado importantes triunfos en el Congreso de la República, y en varias gobernaciones y alcaldías del país. Pero hoy, escindidos por Petro, parecen navegar sin rumbo poniendo en riesgo el éxito de la coalición de la esperanza. Más aún cuando importantes figuras verdes emergentes como Inti Asprilla y Katherine Miranda decidieron hacer visibles sus diferencias con el petrismo, en un claro gesto de querer reafirmar su distanciamiento. En estas circunstancias, la coalición podría estar en peligro porque es inimaginable la unanimidad de sus líderes en torno a la figura de Petro.
Por eso la coalición necesita con urgencia construir identidad propia evitando depender de los verdes. Pero eso no parece estar sucediendo porque más allá de posiciones, ideas y reuniones, no se ven productos más concretos. La coalición está perdiendo una gran oportunidad de construir una plataforma política en esta crisis, que vaya más allá de una propuesta que represente los intereses de los grupos marginados, diversos o vulnerables, y que -al tiempo que los incluya- no excluya a sectores más tradicionales que no están encontrando respuesta en los partidos o grupos políticos tradicionales. Es hora de que la coalición vea en el sector privado una gran oportunidad de construir una agenda que lleve a la empresa a valorar el centro como opción de desarrollo económico. El centro tiene que ser visto como verdadero aliado del desarrollo económico y no solamente como promotor del necesario desarrollo social, sin que eso signifique abandonar la agenda socioambiental que la mayoría de las empresas también quieren promover. Sin una propuesta que integre también a sectores tradicionales, la coalición seguirá dependiendo de sus fuerzas internas y así quizás, no pase la prueba.